La rotonda del Portal de Arriaga, situada junto al cementerio de Santa Isabel con la calle Juan de Garay, luce desde hoy la placa que rinde homenaje al trágico accidente entre dos camiones cisterna de gas ocurrido el 26 de julio de 1974, que se cobró la vida de al menos 13 personas. Tal y como narraba la crónica del periódico Norte Exprés, “hacia las 3.45 de la madrugada de hoy, en el cruce de la carretera de circunvalación con el Portal de Arriaga, inmediatamente detrás del cementerio de Santa Isabel, se produjo una tremenda explosión que ha afectado a viviendas, locales, vehículos, camposanto y habitantes de la zona”.
Han pasado 51 años desde aquella tragedia que conmocionó a la ciudad y en la que perdieron la vida, como mínimo, 13 personas, mientras que los heridos se contaron por decenas. En el plano material, fueron hasta cuatrocientas las viviendas afectadas. En algunas, según la crónica de Norte Exprés, hubo “cristales rotos, ventanas y puertas convertidas en montones de chatarra o madera, paredes resquebrajadas”, así como suelos que llegaron a hundirse. También hubo coches completamente calcinados.
Voces de la tragedia
José Mari Fernández de Ocariz fue una de las víctimas del suceso. Era el hijo mayor de la familia que vivía en el caserío que se vino abajo aquel día y tenía 24 años cuando ocurrió la explosión. “No lo voy a olvidar nunca. Fue muy doloroso porque mi padre murió en el accidente y el resto de la familia estuvimos hospitalizados”, rememora.
"No se le dio la importancia que tenía. Creo que quisieron taparlo”
Fernández de Ocariz explica que “allí había de todo: ovejas, vacas, cerdos… y aquel día, de repente, me levanté sobresaltado de la cama preguntando qué pasaba. Corrí las cortinas y vi perfectamente a los camiones que estaban allí y el gas propano. Desperté a toda mi familia para intentar escapar y, de repente, se produjo una explosión con la que la casa se vino abajo y nos quedamos todos bajo los escombros”. En esos momentos pensó que “había caído medio Vitoria y que no salíamos de allí. Hablaba con mi madre, que la tenía muy cerca, y pensaba que mi hermano pequeño, que cumplió 6 años en Cruces, estaba muerto”.
No caer en el olvido
Una persona que vio el accidente y percibió movimiento en la vivienda dio la voz de alarma para rescatar a las personas atrapadas. “Pienso que es importante que se recuerde. Mucha gente no tiene ni idea de lo que sucedió; no se le dio la importancia que tenía. Creo que quisieron taparlo”, denuncia Fernández de Ocariz.
Carmina, otra vecina de Zaramaga, cuenta que “cuando nos enteramos ya había pasado lo gordo, pero recuerdo las pisadas de la niebla, como lo llamaban, de las personas descalzas. Fue un desastre”. “Está bien que se recuerde, porque se olvidó enseguida. Nos dijeron que había dos muertos, pero que se sepa fueron 14”, denuncia otra de las personas que vivieron de primera mano la tragedia del 26 de julio de 1974.
Poema en homenaje
Por su parte, Maribel Prieto, vecina del barrio, recitó un poema antes de destapar la placa conmemorativa del suceso. Se trata de un emotivo texto en el que se recuerda aquella fatídica madrugada, pero también se rinde homenaje a todas las víctimas que supieron salir adelante y afrontar con pundonor la tragedia.
La alcaldesa de Vitoria, Maider Etxebarria, y la concejala de Centros Cívicos, Miren Fernández de Landa, acompañaron a las víctimas en el sentido homenaje. “Cincuenta y un años después seguimos sintiendo el peso de aquel desgraciado accidente y recuperamos un hecho que forma parte de la historia de Vitoria. Esta placa recuerda los hechos y a quienes perdieron la vida. Tiene un valor especial, fruto del trabajo de la red comunitaria de El Pilar”, argumentó Etxebarria.
Fernández de Landa, por su parte, recordó que “51 años después de aquello todavía se me revuelven las tripas”. “Tenía 11 años y me acuerdo de cómo en mi casa contaban lo que había pasado. Con esa curiosidad me acerqué a verlo en bici: los camiones cisterna con los agujeros en la parte trasera. No entendía entonces lo que suponía aquello para las familias, el vecindario, las huellas que quedaron sobre el asfalto. Esas huellas no se borraron, porque permanecen en el vecindario. Hubo intereses en que aquello se silenciara, en que no se divulgase, y por eso quedan muchas dudas sobre lo que sucedió entonces. No recibieron el trato que merecían”, lamentó finalmente.