La masacre del 3 de Marzo de 1976 fue un durísimo golpe para Zaramaga. Marcó el presente y futuro del barrio obrero coloreado de ladrillo rojo. Con todo, Vitoria no fue la única ciudad que sufrió por la represión franquista.

A raíz del asesinato de Pedro María Martínez Ocio, Francisco Aznar, Romualdo Barroso, José Castillo y Bienvenido Pereda, a 491 kilómetros, otra familia y otra ciudad vistieron luto para llorar la muerte de Juan Gabriel Rodrigo Knafo, trabajador fallecido en Tarragona, tras las protestas desatadas por la masacre de Gasteiz.

Ambiente enrarecido

49 años después, la muerte de Juan Gabriel está sin resolver y la familia, a la espera del permiso para exhumar su cadáver. “Lo de Vitoria está claro, pero nosotros no podemos decir todavía cómo murió, solo que se refugió en una casa, subió las escaleras perseguido por dos policías, cayó al vacío desde una terraza y falleció”, detalla José Antonio Giménez, cuñado y portavoz de la familia, desde Puertollano, donde ahora reside. 

“¿Qué pedimos? Justicia, reparación y limpiar el nombre de Juan Gabriel”, apunta el marido de María Teresa, la hermana pequeña del fallecido Juan Gabriel. Testigo de la joven vida y prematura muerte a los 19 años de aquel “chico alto, fornido, emancipado, con novia y muchos planes de vida truncados”, Giménez narra a DNA lo ocurrido aquellos fatídicos días de marzo del 76 en la urbe catalana.

Familiares del fallecido Juan Gabriel Rodrigo Knafo. Cedida

El ambiente que se respiraba ya era raro tras la muerte del dictador y no solo en Tarragona, también en Alicante, Barcelona, Madrid...; el caldo de cultivo perfecto para que los hechos de Vitoria fueran la gota que colmó el vaso. “No podíamos consentir que la muerte de Franco se convirtiera en un retroceso, como se pretendía y como realmente fue”. 

El detonante

El 3 de Marzo fue, por lo tanto, el detonante para que ocurriera lo que sucedió en Tarragona. “Saber que en Vitoria habían masacrado, además gaseando una iglesia en contra del concordato, a unos compañeros que llevaban meses luchando (...) Fue la gota que colmó el vaso, así que en refinerías acordamos el 4 de marzo en asamblea elevar a protesta lo sucedido en Vitoria”.

La marcha de protesta partió el 5 de marzo de la refinería de La Pobla de Mafumet hasta la ciudad de Tarragona, a unos 13 kilómetros, para manifestarse por lo ocurrido en Vitoria. Juan Gabriel murió ese día.

“No todos los trabajadores se sumaron a la marcha, acudimos unos tres mil, vestidos con traje de faena; ten en cuenta que por entonces estaban en construcción el complejo petroquímico y la central nuclear de Ascot, dos lugares emblemáticos para el movimiento obrero de Tarragona, y ya llevábamos tres o cuatro meses de protestas”, contextualiza Giménez. 

La marcha

“La marcha discurrió por la carretera general, escoltados por varias lecheras de la Policía Nacional; al llegar a Tarragona, a la altura de la cárcel, tenían cerrado el acceso con un montón de vehículos policiales y agentes con material antidisturbios”, describe.

“Ahí empezó todo; nos dispersaron, se emplearon bien; ese día había en Tarragona Policía de Barcelona, Lleida, Castellón y hasta de Valencia; ya intuían la gravedad de lo que podía ocurrir, como así fue”, continúa.

José Antonio Giménez. Cedida

Entonces, “nos dispersamos y se lanzó la consiga de juntarnos en la rambla, acudimos a la llamada unos 900 manifestantes; el resto, ante la magnitud de la represión policial, se fue a su casa, a refinerías a recoger sus cosas o a olvidarse del asunto”. 

Una ratonera

“Ya en la rambla, aquello se convirtió en una ratonera; tenían muy bien estudiadas las posibles zonas de fuga, así que se situaron al inicio de la amplia avenida que da al balcón del Mediterráneo y en calles adyacentes, empujándonos hacia arriba, mientras nos defendíamos como buenamente podíamos, con ladrillos de edificios en construcción, etc”. 

Llegó un momento, a mitad de camino, en la calle Unión, que aquello era un hervidero de policías. “Juan Gabriel y yo nos encontramos en la esquina de la entonces calle Hermanos Landa, hablamos de quedar en unos días para salir, como era el novio de su hermana, lo típico, conversaciones de chicos de 18 y 19 años”, rememora Giménez. 

Sin embargo, “cuando ya vimos que la situación se estaba complicando demasiado porque la Policía venía arrasándonos, yo tiré hacia la rambla vieja, pasé como pude entre la Policía y logré escabullirme, aunque me dieron unos cuantos palos, pero Juan Gabriel, no”, recuerda, al tiempo que toma aire y prosigue su relato. 

Cayó al vacío

“Juan Gabriel avanzó en otra dirección y a 25 metros encontró un portal abierto en un edificio de tres plantas al que entró para refugiarse, pero dos policías nacionales le observaron y persiguieron escaleras arriba; Juan Gabriel entró a la terraza, abierta, y ya no tuvo escapatoria”, recuerda el portavoz de la familia. 

Juan Gabriel Rodrigo Knafo, fallecido en Tarragona, tras las protestas por los trágicos hechos del 3 de marzo de 1976 en Zaramaga.

Juan Gabriel Rodrigo Knafo, fallecido en Tarragona, tras las protestas por los trágicos hechos del 3 de marzo de 1976 en Zaramaga. Cedida

“¿Qué ocurrió en aquella terraza? No lo sabemos, solo que Juan Gabriel cayó al vacío y falleció, y que los dos policías bajaron por las escaleras. Cuando se dieron cuenta de que había muerto, acordonaron y despejaron la zona para tratar de escabullir el bulto, y empezaron a correr mil historias sobre lo ocurrido, bulos de todo tipo, desde que Juan Gabriel estaba robando en la vivienda hasta que era amante de la mujer de un policía y se había enfrentado a los agentes, etc.

Hasta el día 6 de marzo no se notificó a la familia el fallecimiento. “A mi suegro y mi cuñada mayor les dijeron en un principio que estaba herido en el hospital Santa Tecla, pero en cuanto pidieron más explicaciones, les confesaron que murió en la manifestación y que si querían hacerse cargo del cadáver, tendría que ser en la piedra del cementerio; diez segundos les dejaron para identificar el cadáver; después, se celebró el entierro, casualidad en la iglesia de San Francisco, como en Zaramaga”.

En comisaría

Por supuesto, la familia no se creyó la versión oficial de la muerte de Juan Gabriel, pero en aquellos momentos se asustó mucho. “Mi suegro era exiliado de guerra, treintaitantos años estuvo fuera del país, donde rehizo su vida, hasta sus padres lo habían dado por muerto, y cuando le permitieron regresar a España, vino acompañado de su mujer e hijos, pero tenía en su casa vigilancia policial de continuo”, explica.

“Cuando fui con mi suegro a la comisaría a recoger los efectos personales de Juan Gabriel y a pedir explicaciones, mi suegro, como republicano de pro, se alteró muchísimos y allí se montó la de dios. De hecho, desde aquel momento se sumió en sí mismo y a los pocos años falleció, no llegó ni a cobrar la jubilación”, se apena.

La familia tiene muy claro que a Juan Gabriel lo mataron, no sabemos si de un tiro, de culatazos o de un pelotazo lanzado a bocajarro. “El caso es que cayó al vacío y no se rompió ni un brazo ni una pierna, cayó como un fardo.

La conclusión de los forenses es que, cuando caes vivo, tratas de proteger tu cuerpo, poner las manos, al menos, para amortiguar el golpe, aunque sepas que vas a morir”. 

Testigos desaparecidos

Además, “es curioso que en el análisis forense de entonces aparezca una anotación que dice: No se observaron disparos. ¿A qué viene este apéndice si no hubo disparos?”, indica, tras haber cotejado con expertos aquel primer análisis forense, en su opinión, dictado ad hoc porque había que salvar el culo a quien fuera. De hecho, hicieron desaparecer a dos testigos: "Marcharos, que no se os vea por Tarragona si no queréis acabar de la misma manera, les dijeron”.

Reconocimientos y homenajes

Años después, “mi hija, que es muy inquieta, me pidió que le contara lo ocurrido y ahí comenzamos a movilizarnos, a ponernos en contacto con personas que habían seguido el tema de cerca y recopilado datos; a hablar con partidos políticos, movimientos vecinales y a homenajear cada año el nombre de Juan Gabriel; pusimos una placa en su nombre, el Ayuntamiento la retiró, pero la volvimos a colocar, con el respaldo de la ciudadanía, y ahí sigue”. 

A día de hoy, Juan Gabriel tiene el reconocimiento de víctima del Ayuntamiento de Tarragona y un monolito con placa en la ciudad. El próximo 9 de marzo, Tarragona volverá a rendirle homenaje.

“Intentamos que la fecha sea la más cercana posible al 6 de marzo, día que se notificó su muerte. También queríamos acercarnos a Vitoria, pero este año se me ha complicado por un asunto médico, ya hemos estado en más ocasiones en los homenajes del 3 de marzo. Estamos hermanados con Zaramaga”, asiente.