Su historia nos recuerda lo que verdaderamente es importante en esta vida para lograr la felicidad, la plenitud, al tiempo que reivindica las emociones y la libertad. “Ser abogada es ser contadora de historias; la verdad es que he disfrutado muchísimo escribiéndola”, reconoce sonriente. “Cazar leones en Escocia es mi primera novela, pero no mi primer libro. Siempre he escrito sobre temas jurídicos, aunque desde que era pequeña quería ser periodista. Sin embargo, a mis padres les pareció mejor que estudiara Derecho y así lo hice. Nunca me hubiera atrevido a escribir una novela si alguien no me lo hubiera pedido. He esperado a que me llamara una editorial para hacerlo. A pesar de que he empezado tarde, este año cumplo los 50, tengo que decir que ha sido una aventura maravillosa”, apunta Sánchez de Lara.

En el libro habla sobre el amor incondicional. ¿Es difícil lograrlo?

Cada uno encuentra la felicidad donde le toca. A uno le hace feliz estudiar, a otro disfrutar, a otro ir de fiesta. En mi caso he tenido mucha suerte, porque para mí la felicidad es estar con la gente a la que quiero, con mis libros y trabajando. Es importante que cada persona identifique lo que es para ella la felicidad, por donde está su camino hacia la felicidad.

La novela es un elogio a la maternidad ¿Es autobiográfica?

No. Las dos generaciones superiores, la de la madre y la abuela, están inspiradas en una mujer a la que conocí, ya fallecida, que se llamaba Marisa y que me enseñó muchos de los entresijos de la vida, de las generaciones anteriores, de cómo se buscaban la vida para poder hacer en la intimidad cosas que no se podía hacer socialmente porque los convencionalismos, las normas y los prejuicios religiosos lo impedían. He pretendido rendir un homenaje a esas dos generaciones; yo solo tengo un hijo, aunque tengo tres hijastros, y dos son chicas, pero el libro no está pensado en mi hijo, sino en la generación joven a la que intento trasladar el mensaje.

¿Cuál?

El mensaje del carpe diem, que tienen que beberse la vida a sorbos porque tienen todos los ingredientes para ser los guionistas de su propia película. La juventud debe de entender que todo lo que tenemos no nos ha llovido del cielo. Se lo tenemos que agradecer a generaciones anteriores que han luchado por nosotros.

No hay que bajar la guardia para que no nos arrebaten los derechos conseguidos.

Sí. Y no solo me refiero a la la lucha de las mujeres por conseguir la igualdad de oportunidades. En Afganistán, las niñas no van al colegio hasta que los talibanes no les encuentren un uniforme; no pueden ir a la escuela, con lo cual ya tienen limitados sus derechos. Por otro lado, estamos hablando de Tercera Guerra Mundial, tercera guerra nuclear. No hay que dar ningún derecho por consolidado. Eso es lo que decía siempre Simone de Beauvoir, que hay que estar hiperalerta.

¿Qué es para usted el feminismo?

Es la igualdad de derechos y de oportunidades entre hombres y mujeres. Creo que los populismos, tanto de un signo como de otro, están utilizando el feminismo, unos para hacerse abanderados y otros para denostarlo. Tenemos que hacer una defensa a ultranza del feminismo, porque cualquier retroceso puede ser perjudicial no ya para nosotras, sino para generaciones posteriores, y nos estamos equivocando en algunos conceptos. Lo más importante ahora es no desandar el camino. El feminismo es un avance de la humanidad para vivir mejor.

¿Cuál es el reto al que se tiene que enfrentar el feminismo?

En una época en la que le ponemos nombre y apellidos a todo, no sé por qué se tiene que cargar la mochila del feminismo con luchas y batallas que no son las nuestras. La igualdad de oportunidades está aún sin conseguir. No podemos abarcar todo.

¿Se refiere al movimiento LGTBI?

El feminismo no puede llenarse de otros conceptos. Soy partidaria de separar las cestas. Defiendo que el movimiento LGTBI luche por sus derechos, pero sus batallas no son las nuestras.

Su mensaje es clarísimo: no olvidarnos de las generaciones que nos precedieron.

Sí, fueron ellas, y muchos hombres, los que lucharon codo con codo para abrirnos el camino a las demás. ¡No vaya a ser que ahora nos parezca que estamos descubriendo América! Nosotras hemos nacido en una sociedad donde el divorcio es una posibilidad, en la que las mujeres podemos tener cuentas bancarias a nuestro nombre, y donde podemos estudiar lo que queramos.

¿Con algunas líderes políticas pasa lo mismo?

Hay ciertas personas que están ocupando puestos muy importantes y que están haciendo feminismo a golpe de titulares. Y el feminismo no se construye a base de titulares, sino a golpe de rigor. Trabajando para que un niño y una niña tengan en la vida las mismas oportunidades.

La protagonista de su libro, Miranda Herrera, empezó a vivir cuando lo perdió todo. ¿Valoramos lo que tenemos?

Cuando la vida es muy fácil para algunos, igual necesitan padecer una gran pérdida para saber qué es lo que realmente importa. Personalmente tengo muchísimo miedo a perder a la gente a la que quiero, a mis padres, por ejemplo. Es un sentimiento que nos une a todos. Una de las frases que más ha calado en el libro y que me repite mucha gente es que la vida cambia el día en que no puedes llamar a tu madre por teléfono. Nos pasamos la vida aprendiendo, pero nadie nos enseña a despedirnos de la gente que nos importa. Hay muchas conversaciones que nos dejamos a medias y muchas veces no somos conscientes de que no conocemos en profundidad a nuestras madres y abuelas porque han tenido que mostrar un sentimiento de fortaleza hacia el exterior para no mostrar sus debilidades. Por eso, el libro es un homenaje a todas esas mujeres que nos han abierto el camino a base de hacer renuncias en su propia vida en muchos aspectos.

¿Los lujos, los privilegios no siempre dan la felicidad?

Conozco a mucha gente rica e infeliz. He visto a personas que la riqueza la han transformado en avaricia y les ha hundido la vida, porque nunca se han fijado si otros se acercaban por ellos por lo que eran o por lo que tenían. Y a su vez he conocido a personas pobres que han sido verdaderos maestros de vida para mí. He realizado mucha labor humanitaria y he conocido a mujeres colombianas de Buenaventura, un puerto del Pacífico, que habían vivido todo el conflicto armado, que habían visto morir a sus hijos, que a sus maridos los habían matado delante de ellas, y a pesar de su dolor y sufrimiento, te recibían con una sonrisa. Son lecciones de vida.

¿De dónde surge su inquietud por ayudar a los demás?

Tuve un divorcio muy complejo. A los 29 años tuve que aprender muchas cosas de la vida. Llegué a Madrid en una situación muy complicada y levantarme me costó mucho trabajo, pero enseguida supe que quería dedicar parte de mi vida a que otros pudieran vivir mejor. Lo de querer cambiar el mundo es inviable y es una tontería, porque ninguno vamos a lograrlo, pero si nos unimos y creamos redes podremos tener impacto en la vida de otras personas. Y lo hago por puro egoísmo, porque he aprendido muchísimas cosas haciéndolo, he encontrado grandes maestros en las situaciones de más necesidad y más vulnerabilidad, y he aprendido siempre a relativizar lo que importa; hasta en los momentos más duros de la vida no podemos quejarnos de lo que nos toca vivir porque somos auténticas privilegiadas.

¿Pero tendrá momentos malos, días rojos, como el resto de los mortales?

Claro. Es importante saber sufrir, porque para vivir en el cielo hay que pasar también por el infierno. Vivo la vida con positividad, dando gracias a que tengo agua caliente en casa, las facturas pagadas y ningún familiar enfermo. Además, tengo gente que me quiere. El resto es ruido. Después de llegar de un país de conflicto, de haber convivido con gente que no tiene nada, es muy difícil el momento de la vuelta, esa primera ducha que te das en casa, la primera comida... Es un baño de realidad buenísimo, sobre todo ahora que vivimos en el plano del metaverso y de las tecnologías.

Preside una ONG y es patrona de otras dirigidas a mujeres y a la infancia.

También he estado en procesos de paz, porque he estado desminando en Colombia, pero sí, sobre trabajo en proyectos para mujeres y la infancia. Ahora estamos construyendo un centro para las niñas que salen de la cárcel, aunque niñas y cárcel nunca deberían estar en la misma frase. Estas niñas, cuando salen, se encuentran solas porque sus familias las han olvidado y no van a recogerlas. Son chicas bellísimas que con 16 años no tienen ni para comer y las ponen en la calle. Ese es su destino si no se les ofrece una alternativa. Estamos llevando a cabo con Naciones Unidas un proyecto para que continúen su formación profesional en una casa para luego buscarles trabajo y evitar que vayan por el camino de la trata y la prostitución. Impresiona mucho conocer esclavas en España.

¿Habría que legalizar la prostitución?

Cada mujer puede estar a favor de lo que quiera. Lo bueno de la democracia es que cada persona puede posicionarse en lo que crea. Yo no estoy a favor de la legalización de la prostitución, no por la libertad de quien consume la prostitución, sino por la falta de libertad de quien es llevada a ejercerla. He tenido muchas conversaciones largas con mujeres que han sido traídas como esclavas y son escalofriantes.

¿Y qué opina de los vientres de alquiler?

Ahora Ucrania está poniendo en relieve situaciones de muchas familias españolas que se han encontrado con sus hijos de vientres de alquiler en un marco de alegalidad y han tenido que traerlas. Es una cosa terrible. No estoy a favor de los vientres de alquiler, porque la mayoría no los ceden libremente, hay transacciones económicas. Además, estamos hablando de granjas de mujeres, de la elección de la purificación de las razas, de etnias, de elegir que todos sean rubios con los ojos azules… Al final creo que todo implica graves peligros y las nuevas tecnologías nos están haciendo vivir una cuarta revolución industrial muy próspera, pero también muy peligrosa.

Lo que llama la tiranía de las redes.

Las chicas de quince años viven con dos riesgos: la tiranía del like, y lo accesibles que están al mal a través del móvil, porque tú antes si tenías un chico que te daba la lata o una chica que te hacía faenas, eso se quedaba fuera, pero ahora entra a través de los dispositivos móviles. Me preocupa muchísimo el daño que les puede hacer a la juventud el acoso, el hostigamiento. Me parece que viven en un mundo muy complejo, con muchas más facilidades que nosotros, pero también con más dificultades.

Ha colgado la toga definitivamente. ¿Le costó?

Muchísimo. Sigo colegiada y tengo algunos pleitos internacionales de Derechos Humanos en los que sigo firmando porque quiero aprovechar mi voz para dársela a otros que no la tienen, pero he cerrado el despacho, porque el periódico crece. Y yo tengo dos tipos de responsabilidades: la de la empresa periodística como vicepresidenta y mi labor como editora de dos secciones. Todo no se puede hacer. Hay que elegir.

¿Y ese cambio te está resultando satisfactorio?

Lo estoy haciendo con muchísima comodidad y entusiasmo. Llevo siete años ya en el periódico y para mí ha sido como una criatura que ha ido creciendo. Pero sí, el hecho de colgar la toga fue traumático, parecía que estaba dejando una parte de mi vida que me ha hecho muy feliz. Pero hay que elegir, no se puede hacer todo. 

PERSONAL

Nacimiento: Almería, 1972 (49 años).

Familia: Está casada con el periodista Pedro J. Ramírez desde 2017.

Formación: Es una reconocida abogada y activista en temas relacionados con los derechos humanos y la sostenibilidad. 

Trayectoria: En 2011 fundó la ONG THRibune for Human Rights, que cuenta con voluntarios en catorce países. Es máster en Derecho Internacional de los Derechos Humanos y Derecho Humanitario por la Universidad de Washington. También es editora de Enclave ODS y MagasIN, las secciones de mujeres y sostenibilidad del citado diario, y directora para Europa de IHR Legal, firma jurídica global especializada en derechos humanos con sede en Washington y Ginebra. En pasado mes de marzo lanzó su primera novela, Cazar leones en Escocia (Ed. Espasa), un libro impregnado de su filosofía vital.