Pues sí. Me faltaba esa comparación en la colección de subidas a la parra, pero ya la tengo. Con la firma de Antonio R. Naranjo, opinatero revelación de El Debate. La comparto con ustedes: "Eso es lo que le queda a Sánchez por hacer: tratar a las regiones más prósperas de España como Rusia a Ucrania, si están gobernadas por el PP; bajarse los pantalones hasta las pantorrillas con los peores personajes del país, se llamen Otegi o Villarejo; y coquetear impúdicamente con la manipulación y el caciquismo para prolongar su agonía y, quién sabe, si hasta para ir horneando pequeños pucherazos".

Se incluía el entrecomillado en un textículo titulado "Andalucía, tumba del sanchismo", letanía que, como ya les conté en la última entrega, hace furor entre los cofrades diestros. "Hacia el cambio en España vía Andalucía", proclama el editorialista de La Razón, con los dedos hechos huéspedes pensando en lo que está por venir: "Con cada ocasión que los españoles han podido manifestarse en las urnas, Pedro Sánchez, sus aliados y esa gobernanza corrosiva que patrocinan han sentido el desapego popular. Andalucía es la inminente estación en esa ruta llamada a acelerar el cambio que para España es urgente".

Haciéndose prácticamente un bis a sí mismo, el director del periódico azulón, Francisco Marhuenda, vaticina lo mismo. Y lo hace copiando a la enciclopedia Álvarez y al guionista del No-DO: "La Historia nos demuestra que esa tierra rica y generosa, con un pueblo trabajador e imaginativo, solo necesita contar con un gobierno que sea capaz de impulsar todas sus capacidades como ha sucedido gracias a la coalición entre el PP y Ciudadanos. El resultado tendrá, además, un notable impacto en la política nacional, ya que es la antesala de la derrota final de la izquierda en las generales".

Va de comparaciones de brocha gordísima. Esta se la apunta Federico Jiménez Losantos en El Mundo, en una filípica contra los intelectuales por silentes ante lo que ocurre en Catalunya: "Otros, como los matones separatistas apoyados por rectores, profesores, la Generalidad y los medios de comunicación, lo ejercen. Pero como en el País Vasco o en la Suráfrica del «apartheid» nadie puede alegar ignorancia. Desde el silencio o el disimulo, todos conocen el brutal acoso que sufren niños y padres que osen mendigar una hora más en su lengua. Lo saben y callan".

José María Marco (La Razón) también echa espuramajos por la cuestión de las lenguas. Al hacerlo, nos descubre un concepto nuevo, "la nación nacionalista". Lean y cuenten cuántas veces aparece el mismo término o sus derivados en tan poquitas líneas: "La política lingüística nacionalista es tan radicalmente innegociable porque es el principal instrumento para la construcción de la nación nacionalista, catalana o vasca. Lo cual, a su vez, trae implícitas toda una reflexión y una posición ante el hecho nacional español, sobre el que los nacionalistas dijeron desde el primer momento su última palabra".

La floja cosecha de hoy termina en ABC con una sentencia de pata de banco aventada por Juan Carlos Girauta. En realidad, es una retahíla en la mezcla el cambio climático con el movimiento #MeToo y, de postre, el indigenismo: "El indigenismo, huelga decirlo, no sale de los indígenas, que en general estuvieron con el Rey de España, sino de los descendientes de unos españoles que, al verse tan lejos y tan cómodos, se pusieron en plan Puigdemont. De hecho, la oficialidad de la lengua española en tierras americanas solo se impuso cuando ya no eran España".