Alfafar, Catarroja, Algemesí y Benetúser son los cuatro municipios valencianos que resuenan ahora en la memoria de David Campo, voluntario de la Cruz Roja en Álava que durante cinco días ha podido ser testigo de los daños materiales y el dolor humano que ha dejado tras de sí el paso de la DANA.

El pasado domingo 3 de noviembre, este vecino de Vitoria, junto a un equipo de diez voluntarios de la organización —cuatro de Álava y el resto del territorio vizcaíno— partieron en dos todoterrenos y otras dos furgonetas hacia el primer destino, Alfafar, para comenzar un trabajo de “sol a sol”, con turnos de 12 horas durante tres días completos. 

Campo relata a este diario como durante esa primera jornada la tarea que les fue encomendada consistió en repartir material logístico a la flota vasca de bomberos que estaba desplegada a lo largo y ancho del parking del Ikea de la localidad; lugar en el que descansaban tras intensas horas de trabajo. En este sentido, los voluntarios les entregaron camas y mantas.

Una vez terminaron allí, viajaron hasta la localidad de Catarroja – a tan solo 8 kilómetros​de la capital valenciana– para acometer labores de limpieza y desescombro.

Al día siguiente, se desplazaron hasta Algemesí, donde el apoyo logístico volvía a ser requerido. “Nos habían pedido desde la Unidad Militar de Emergencias (UME) que fuera gente para repartir alimentos. Y, lo que que nos encontramos fue una zona donde llegan muchos alimentos pero en grandes masas”, explica Campo.

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Clasificar la comida

De ahí la necesidad de clasificar la comida, “desde la leche entera a la sin lactosa”. “Todo lo que venía se metía en unas cajas de plástico para que después la UME los repartiera en distintos almacenes logísticos”, cuenta el voluntario de Cruz Roja. Además, también preparaban pequeños paquetes en bolsas de plástico individuales, para repartir a los vecinos y vecinas. 

"Quizás lo que más miedo te daba era abrir una que estuviera cerrada, porque también estábamos en periodo de búsqueda de desaparecidos. Por lo que existía esa posibilidad de encontrar a alguien dentro”

En materia de daños, Campo no deja lugar a dudas. “Todo necesita muchas manos, y, sobre todo, mucho tiempo. El destrozo es enorme”, asegura. Y aunque apunta que la retirada del lodo en los pisos ya está más avanzada, queda trabajo costoso en las lonjas y locales bajos. “Quizás lo que más miedo te daba era abrir una que estuviera cerrada, porque también estábamos en periodo de búsqueda de desaparecidos. Por lo que existía esa posibilidad de encontrar a alguien dentro”, expone Campo.

La cuarta y última parada fue Benetúser, “donde más queda por hacer”. “Las calles estaban totalmente llenas de enseres y coches. Ocho días después de la DANA. aún se estaban retirando vehículos de la calle, a un ritmo en el que cada cinco minutos había una grúa. Se iban apilando en un campo de fútbol, una especie de cementerio de coches”, narra. 

“Con ganas de contar”

El trabajo de los voluntarios sobre el terreno no ha quedado en un segundo plano durante estas semanas en la comunidad; aportando ayuda tanto material como psicosocial. Ciudadanos de distintas partes del Estado; hasta de lugares como Ceuta, Galicia o Asturias. “Había muchísima gente”, afirma. 

Y su presencia fue más que agradecida entre los residentes, quienes se mostraban “con ganas de hablar”. “Siempre querían contarte lo que habían vivido y cómo lo habían vivido. Tenían esa necesidad”.

"Hay compañeros míos que han ido y ya están en lista para volver. Todos nos hemos ido con la sensación de que queda mucho por hacer"

Cruz Roja tiene desplegado una flota de 800 voluntarios diarios trabajando en las distintas zonas dañadas. “Hay compañeros míos que han ido y ya están en lista para volver. Todos nos hemos ido con la sensación de que queda mucho por hacer, porque hemos aportado un grano en algo muy grande”, reitera Campo.