En mitad de la fiesta recién desatada, como cada cada año desde hace décadas, los cofrades de la Virgen Blanca salieron este domingo 4 de agosto con el ocaso desde el museo de la calle Zapatería para procesionar con las delicadas obras de arte que constituyen uno de los patrimonios más singulares de la capital alavesa, y que al menos desde 1895 conforman una de las citas esenciales de las celebraciones de agosto en Vitoria.
Decenas de personas, y también los componentes de la Corporación municipal, se sumaron al recogido procesionar en ese paréntesis en el que el programa de La Blanca renuncia al jolgorio por unos breves momentos para recordar que la fiesta de estos días gira en torno a la patrona de Vitoria.
En los márgenes del recorrido diseñado por Manuel Díaz de Arcaya, oriundos y visitantes se detenían a contemplar esas carrozas de elaborados vidrios que protegen unos faroles que en su origen, más de un siglo atrás en el tiempo, apenas se componían de cartón y cera, y que ahora dan luz calor y calor a la devoción por la Virgen Blanca con modernos y eficientes dispositivos LED sufragados por particulares.
284 faroles
En total, a día de hoy en la sede de de la Zapa se guardan 284 faroles que simbolizan cada una de las partes de la oración del rosario.
Fue Díaz de Arcaya quien impulsó un rosario de los faroles que daría brillo y lustre a una procesión que se venía efectuando en honor de la Virgen Blanca en la noche del 4 de agosto desde 1614, pero con un carácter mucho más modesto del que adquiriría a partir de finales del siglo XIX.
Este domingo, de nuevo, los faroles desfilaron por las calles Zapatería, Mateo de Moraza, plaza de la Virgen Blanca, Prado, Becerro de Bengoa, San Antonio, Manuel Iradier, Dato, Postas y la plaza de la Virgen Blanca, en una manifestación de fervor religioso que en Vitoria brilla cada 4 de agosto con un luz especial.