El próximo 10 de mayo, el Palacio Europa servirá de escenario para acoger una nueva edición de TEDxVitoriaGasteiz, donde participará como oradora Carmela Ríos, periodista de larga trayectoria.

Cuenta atrás para la cita ¿qué puede adelantar de ella?

–Vamos a hablar de las redes sociales en todas sus caras, todo lo bueno que se puede hacer con ellas, pero también todos los desafíos que nos están planteando ahora mismo. Presentaré el panorama actual, en el que las redes se han convertido en uno de los elementos centrales de la comunicación en todos los órdenes. Una llamada a aprender de ellas, aprender a utilizarlas bien para que sirvan para mejores funciones, no dañar a las personas y a la sociedad.

¿Cree que actualmente se hace un buen uso de ellas?

–Es un ecosistema que evoluciona a tanta velocidad que nos exige una preparación y una adaptación muy grande. Yo creo que el problema que tenemos no es que las utilicemos mal, sino que las utilizamos de una forma que hubiera sido adaptable a un uso hace algunos años, pero en el día de hoy ya no. Por ejemplo, cuando abres tu cuenta de Instagram o de Tiktok y empiezas a hacer scroll sin ningún tipo de restricción, estás aceptando la selección de contenidos que para ti ha hecho un algoritmo. Lo que tenemos cada vez más claro es que en ese criterio del algoritmo no solamente hay algo de tus gustos, sino que también pasan cosas como el interés del propio algoritmo por unos determinados contenidos que económicamente vengan bien, porque hay publicidad, por ejemplo. El otro problema es que el algoritmo suele presentar todo lo que es emocionalmente muy potente, en el buen y en el mal sentido. Todo lo que genera miedo, agresividad o enfado avanza con más fuerza, porque al ser tan emocionalmente intensos, consiguen una mayor viralización.

¿De qué forma se le puede poner freno a los intereses del algoritmo?

–La redes sociales necesitan espíritu crítico y una mejor forma de selección para no ser carne de algoritmo. Se trata de ser más conscientes de cómo son hoy y de cómo han evolucionado. Están diseñadas para que sean adictivas, para que mires el reloj y digas llevo media hora viendo vídeos de TikTok. La red va a intentarte enganchar lo máximo posible para que ellos te sigan poniendo contenidos, publicidad y sigan ganando dinero. Al final, tu adicción es su producto.

Los bulos y la desinformación parecen estar a la orden del día en las distintas plataformas digitales, ¿es fácil caer en estos contenidos?

–Sí. El problema es que ahora mismo tenemos toda una tecnología a disposición de la desinformación que no tiene límites. Se puede hacer de todo. Una noticia, una página web, una cuenta en una red social, un vídeo o una foto que parece de verdad. Generarte una realidad es lo más sencillo del mundo. Y esa es otra de las cosas que tenemos que tener en cuenta, que vivimos en un mundo donde la información nunca ha tenido tantas posibilidades, un mundo donde la información y desinformación se pueden mezclar de una forma muy natural. Y las redes sociales son su ecosistema natural. Es muy fácil hacerte partícipe de la desinformación. Y es ahora cuando estamos viendo las consecuencias que tiene para nuestra democracia. Está siendo letal. Tenemos que luchar contra la desinformación, y no solamente los verificadores o los periodistas que se dedican a denunciar esto, sino todos, como sujetos de una sociedad democrática, tenemos un papel que jugar.

Sobre X...

Quería preguntarle por la red social X, ¿por qué está perdiendo usuarios?

–Por resumirlo de alguna forma, hemos pasado de ver una red social que se comportaba como tal a un órgano de propaganda al servicio de una determinada ideología, como es la extrema derecha. Desde la adquisición por parte de Elon Musk de la red social Twitter, todos los pasos de la plataforma han ido encaminados a ir dilapidándolos medios para combatir la desinformación y, en nombre de la libertad de expresión, abrir la puerta a todo tipo de información y de contenidos que en las redes no existía antes.

¿Cómo cuáles?

–De todo tipo; desde porno, estafas, proselitismo, elogio de la figura de Adolf Hitler, del fascismo... Ese modelo impulsado desde el propio Musk se ha convertido en un lugar donde uno ya no ve los contenidos de las personas que sigue, de sus amigos, sino donde el algoritmo de recomendación, que te ofrece todos los contenidos de las cuentas que selecciona previamente. Un algoritmo diseñado por Elon Musk. Lo que hemos vivido con X ha sido una mutación.

¿Cuáles son las consecuencias?

–Esto ha dado fuelle y fuerza a todas las ideologías radicales de todo el mundo que han encontrado en X un paraíso de difusión.

En uno de sus artículos de opinión publicados en El País habla precisamente de esto.

–Sí, de una forma natural, lo que causa mucha risa o enfado al final acaba beneficiando a todos los partidos políticos que funcionan con ese caudal emocional como explosivo, que suelen ser las formaciones más radicales. Hemos comprobado que en numerosos procesos electorales, durante las campañas, en las redes sociales los contenidos que vienen por sistema, recomendados por el algoritmo, no son los de los partidos moderados, sino aquellos más radicales, la extrema derecha. Nos hemos encontrado con este problema añadido al margen de lo de X, que se ha convertido ya en un ecosistema muy propicio para ello.

En relación a todo ello, ¿qué ocurre con esos comentarios ofensivos escondidos en un anonimato?

–Muchas personas no entienden por qué una red social no obliga a dar un DNI a la hora de abrir una cuenta. Eso tiene su parte de lógica, pero claro, de esa forma, no se podrían utilizar cuentas de activistas o personas anónimas opuestas a regímenes dictatoriales. El anonimato en la redes es una cuestión más compleja de lo que a priori parece. Partiendo de esa base, en la propia evolución de las redes sociales lo que hemos visto es el fenómeno acoso o troleo. Funciona muy bien. Construir un mensaje de odio, de criminalización o de ridiculización a una persona concreta. La imagen me lleva a mí a un patio de colegio, donde hay una persona que está más aislada y todo el mundo se ríe ella. Al final, en las redes, se tiende a formar como una especie de comunidad en torno a los que odian a esa persona, que termina quedando aislada. Yo creo que esa dinámica se repite mucho. Hay gente que se encuentra integrado en ese troleo y eso ha funcionado bien entre el algoritmo porque en el momento en el que hay humor y odio, un sentimiento emocional muy negativo, va a conseguir que esos contenidos se muevan, se viralicen y se compartan más. Esa manera de hacer política en redes sociales es muy efectiva.