Durante este sábado se celebra la octava edición del encuentro Vesparaba, que consiste en recorrer, mediante Vespa o Lambretta, el entorno de Álava. Así, desde primera hora de la mañana, estas motocicletas han inundado la Plaza de la Provincia con su particular colorido y con aproximadamente 110 ejemplares únicos que, cada año, se reúnen para recorrer el corazón de la provincia.
Una colección de Vespas que, por cierto, son un ejemplo del paso del tiempo. Había algunas que incluso llevaban el certificado de la ITV en la parte frontal, como una especie de medalla de veteranía; otras, más modernas, con mayor suspensión al ser de hace escasos años; pero el grueso de los ejemplares eran de colección vintage, matriculadas, como mínimo, hace un par de décadas. Si bien la gran mayoría de los dueños eran veteranos, también había mujeres moteras e incluso niños y niñas que no quisieron desaprovechar la oportunidad de fotografiarse con uno de estos ejemplares.
Customizadas con todo tipo de recuerdos
Además, cada moto contaba su propia historia. Las había con parabrisas repletos de pegatinas; otras, con el lema “Never ride alone”; cubiertas decoradas con impactos de bala simulados o escudos oxidados que parecían salidos de una película del oeste. Algunas exhibían al Che Guevara, otras llamas o incluso la efigie de un indio. A la aclamada cita organizada por el Vespa Club Vitoria acudieron clubes moteros de Miranda, Palencia o de agrupaciones con nombres tan pintorescos como Los Flipaos, e incluso quienes presumían de haber completado la ruta de los Picos de Europa sobre una Vespa.
Si una motocicleta es fácil de distinguir y de reconocer, esa es la Vespa. Se trata de un símbolo del cine italiano, un icono cultural tanto en el cine como en la moda, que destaca por su diseño vintage y elegante, además de por su agilidad y comodidad en el manejo urbano. Y no menos importante: es una moto muy fotogénica.
A las 10.15, tras reponer fuerzas con el desayuno en uno de los bares cercanos a la Plaza de la Provincia, finalizadas las fotografías de rigor y los abrazos de despedida, los participantes pusieron en marcha sus motores. Uno a uno fueron saliendo de la Plaza de la Provincia, dejando tras de sí el aroma a gasolina y la curiosidad de decenas de transeúntes que se acercaron a la carretera. Les aguarda una ruta de 100 kilómetros, con parada para almorzar en Amurrio, en la taberna El Frontón, antes de concluir en el Bahk.
Desde la organización, con el objetivo de reunir ejemplares de todas las épocas, apelaban a “que regales a tu moto una sesión de rejuvenecimiento y le des algún capricho: un nuevo juego de neumáticos, una puesta a punto del motor, un baño de sales o una dosis de aire a presión a sus neumáticos”.