Cuando alguien se acostumbra a lo bueno, luego le cuesta renunciar a ello. Pero al Deportivo Alavés no le quedó otra en el verano del 2022, cuando vio marchar a Fernando Pacheco. Ese fue uno de los costes a pagar por el dramático descenso a Segunda División: decir adiós a una de las leyendas modernas del club y a la que Mendizorroza había visto llegar a ser uno de los mejores porteros de su historia. Para muchos, incluso, el mejor.

Perder a Pacheco fue perder al guardián del Paseo de Cervantes. Y eso, como era de esperar, derivó en una ola de preocupación. Lo que pocos alavesistas se imaginaban por entonces es que la solución estaría en casa. En un portero que, hasta ese momento, había estado permanentemente a la sombra del pacense y que, en sus discontinuas apariciones, solo había transmitido nervios bajo los palos. Es decir, inseguridad.

Quien lo tuvo muy claro fue el Alavés. La secretaría técnica, encabezada por Sergio Fernández, no miró al mercado y decidió apostar por Antonio Sivera. Y el tiempo les ha dado la razón. Hoy por hoy, el de Jávea es indiscutible. Y a nadie le sorprende, porque es de esos porteros que dan puntos, lo cual es muy valioso para un equipo como el albiazul. Cuando peleas por la permanencia en la máxima categoría, cada crédito vale oro.

Ahora bien, nada de lo anterior es novedad. Sacar esta vez a Sivera a la palestra tiene un sentido. Salvo que abandone Vitoria-Gasteiz durante el verano –sería una gran sorpresa–, el alicantino hará todavía más profunda su huella en la historia del Glorioso: la siguiente será su novena campaña consecutiva como babazorro. Algo que, en los más de 100 años de vida del club gasteiztarra, solo han conseguido otros seis futbolistas.

Con dos de ellos, los más modernos, coincidió el de Jávea. Manu García defendió la zamarra albiazul entre 2012 y 2021, desde Segunda B hasta la élite, y Víctor Laguardia lo hizo entre 2014 y 2023. Antes de ellos, Martín Astudillo, Jesús María Larrañaga, Modesto Tobalina, Primi Ruiz, Miguel Ibarra, Antero González y Jacinto Quincoques fueron los que llevaron el escudo del Glorioso en el pecho durante nueve ejercicios consecutivos.

Manu García defendió la zamarra albiazul entre 2012 y 2021 y Víctor Laguardia entre 2014 y 2023. Antes de ellos, Astudillo, Larrañaga, Tobalina, Ruiz, Ibarra, Antero González y Quincoces llevaron el escudo albiazul en el pecho durante nueve cursos seguidos

El récord, por cierto, lo tiene Antero, con 14 temporadas seguidas, aunque varias de ellas sin competición. En sus primeros años de vida, el Alavés solo jugaba amistosos –varias de las de Quincoces también son así–. Igualmente, no se ha considerado cortar la racha en casos como el de Astudillo, que estuvo cedido media campaña en Osasuna. Por lo mismo pasó el propio Sivera, a préstamo en el Almería durante seis meses (19-20).

Su llegada

Esta historia, cada vez más longeva, de Antonio Sivera como babazorro comienza en el verano de 2017. Y, como todo buen relato, cuenta con su etapa de superación. La de un joven portero que tomó la difícil decisión de dejar su casa, el Valencia, y poner rumbo a Vitoria en busca de una oportunidad que, a su modo de ver, no le iba a llegar como che. Su inconveniente fue que se encontró, como se ha adelantado, con un Pacheco estelar.

Sivera, emocionado el día del ascenso en Orriols

Ese sobresaliente nivel del pacense, que llamaba a las puertas de la selección, no le dejó brillar. Y eso que, entre otros logros, resultó campeón del Europeo sub-21 en 2019, junto al gasteiztarra Martín Aguirregabiria. Se le consideraba uno de los guardametas con más futuro de España, tanto como para ser titular en aquel combinado por delante de Unai Simón, pero jugaba poco como albiazul y, cuando lo hacía, no rendía bien.

Desde su llegada en verano del 2017 hasta enero del 2020, Sivera solo jugó 16 partidos como babazorro, la mayoría de Copa. Una participación insuficiente que el Glorioso trató de solucionar cediéndole al Almería, por entonces aspirante al ascenso a la élite. El problema fue que de poco sirvió su periplo por Andalucía, pues en medio curso apenas disputó cuatro encuentros. Fernando Martínez, de la casa, le quitó el hueco.

Decepcionado, como es lógico, Sivera regresó al Alavés, aunque pudo no haberlo hecho: en el acuerdo de préstamo entre el club gasteiztarra y el almeriense había una opción de compra obligatoria en caso de ascenso de los indálicos. Y menos mal que no se hizo efectiva. En ese caso, la afición albiazul se hubiera quedado sin ver al que hoy es su gran guardián, capaz de igualar lo que hizo su predecesor en la meta de Mendizorroza.

No fue, eso sí, hasta 2022 –y en Segunda– cuando al alicantino se le abrieron las puertas para demostrar su valía. Aun con algunas dudas en las primeras jornadas, Sivera pronto cogió la confianza que necesitaba y, sin las inseguridades de temporadas previas, empezó a demostrar lo que es: un portero de élite. Fue clave en el ascenso con Luis García y también en las dos salvaciones siguientes. Y eso que la última no ha sido fácil para él.

No fue hasta 2022 –y en Segunda– cuando al alicantino se le abrieron las puertas para demostrar su valía. Aun con algunas dudas en las primeras jornadas, Sivera pronto cogió la confianza que necesitaba y empezó a demostrar lo que es: un portero de élite.

Cayó lesionado en dos ocasiones, ambas por encontronazos con los rivales, y eso le cortó el ritmo cuando más le necesitaba al equipo. Aun así, supo mantenerse firme, entrenar al máximo para volver lo antes posible y acabar siendo decisivo en la gran recta final que completó la escuadra de Coudet. Sus paradas influyeron sobremanera en que el Glorioso solo encajara cuatro goles en las últimas nueve jornadas del campeonato.

Pieza cotizada

Y su gran nivel, por supuesto, no ha pasado desapercibido lejos del Mendizorroza. No ha habido verano, desde que empezó a ser titular, que no hayan llegado ofertas para llevárselo de Vitoria-Gasteiz, pero el Alavés siempre ha hecho oídos sordos. Algo a lo que, además, ha ayudado la actitud del propio Sivera, quien se siente eternamente agradecido por lo mucho que confió el club babazorro en él mientras peleaba contra sus fantasmas.

“Es el club quien debe valorar cuando llega una oferta. Pero a mí, ahora mismo, no se me pasa por la cabeza cambiar. Si algún día el Alavés recibe una gran propuesta y me dice que me tengo que ir, pues me iré. Mientras tanto, solo pienso en descansar y volver a tope en julio para seguir defendiendo esta camiseta. Ojalá haya muchos años más de Antonio Sivera en el Glorioso”, manifestó en una entrevista reciente con este periódico.

Y raro sería, aunque nada puede asegurarse en el fútbol, que la entidad albiazul se planteara siquiera desprenderse de su guardián. No solo por la seguridad que aporta bajo los palos, habiendo convertido la excelencia en algo casi habitual, también por su proyección –él mismo dice que no ha tocado techo– y por todo lo que ha vivido como babazorro. Pocos saben como Sivera lo que significa formar parte del Alavés.

Sivera vio cerradas las puertas de las titularidad en los primeros años al tener delante a Pacheco Redacción DNA

El de Jávea estuvo en la remontada de Girona, vio cómo el equipo estuvo muy cerca de volver a Europa, también sufrió el descenso a Segunda y fue protagonista del desenlace de película en Orriols. Ocho temporadas, rumbo a la novena consecutiva, y 139 partidos dan para mucho. Más aún en el Glorioso, con quien tiene contrato hasta 2027.

Soñé que metía el gol de la salvación. Al final, después de tantos años, tengo un sentimiento especial hacia este escudo y me encuentro con la confianza necesaria para seguir ayudando en todo lo que pueda”, recalca.