Vitoria y su institución principal, el Ayuntamiento, con su alcaldesa, Maider Etxebarria, al frente, le han rendido este miércoles un sentido homenaje a las víctimas que fallecieron como consecuencia de una de las peores tragedias de tráfico que ha padecido la capital alavesa.
Los hechos tuvieron lugar el 26 de julio de 1974, hace poco más de cinco décadas. Un accidente entre dos camiones cisterna, y la posterior deflagración del contenido de uno de los depósitos, se llevaron por delante las vidas de 13 personas.
Aquel accidente entre dos camiones cisternas marcó la memoria y la historia de una ciudad. En la noche del veintiséis de julio de mil novecientos setenta y cuatro, la ciudad dormía tras la jornada festiva de Santiago, preludio de La Blanca.
Había niebla en la mayor parte de Vitoria. Antaño era habitual, incluso en verano. Fue entonces, cuando en un semáforo del corredor de la N-I, entre Arriaga, El Pilar y Zaramaga, se produjo una colisión entre dos camiones con cisternas llenas de propano. En uno de los depósitos, por una grieta se materializó un escape.
Hemeroteca
Según se refleja en la historia narrada tanto en publicaciones como documentales, el conductor del camión que provocó el impacto falleció en el acto.
El chófer que sobrevivió gritó a los vecinos asomados a los balcones para que cerrasen todas las ventanas de sus casas.
El gas se escapó con una presión incontrolable. En la carretera, varios coches se detuvieron ante la imagen de los dos camiones accidentados.
El fluido indetectable llegó a la altura de un caserío, con un grupo de temporeros alojados en una edificación aledaña, mientras una conductora arrancaba el motor de su vehículo para intentar sortear los obstáculos de la carretera.
La chispa provocó una explosión que provocó una lluvia de cascotes quedando los moradores del caserío atrapados entre las ruinas de lo que era su casa de labranza.
Los vecinos, sorprendidos y asustados, se dieron cuenta de que la detonación había sido allí mismo, al lado de sus casas. El silencio posterior se llenó de llamas y medio kilómetro a la redonda se convirtió en un infierno.
Consecuencias del brutal accidente
La cifra de víctimas definitiva quedó diluida entre las numerosas secuelas de heridos. Los destrozos en coches, casas y propiedades fueron difíciles de evaluar, incalculables.
Al amanecer, los trabajadores de camino a las fábricas se encontraron un paisaje de desolación y ruinas, y un penetrante olor a quemado, a gas y a muerte.