Residente desde los ocho años en Vich, ciudad de la provincia de Barcelona a la que su padre había emigrado con anterioridad, tiene una notable carrera literaria a sus espaldas que se inició en 2004 con un libro de título más que descriptivo: Yo también soy catalana. Jo també sóc catalana. Desde aquel momento y hasta el Nadal recién conseguido, la suya ha sido una vida azarosa.

"El acto de escribir es un acto de libertad" dijo en una ocasión, pero la libertad cuesta€ ¿El precio que pagamos por esa libertad es muy alto? ¿Qué opina sobre el costo de la libertad en las mujeres actuales, particularmente las escritoras?

Dependiendo del contexto varían mucho las circunstancias de las mujeres. En general ha supuesto romper con toda una serie de normas que nos han transmitido sobre lo que puede o no puede hacer una mujer. Si hacemos un recorrido sobre cómo comienzan a aparecer autoras a lo largo de la historia de la literatura nos damos cuenta de que cada una de ellas supone un desafío a lo establecido. A día de hoy las circunstancias son muy variadas y también dependerá del tema que se trate. No es lo mismo escribir una historia con finalidad recreativa que, por ejemplo, alzar la voz en un discurso que va en contra del poder establecido. En la vivencia particular mía, la escritura ha sido la forma en que he podido decir cosas que me estaban prohibidas. El precio que se paga por ello es el mismo que por romper la ley del silencio. Existe toda una estrategia para que nos callemos. En el caso de las mujeres de origen musulmán, hemos visto cómo esas estrategias para callarnos se iban sofisticando. Antes nos decían: Las mujeres no hablan porque son mujeres, y mucho menos escriben, y ahora se nos somete a un chantaje, por el que o bien nos callamos, o bien dejamos de ser parte de la comunidad. Se nos expulsa de algún modo de nuestro propio origen.

En la novela aparecen dos heroínas cotidianas, dos jóvenes en una era pre-Covid no exentas de enormes obstáculos que se les presentan delante, ¿se recalca poco en los tiempos que nos están tocando vivir la épica de muchas jóvenes por salir adelante? ¿Qué valoración hace sobre la literatura que visibiliza a las heroínas de hoy en día?

Yo creo que en general no, que están bastante invisibilizadas. Entre otras cosas, el concepto que tenemos de lo que somos es un concepto que excluye esa parte de la realidad. Cuando se articula un relato literario se parte de la idea del nosotros, y en nuestra sociedad hay mujeres que están completamente al margen, que no son consideradas. Por ejemplo, las mujeres migrantes de origen musulmán no aparecen nunca en las representaciones culturales. Y es más, cuando en España se habla de diversidad en la literatura se habla antes de autores extranjeros que de autoras que vivimos en el país, lo cual es bastante desesperante. Los referentes para hablar de racismo también siempre están fuera: norteamericanos, alemanes€ Esto supone una dificultad añadida, porque antes de que nosotras pudiéramos hablar y escribir, ya fueron otros quienes lo hicieron por nosotras. Cuando aparece una voz representativa de un país como Marruecos, casi siempre sale de las élites y son hombres. Tenemos un problema cuando no nos dejan espacio, porque ese espacio es ocupado por ellos o por mujeres que pertenecen a unas clases sociales que lo han tenido mucho mejor para acceder al conocimiento. Cuando estás en la situación de los tres ejes, pobreza, procedencia y género, resulta muy difícil tener la posibilidad de escribir, porque tienes que sobrevivir antes.

Leyendo su novela El lunes nos querrán

No solo no han cambiado, sino que las posibilidades de ascender socialmente son más complicadas a día de hoy. Las condiciones en las que vivió muchísima gente en esa época fueron tremendas. Hoy hay cierta desmemoria respecto a ello. Hubo un sector importante de esa población que mencionas que tuvo oportunidad de salir de esos barrios, pero más tarde fueron ocupados de nuevo por personas que procedían de otros países y se volvieron a reproducir los mismos mecanismos de exclusión. No se está haciendo ninguna política para que eso cambie. Se precisan, por lo visto, esas reservas de personas empobrecidas a las que se las convence de que tienen que conformarse con menos que el resto. Además, se las utiliza como presión sobre el resto de personas en cuanto a derechos laborales, etc. A nadie le interesa que dejen de existir esos barrios marginales ni las condiciones en que viven las personas allí. La clase política solo se acuerda de ellos cuando están en campaña electoral, de ahí la sensación de distancia con lo que ocurre en los centros de poder.

La soledad, una soledad arrasadora, también aparece en su novela como una de las circunstancias vitales que nos conforman como mujeres. Soledad ante los desafíos que salen a nuestro encuentro, soledad ante las contradicciones, ante el dolor. ¿Está de acuerdo con quien afirma que la vivencia de la soledad tiene un gran peso específico en esta obra? ¿Por qué la vivencia de la soledad como eje central de la novela? ¿Qué le llevó a ello?

Hablábamos antes del precio que pagamos por romper la ley del silencio y denunciar distintas cosas, y el precio es, sin duda, la soledad. Cuando a una la expulsan de su familia, de su origen, la sensación de soledad es tremenda. Además, fuera de ese contexto familiar cuesta encontrar un lugar en el mundo, cuesta sentirse parte de algo. Unos te expulsan porque no quieres aceptar las normas y otros no te incorporan porque eres de fuera. Por eso te quedas en tierra de nadie. En el caso de las protagonistas de la novela estamos ante pioneras, las primeras que se atreven a hacer cosas que ninguna de las mujeres de su familia antes había hecho, y ello conlleva soledad. Pero a la vez hay un vínculo, el de la amistad entre ellas, que es vital para seguir en pie en la lucha. Esta amistad es la parte esperanzadora en un entorno especialmente duro.

¿Qué opina de las mujeres que atacan al feminismo y a las feministas para lograr cotas de poder dentro de ideologías ultras, liderando desde la intolerancia, la xenofobia o el totalitarismo? ¿Cómo enarbolamos la sororidad en esos casos (léanse Ayuso, Olona, Cayetana, Monasterio...)?

La sororidad solo puede existir cuando hay una toma de conciencia. Lo cierto es que estamos sufriendo múltiples discriminaciones por el hecho de ser mujeres. La verdad de nuestras historias las conocemos y nos hacemos cargo y empatizamos con el dolor que supone haber vivido la presión, el acoso€ La sororidad no puede darse con las cómplices de nuestros verdugos. Ante el machismo no basta con ser mujer, ante el machismo tiene que haber una conciencia de que ese sistema es injusto. Lo que nos ocurre no es fruto de la casualidad. Por lo tanto, o se toma conciencia y nos armamos con las herramientas necesarias para luchar y derribar ese sistema, o te haces cómplice de ese patriarcado para pasar a ser parte del engranaje machista. Con las cómplices del patriarcado no podemos ser hermanas. Son parte del problema, no de la solución. La auténtica complicidad está entre las mujeres que nos comprendemos, nos apoyamos y vemos en el sufrimiento de la otra el propio. Hay que dejar de lado que las mujeres vamos a estar todas de acuerdo. Cuando una mujer es machista no podemos estar de acuerdo con ella. Hay posicionamientos políticos que nada tienen que ver con las mujeres ni con la solidaridad entre nosotras. La complicidad solo puede darse entre mujeres que entienden el dolor y la discriminación por el que pasamos, no con quienes lo niegan.

El miedo también aparece como algo fundante, algo que forma parte de nuestro ser más íntimo, y por lo visto no solo en esta novela, sino en varias de sus obras. ¿Qué hacemos con el miedo a la libertad, a la plenitud? ¿Cómo rompemos con las dinámicas del temblor, con los tabús, con los mandatos de género?

Sobreponernos al miedo no es vencerlo, porque el miedo siempre va a estar ahí. De algún modo supone desaprender muchas cosas. Desaprender lo que nos enseñaron e incluso hacerlo desde el propio cuerpo. Hay que ir sacando toda una memoria de castigos, de violencia, de culpa, por haber transgredido unas normas que en realidad son injustas. No tengo claro cuál es la fórmula, pero ayuda mucho rodearte de personas que no ven nada de malo en la libertad de las mujeres y de su goce ante la vida. Pero hay que saber que el proceso de desaprendizaje es muy largo. A mí me fue muy bien la terapia, la escritura. Una represión sobre el deseo es algo que, por ejemplo, pasa mucha factura. La alternativa a no luchar contra los mandatos de género es la renuncia a la propia existencia. Morirse en vida es acatar las normas de otros y no hacerte dueña de tu propia existencia. ¿Cuál es la respuesta que tú tienes a esto?

El coraje. Yo siempre he salido a flote a golpe de coraje. Me han machacado hombres a los que dije no y el sistema judicial les ha beneficiado a ellos a la hora de acosarme y dañarme. En el caso de las mujeres enfermas es más terrible aún, porque se ceban en la indefensión que supone la falta de salud. Pero vayamos acabando. Hay un gran desafío por haber utilizado la segunda persona del singular como hilo conductor de esta novela, que, en realidad, es un mapa de vida, una carta a lo que fuimos, un arranque de poderío sobre todo lo superado. ¿Tuvo claro desde el principio que esa era la voz adecuada?

No sé si desde el principio, pero a partir de cierto momento encajó perfectamente. Era una manera muy directa de visibilizar precisamente esa complicidad entre las dos protagonistas, y también de interpelar al público lector. Al empezar me di cuenta de que esta segunda persona del singular me funcionaba a mí como escritora. Es una voz que me permite ir de un plano a otro sin tener que justificarme. Ir, por ejemplo, del terreno más íntimo al más social o laboral; reflexionar y, a la vez, narrar hechos. Yo me guío también por cómo suena emocionalmente.

Por último, ¿quiénes son sus referentes literarios? ¿Podría decir qué autoras le han influido como escritora? Imagino que muchas, pero diga al menos tres para acabar la entrevista.

Pues hay muchas, la verdad. Puedo decir algún descubrimiento. Por ejemplo, Edna O'Brien. También Elizabeth Strout, sobre todo su obra Todo es posible. Y la escritora iraní Azar Nafisi. La verdad es que soy bastante caótica como lectora, pero no sé si se puede ser de otra forma.

PERSONAL

Nacimiento: Nador (Marruecos), 2 de julio de 1979, pero con ocho años ya se estableció en Vich (Barcelona).

Formación: Licenciada en Filología árabe por la Universidad de Barcelona. También estudió Interpretación en Londres.

Inicios: El ensayo Jo també sóc catalana/Yo también soy catalana (2004), donde trata de la integración en la cultura catalana de los inmigrantes, escrito en catalán y posteriormente traducido al castellano, fue el inicio de su carrera literaria. Escribe desde los once años de edad, y antes de triunfar en la literatura fue empleada de la limpieza, cocinera, monitora de deportes y mediadora de la Delegación de Enseñanza de Vich.

Premios: Además del Nadal recién conseguido obtuvo en 2008 el Ramón Llull de Novela y en 2017 el Sant Joan de Narrativa.

Libros: Yo también soy catalana. Jo també sóc catalana (2004), El último patriarca. L'últim patriarca (2008), L'home que nedava, relato en la recopilación El llibre de la Marató. Vuit relats contra les malalties mentals greus (2008), La cazadora de cuerpos. La caçadora de cossos (2011), La hija extranjera. La filla estrangera (2015), Madre de leche y miel (2018), Siempre han hablado por nosotras (2019), y ahora El lunes nos querrán (2021).