La reciente victoria de la selección española frente a Italia en la final del mundial de waterpolo ha vuelto a despertar el interés sobre el deporte del balón amarillo. El partido, intenso y dramático, se resolvió en la tanda de penaltis en la piscina Alfréd Hàjos de Budapest, uno de los epicentros absolutos del balonmano acuático. El combinado ya había dominado la década de los 90 con un equipo que marcó una época y que tuvo a su portero Jesús Rollán (1969-2006) uno de sus estandartes más representativos. 

El heroico waterpolista, que sostuvo a un equipo ganador que conquistó al mundo, tuvo un final muy triste. El guardameta se quitó la vida tras precipitarse desde la terraza de un centro especializado en tratamiento de adicciones de La Garriga donde se encontraba interno. El libro ‘Jesús Rollán Eterno. Vida y Muerte de una leyenda’ (editorial Córner), publicado en primavera, reconstruye la historia del mítico jugador a través del testimonio de más de medio centenar de personas. 

Pese a estas hazañas periódicas, el waterpolo sigue siendo un semidesconocido que no dispone de las ayudas necesarias, ni de cobertura mediática ni, por supuesto, cuenta con el apoyo económico suficiente para sacar adelante a sus deportistas. Atravesando continuas dificultades y con múltiples desventajas, las victorias waterpolistas no ocupan portadas de periódicos ni abren informativos como el fútbol, el baloncesto o el tenis. 

Tras el agónico triunfó en el Mundial de Budapest, el seleccionador David Martín habló en El País sobre la cruda realidad de un deporte practicado en precario. “Tenemos la suerte de que todos los jugadores son universitarios. Esta generación tiene muy claro que esto tiene fecha de caducidad. Es el caso de Dani Pinedo, uno de los mejores porteros del mundo, que se retiró en Tokio y ya se ha puesto a trabajar. El waterpolo no da ni para vivir un año sabático”, dijo el entrenador nacido en Barcelona hace 45 años.  

“Los propios veteranos cuando llega algún joven que se despista le empiezan a educar. Les dicen: ‘tienes que hacer algo, tienes que estudiar algo…’. Porque a pesar de entrenar mucho, si luego lo único que haces es irte a tu casa a jugar a videojuegos tu futuro lo estás lapidando. En eso he sido un privilegiado por la generación de jugadores que he podido dirigir: Dani Pinedo, Felipe Perrone, Fran Fernández… Han sabido educar a estos jóvenes y se ha instaurado una cultura. Aquí te presionan para que te centres. Los que han llegado después, Munárriz, Granados, Larumbe… ya son universitarios con carreras complicadas que comienzan a hacer prácticas. El joven que llega aquí difícilmente tendrá la posibilidad de vivir la vida loca”, añadió.  

La página web waterpolista.com echó a andar en 2014 con el objetivo de “suplir una clara ausencia de información actualizada y periódica del mundo del balón amarillo”. Actualmente, es uno de los grandes referentes del mundo del waterpolo en castellano desde su sede en Hospitalet de Llobregat (Barcelona) con noticias, reportajes y abundante contenido que amplifica a través de las redes sociales. 

Llama la atención la apuesta de Waterpolista por publicar información paritaria que pone a las mujeres en el centro de sus contenidos. Normalmente, las deportistas continúan sufriendo una alarmante falta de atención mediática, lo que hace que el deporte femenino esté muchas veces arrinconado y no goce de la enorme visibilidad que disfrutan los hombres.

Dominar las técnicas de natación es muy importante para destacar en waterpolo.

Una de las últimas noticias destacadas ha sido una entrevista concedida a la exjugadora Ane Basauri, integrante del staff técnico del Leioa Waterpolo, club al que estuvo ligada como deportista en activo hasta 2019, cuando decidió colgar el gorro y convertirse en entrenadora del equipo filial. Sobre la situación actual del waterpolo vasco, Ane no se anda con rodeos y dibuja un panorama poco alentador. “No es fácil”, asegura. “Es cierto que la situación ha mejorado mucho en los últimos años, pero la realidad del waterpolo en Euskal Herria sigue estando muy alejada del resto de comunidades”, por lo que el nivel se ve resentido y las opciones de promocionar y elevar el prestigio del balón amarillo son escasos. 

Leioa WLB

Con casi 25 años de historia, Leioa Waterpolo se ha convertido en uno de los baluartes de nuestro waterpolo. Nació en 1998 y en la actualidad cuenta con 180 deportistas que conforman un total de 17 equipos, de los cuales, tres disputan las categorías absolutas (dos femeninos y uno masculino). En la temporada 2020/2021 la sección femenina alcanzó la máxima categoría del waterpolo estatal, pero el sueño en la División de Honor solo duró un año; tras acumular tantas derrotas como partidos, el Leioa WLB bajó de categoría. En una liga dominada de manera abrumadora por los equipos catalanes, el efímero paso por la élite del equipo vizcaíno fue una “master class de lucha y supervivencia”, tal y como lo definió el director deportivo del club Jon López.

CONEXIÓN REINO UNIDO -BARCELONA


El waterpolo se practica en una piscina y enfrenta a dos equipos que deben marcar el mayor número de goles en la portería contraria. El balón es de color amarillo y recuerda al balonmano. Hasta aquí, lo que todo el mundo sabe o debería saber sobre una disciplina deportiva a la que en 1877 le dio forma el profesor de natación escocés William Wilson con una serie de reglas asumidas universalmente. 


En sus inicios, antes de la aportación teórica de Wilson, los jugadores practicaban una versión mucha más rudimentaria en la que no existían porterías y rara vez se practicaban pases y combinaciones entre miembros del mismo equipo. El periódico londinense The Times publicó la siguiente noticia en 1870: “En la tarde de ayer, en la pileta del West End, dos equipos formados por siete hombres cada uno bajaron al agua para medirse en el juego de fútbol acuático”. Ahí está, el deporte que ahora conocemos como waterpolo tenía un nombre distinto y los encuentros se disputaban en aguas abiertas (ríos o lagos), con reglas muy laxas que permitían el uso de los pies en partidos de duración indeterminada. Los cronistas de la época explicaban que los partidos terminaban cuando las pelotas acababan machacadas por el uso. 


El juego se popularizó en la década de 1870 y 1880 en Inglaterra y Escocia, principalmente. Ya en 1885, los distintos reglamentos existentes hasta entonces se unificaron en torno a la ‘London Swimming Association” con una normativa que estipulaba la duración de los partidos (20 minutos) y permitía, al contrario que en la actualidad, conducir el balón hacia la portería contraria debajo del agua. 


El waterpolo saltó después a Norteamérica. En el último suspiro del siglo XIX llegó a una parte de Europa (Hungría, Bélgica, Francia, Alemania) y ya en 1900 los Juegos Olímpicos de París lo incluyeron como deporte de exhibición. En la península entró a través de Barcelona, que organizó el primer partido oficial en 1908 de la mano de Bernat Picornell en la playa de la Barceloneta. El encuentro se celebró justo delante del Club Natación Athlètic-Barceloneta, toda una institución del waterpolo estatal, “​​con las porterías hundidas en la arena en el fondo del mar y con pelotas de cuero, que, mojadas, pesaban tres veces más”, señalan desde el ayuntamiento catalán.


Oasis de orgullo

En el deporte masculino y, muy especialmente en el fútbol, la homosexualidad es un tema tabú. A lo largo de toda la historia de las cuatro grandes ligas (Francia, Inglaterra, Italia, Alemania y España) tan solo un jugador en activo ha revelado su identidad gay. El talentoso jugador del Nottingham Forest Justin Fashanu salió del armario en 1990 después de que apareciera fotografiado en una sensacionalista portada en el periódico The Sun. Fue un chantaje. El titular era tremendo: “£1m Soccer Star: ‘I am gay’”, (“La estrella del fútbol de un millón de libras: ‘Soy gay’”. 

Fashanu era negro y venía de una familia pobre. Sufrió el acoso de la prensa y de un sector de la afición. Se suicidó en 1998. En otros deportes de masas como el fútbol americano o la NBA también se ha impuesto un incómodo silencio sobre este tema. Han sido contadas las veces en las que los atletas se han pronunciado abiertamente sobre su homosexualidad por miedo al qué dirán o represalias económicas.

Detalle de un partido.

Detalle de un partido.

Por fortuna, es un debate que parece superado en el mundo del waterpolo español. Los propios jugadores profesionales son los que denuncian insultos homófobos de sus rivales durante los partidos. Ocurrió en abril del año pasado cuando a Víctor Gutiérrez, entonces en las filas del CN Terrasa, le llamó “maricón” Nemanja Ubovic, jugador serbio del CN Sabadell. Éste se defendió de las acusaciones homófobas, pero la federación terminó sancionándole con cuatro partidos de suspensión por proferir el improperio. Gutiérrez dejó el deporte y se metió en política. Actualmente ostenta el cargo de secretario de políticas de LGTBI del PSOE, donde a sus 31 años defiende los derechos del colectivo.  

Meses después hubo un segundo caso con ingredientes similares. Álex Royo, jugador del Molins de Rei, denunció en su cuenta de Twitter haber recibido insultos homófobos por parte del jugador del UE Horta Roger Brias. En un hilo publicado en la red social, explicó que durante el partido le había gritado “maricón” varias veces. “Yo como persona abiertamente bisexual y harto de las reiteradas agresiones homófobas que han sucedido en el deporte, como en el caso de mi compañero Víctor Gutiérrez, he respondido encarándome con él”, escribió en Twitter. La Federación Española “lamentó y condenó” lo sucedido.