Las grandes aventuras rodadas en plena naturaleza son el motor de vida de Javier Rojas, un gasteiztarra amante de la montaña y del deporte que suma, a lo largo de esta semana, una nueva expedición en tierras africanas.

Ni la ceguera por retinosis pigmentaria ni los respectivos efectos que pueden reducir su movilidad, en cierto modo, han frenado la inquietud de este deportista miembro de la ONCE a la hora de conquistar algunas de las cimas más atrevidas, como el Kilimanjaro (Tanzania), destino hacia el puso rumbo el pasado jueves 21 junto a su compañero y guía profesional Yosu Vázquez y otros quince valientes, algunos de ellos también con discapacidades visuales y auditivas.

Javier Rojas y Yosu Vázquez en una de las expediciones Cedidas

“Yo veo claridad; veo si es de día o de noche, pero eso no es ver”

“Van dos personas de baja visión de Bilbao, una persona sordociega de Madrid, una chica ciega que hace carrera de Montaña de Barcelona y yo de Vitoria como ciego, entre otros”, concretó el gasteiztarra a DIARIO DE NOTICIAS DE ÁLAVA días previos a su audaz escapada.

En imágenes: El gasteiztarra Javier Rojas volverá a subir el Kilimanjaro este fin de semana Cedidas

Tras dos días de reposo en el hotel, será el domingo 24 cuando el grupo montañero comience su caminata hacia lo alto de la cumbre africana. Nada nuevo para Rojas y Vázquez, quienes ya se estrenaron en ella en 2022, en el marco de una “expedición comercial”. Eso sí, no fue lo esperado, puesto que “la ruta fue muy técnica y se hizo en menos tiempo del que se suele hacer”. 

Mayor esfuerzo

“Un paso tuyo son tres pasos míos en esfuerzo, unido a los tropezones, que eso ya va en el guion”

“Siempre he sido el cegato de la cuadrilla”, bromea. “Yo veo claridad; veo si es de día o de noche, pero eso no es ver”, explicaba el montañero. Es cierto que el factor vista no le impide disfrutar cada experiencia, pero sí que, tal y como señala, cuenta con esa “dificultad añadida” en lo que a la movilidad respecta. “Un paso tuyo son tres pasos míos en esfuerzo, unido a los tropezones, que eso ya va en el guion”, comenta con cierto ápice de ironía.

“Cuando yo levanto las piernas, a veces voy como los caballos, porque realmente no sabes la altura a la que está la piedra o el escalón, si es de quince, veinte o treinta, entonces optas por levantar la pierna algo más de la cuenta. Eso luego se traduce en esfuerzo”, señalaba.

Experiencia bajo cero

“Todas las expediciones tienen su cosa"

En imágenes: El gasteiztarra Javier Rojas volverá a subir el Kilimanjaro este fin de semana Cedidas

Esfuerzo también el que hizo en 2020 en una expedición en el Ártico, concretamente en Noruega, sin barras direccionales, sin bastón y sin su perro (Luik), convirtiéndose en el pionero a nivel estatal en hacerlo en estas condiciones.

“Todas las expediciones tienen su cosa. Aquella también fue brutal, una experiencia inolvidable”, resalta. Fue en un lago congelado cero donde pasaron diez días a 25 grados bajo cero en tiendas de campaña, conocidas como tipis.

“A Yosu siempre le he dicho que me gustaría estar suelto y no necesitar a nadie ni ningún tipo de herramienta para poder andar”

“¿Sensación fría? Sí, precisamente verano no era, –reía – pero no pasé frío porque íbamos bien equipados”. Una aventura “increíble” que recuerda por la sensación de libertad que experimentó. “A Yosu siempre le he dicho que me gustaría estar suelto y no necesitar a nadie ni ningún tipo de herramienta para poder andar”, exponía.

Filosofía

“Cada uno tiene sus propias cosas que le tiran para arriba”

“A veces, en la montaña, el reto no es la altura, la cabeza hace mucho”, remarcaba. De hecho, insiste en que es el factor más importante porque “el cansancio te ataca de muchas formas”, entre ellas, con “bajones”. Y, para hacerles frente, sus hijos le envían esa energía para continuar el camino. “Yo me imagino que una bota es Egoitz y la otra Maialen”. Repetía en mi mente “Egoitz, Maialen, Egoitz, Maialen…”, destacaba.

Un método personal que Rojas cree que puede aplicarse como filosofía a diferentes aspectos de la vida. “Cada uno tiene sus propias cosas que le tiran para arriba”, compartía. Lo que sí que queda claro es que, para este gasteiztarra, más que un hobby, “la montaña es una válvula de escape”.