Obvio que su fama no es flor de un día, sino que es fruto de muchos años de trabajo. Zorion Egileor (Mundaka, 1946) disfruta de su profesión todos los días nada más levantarse y sigue la rutina del esfuerzo como filosofía de vida.
En 2024 podremos verle en dos nuevas series, además de en la precuela de El Hoyo, pendiente aún de fecha de estreno, y también está rodando una nueva película en Vitoria-Gasteiz. Es ejemplo de que la edad no supone ningún problema para seguir trabajando, sobre todo si es en algo que te gusta, y advierte de que no piensa en retirarse.
¿Cómo descubrió su vena artística?
-¡Hombre, con la familia que tenía, debía salir por algún lado! Mi padre, José Mari Egileor, era músico, y le he visto muchas veces en el escenario.
¿Y qué siente usted al subirse al escenario?
-¡Unos nervios horrorosos! Eso siempre… [sonríe]. Pero después de larguísimos ensayos en el teatro, cuando consigues la versión que quieres merece la pena.
¿Ha pensado en retirarse en algún momento?
-Nunca. Mientras pueda pienso seguir pasándomelo bien hasta el final. Estudiar como un niño, hacer los deberes correspondientes, ensayar y luego darlo todo en el escenario o en el rodaje que toque.
¿Algún personaje de toda su carrera que le haya marcado especialmente?
-No soy de los autores que se llevan el personaje a la cama. Yo salgo a trabajar y cuando vuelvo a casa cambio el chip.
¿Y cuál es su peor papel?
-El de mí mismo. Hace poco tuve que recoger un premio en el Teatro Campos Elíseos de Bilbao, precisamente en el teatro donde debuté de joven. Estaba tan bonito este recinto, la Bombonera, como llamábamos entonces, que me vinieron diez mil cosas a la cabeza. Me puse a temblar y casi no supe qué decir…
¿Qué ha supuesto para usted El Hoyo?
-Ha sido un fenómeno a nivel mundial. Y este año se estrenará la precuela, que aún va a ser más intensa.
¿Y cómo lleva la fama?
-Bueno, a nivel nacional me conocía todo el mundo porque llevo toda la vida en el teatro, pero lo de ser conocido a nivel internacional ha sido una sorpresa para mí. Tener club de fans en São Paulo, en Hamburgo… Ir a París o a Túnez y que te conozcan es alucinante. Lo que pasa es que depende de en qué edad te pille puedes creerte la de Dios. Yo mismo, en la pandemia, veía todos los mensajes que me escribían y tanto halago es peligroso.
¡Hay hasta memes con su cara y la palabra obvio!
-¡Es increíble!
¿Le gustan las redes sociales?
-Solo tengo Facebook y sí me gusta, lo que pasa es que antes decía que sí a todo el mundo que me pedía amistad, por educación, y ahora, en cambio, soy más selectivo y digo mucho más que no.
¿Cómo ha cambiado el teatro y el cine en todos estos años desde que era niño?
-Sobre todo cambian los tiempos, porque todo en la vida es cíclico, y en el teatro y el cine de hoy en día se hacen cosas que hace mucho ya se hacían pero que ahora parecen una novedad. Ahora me decepciona ver esa apatía y ese culto por la vulgaridad y el feísmo de nuestros días, que se demuestra en la ropa, en la música… Me parece muy bien que la gente experimente, pero que sean cosas digeribles, por favor. Yo no prohibiré nunca nada, pero conmigo que no cuenten, que nadie me haga tragar con ruedas de molino.
Llevamos años hablando de la crisis del cine, pero ¿cree que las salas de cine desaparecerán dentro de unos años?
-Estoy seguro de que no porque toda esa magnitud no se puede meter en ninguna casa. No es lo mismo compartir la película con gente en una sala que verlo en el salón de casa.
Usted no deja de trabajar y este mismo año tiene unos cuantos proyectos en ciernes…
-Sí, tengo dos series por estrenar. Una es Hay algo en el bosque, una serie que es una comedia negra de terror fantástico con un humor totalmente disparatado, en la que vuelvo a coincidir con Iván Massagué. Y la otra es Tras los pasos de la rubia platino, donde hago del jefe de la mafia asturiana. Un papel muy divertido también. Además, el 26 de abril estreno un corto con Ramón Barea. Los dos nos conocemos de toda la vida, pero hasta ahora no habíamos coincidido más que en los bares [risas]. Y también he empezado a rodar Historias de Halloween, una nueva película en Vitoria-Gasteiz con María Barranco y Macarena Gómez, que va a ser mi ruptura total con el género y donde voy a hacer de un Drácula muy divertido.
Vamos, que en su caso, no se siente discriminado por su edad, sino que al contrario, le llueven las ofertas…
-Precisamente para combatir el edadismo, la discriminación por edad, desde mañana y hasta el 16 de marzo se va a celebrar el Silver Film Festival en Bilbao. Y en esta segunda edición he sido invitado para contar mi experiencia y animar a todas aquellas personas a que empezar un proyecto o realizar un sueño no tiene edad.
¿Si fuera mujer cree que sería distinto?
-No, yo creo que es igual. No hay papeles para Carmen Maura en todas las películas ni tampoco para Jaime Blanch. Yo creo que lo que pasa es que muchas veces a los directores les falta imaginación. Creen que necesitan a una chica de 17 años para un papel, pero lo que necesitan, primero, es una actriz que pueda hacer de una chica joven aunque tenga 47 años. Y en mi caso igual. ¿Por qué tengo que hacer de viejo? Yo soy un actor que hace muy bien de viejo, pero también puedo hacer de sueco si me tiñen de rubio, por ejemplo [risas].
¿Y siente que le tratan de manera distinta en los rodajes?
-Sí, lo hacen sin querer, pero igual me están maquillando y se preocupan demasiado por si me canso, si llevo mucho tiempo de pie… por todo.
¿Ha pensado alguna vez en pasarse a la dirección?
-¿Dirigir? ¡Me da mucho miedo! Creo que tendría ideas, pero no tendría carácter para enfrentarme y no meterme en líos si viese algo que habría que corregir. Lo iría dejando hasta que al final el resultado de la película no se parecería en nada a lo que me hubiese gustado. Prefiero que me manden otros, no soy competitivo, así que en el fútbol me gusta que ganen todos.
¿No es del Athletic entonces?
-Sí, sí, claro, que sí. Soy del Athletic, pero también un poco de la Real. Eso sí, si hubiera sido forofo de verdad, a los 23 años ya hubiera muerto de los nervios que tengo en los partidos.
¿Y alguna vocación frustrada? ¿Algo que le hubiera gustado hacer en su día pero no pudo?
-Nada. He hecho lo que me ha dado la gana siempre.
¿Y qué hace para cuidarse a día de hoy?
-Pues he fumado toda la vida, pero decidí dejarlo hace un par de años porque empecé a respirar mal. Eso sí, ahora todos los kilos me han venido aquí [se señala a la tripa]. Me gusta bañarme en el mar cuando hace buen tiempo para nadar un poco. De comer mucho nunca he sido y toco madera [hace el gesto] para seguir teniendo la buena salud que tengo hasta ahora.
Todo para llegar en plena forma a su edad, que, por cierto, no se la he preguntado.
-¡Ni me la pregunte!
¿No le gusta decirla?
-No, porque no le interesa a nadie.
Personal
La Fonda. Es el bar de Mundaka donde nos reunimos con Zorion Egileor para hacer la entrevista. Allí trabaja Tomás, su hijo. Este negocio de hostelería se encuentra en la plaza del Ayuntamiento, en los bajos de una casa que construyó el abuelo del actor vizcaino, que también se llamaba Tomás. De ebanistería pasó a ser una escuela de música de la mano de su aita, el compositor Jose Mari Egileor.
El teatro y la ópera. Son sus dos grandes pasiones. Siempre ha estado subido a un escenario y es un habitual de la ABAO, donde trabaja su mujer, la maquilladora Alicia Suárez, todo un referente en el sector.
Cuéntame cómo pasó fue el debut televisivo de Zorion Egileor. También ha participado en la serie Estoy vivo y está pendiente de estrenar Hay algo en el bosque y Tras los pasos de la rubia platino.
El Hoyo le ha reportado a este veterano actor grandes alegrías. En cine podemos verle también en películas como En 80 días, Txarriboda (La matanza), Ilargi guztiak (Todas las lunas) o Viejos.