“¡No me esperaba tanta gente!”
El apagón eléctrico no bloquea la diversión en las campas, donde miles de alaveses degustan al sol talos, quesos y sidras
El apagón general que ayer tiñó de incertidumbre la Península no frenó la festividad en Álava; al menos no del todo, más allá de algunos incidentes a la hora del cobro con el datáfono.
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Lo cierto es que, desde primera hora de la mañana, tal y como marca la tradición cada 28 de abril en el territorio, miles de alaveses subieron en masa hacia las campas de Armentia para disfrutar de San Prudencio bajo un agradable sol primaveral, protagonista durante toda la jornada. Eso sí, no sin hacer antes una parada fotográfica frente al monumento románico que honra la memoria del Patrón del territorio y que ya luce nuevos ramos de flores. Precisamente en el Santo, maceros, trompeteros y txistularis protagonizaron un divertido retrato de familia antes de sumergirse, al igual que el resto de vecinos y vecinas, en los actos festivos en los alrededores de la Basílica de Armentia.
Todo empezó con el recorrido por los diferentes puestos de venta ambulante que avivaron el ambiente festivo y pusieron a prueba el paladar de la población con su gastronomía variada; desde quesos y embutidos hasta las tradicionales rosquillas o barquillos, entre muchos otros.
“Es una día en el que se junta mucha gente, hay mucha fiesta, música... Un poquito de todo”
Fue la primera vez que Joaquín Aliaga llevó su marca, Las Tres Sierras, a esta cita alavesa para presentar sus deliciosos quesos artesanales. Precisamente, La Nava, un queso de cabra de leche cruda de 3 meses de maduración, está entre los cinco mejores del Estado en su categoría. “Es cremoso, suave, entra muy bien al paladar y no es tan fuerte como la gente se piensa”, explicaba el elaborador navarro, quien compartió con DIARIO DE NOTICIAS DE ÁLAVA que “había oído hablar sobre San Prudencio, de hecho nos lo habían recomendado, pero no me esperaba que fuese a haber tantas personas”.
Un toque dulce a la fiesta
A pocos metros, Olga Chocarro, al frente de la barquillería El Capotico (Olite, Navarra), exhibía en el mostrador de su caseta una amplia variedad de este crujiente y rico producto. “Hacemos barquillos de sabores, la torta de txantxigorri, garrapiñados, magdalenas rellenas... Y, por Vitoria, las vendemos de maravilla. Solemos venir a muchos mercados unas cuatro o cinco veces al año”, expresaba la comerciante en conversación con este periódico. Además, se mostraba contenta por el “buen ambiente” que se respiraba, en lo que tuvieron que ver, y mucho, las temperaturas.
No muy lejos, Abraham Pinillos, al frente de Artesanía La Rioja, mostraba los diferentes tipos de patés artesanales y embutidos que en San Prudencio quería mostrar a los vecinos de Álava. “Tenemos los productos típicos de los pueblos de la Sierra, siguiendo las fórmulas tradicionales, 100% naturales y sin gluten”, desgranaba Pinillos. Un total de seis variedades de paté; pimienta verde con pimiento rojo, con setas, con trufa negra así como otros más clásicos. “La gente cuando ve alguna cosa diferente, tira más hacia ella”. Aunque aseguraba que todos tienen su tirón y su público. “Vienen a comprar, a darse su paseo de domingo. La verdad es que estamos agradecidos”, exponía el comerciante.
3.000 talos con sello alavés
Dicen que las buenas tradiciones no deben cambiar. De ahí que un año más, disfrutar de un rico talo en la mejor compañía, fuera ayer una de las estampas más repetidas. En el puesto de Arabako Taloak, no faltaron cuadrillas y familias para degustar uno. Con el arduo trabajo de 18 personas se hace posible que, en jornadas como San Prudencio, se preparen alrededor de 3.000 talos. Según calculaba Simón Pérez, responsable del negocio, se pueden llegar a invertir cerca de 300 kilos de harina. “Esperamos que venga muchísima gente hoy”, exponía a su lado Sara Vivas mientras se encargaba de la mezcla de la harina de maíz, sal y agua “tibia”.
Lo cierto es que sea de txistorra, chorizo, panceta o incluso vegano, el talo mantiene su tirón. Prueba de ello fueron las densas filas que aguardan las casetas y los grupos de personas que disfrutaron de él alrededor de estos quioscos gastronómicos. Como lo hicieron Anabel, Tony y Arantxa con los txikis de la casa. Cada uno con su talo de txistorra en la mano, aseguraban que no se pierden este día. “Veníamos a por el talo y a por rosquillas, lo típico, ya sabes”, bromeaba Tony. Asimismo, recalcaban que este año han querido venir antes para poder adelantarse así a las tropas de alaveses que llegan en masa a partir de la hora punta, que suele ser a las doce del mediodía.
Miles de alaveses subieron en masa hacia las campas de Armentia para disfrutar de San Prudencio bajo un agradable sol primaveral
Sobre el césped, en un rincón más sombrío, Jessica, Diego y Saray disfrutaban de unas patatas fritas y otros tantos pintxos de champiñones mientras observaban el trajín de personas que desfilaban por los puestos. Confesaban que les gusta venir a primera hora para evitar “las aglomeraciones”. De ahí que llevara con sus dos txikis desde las 10.30 horas. “Viniendo con niños lo mejor es hacer el recorrido lo más rápido posible y después sentarse en las campas a disfrutar”, sostenía la gasteiztarra, quien agregaba que no hay San Prudencio que se pierdan. “Venimos todos los años. De hecho, no nos vamos nunca de vacaciones para disfrutar de este día y de Estíbaliz”.
A decir verdad, de lo que más disfruta esta familia de Vitoria es del ambiente. “Es una día en el que se junta mucha gente, hay mucha fiesta, música... Un poquito de todo”, apuntaba.
Herri kirolak, cita imprescindible
Dar un paseo por los tenderetes también era la prioridad de Mikel, Ibai, Sonia, Ania e Imanol, quienes jamás faltan a la cita alavesa. “El talo es parada obligatoria” comentaba Mikel. La sidra al parecer también, pues brindaban con ella para la fotografía que acompaña a estas líneas. Además de ese lado gastronómico que tanto gusta, la cuadrilla gasteiztarra esperaba ver la exhibición de Herri Kirolak, uno de los momentos más esperados que arrancó a las 12.30 horas.
Con la emblemática estampa de la basílica de San Prudencio al fondo, Erika, Izaro y Matilde disfrutaban del sol radiante en pleno césped. Y lo hacían vestidas de neskas. “Solemos venir siempre por la mañana con la familia, vemos los puestos y comemos algo. Por la tarde también, para ver el concierto”, señalaban las jóvenes.
Y es que San Prudencio es una fiesta para celebrar como se quiera, aunque, visto lo visto, las costumbres se repiten año tras año y de generación en generación.