Cada 4 de agosto baja Celedón desde la torre de San Miguel cuando su reloj marca que son las seis de la tarde. Y la de esta tarde no ha sido una excepción. El muñeco más famoso del aldeano de Zalduondo descendió, según lo previsto, cuando el cohete albiazul fue lanzado por la comitiva del Alavés. Y las 50.000 almas congregadas en la Virgen Blanca, tras encenderse la mecha festiva, estallaron en jubiló.

Empezaron a ondear sus pañuelos al aire cantando eso de que Celedón ha hecho una casa nueva, con ventana y balcón y a brincar como lo llevaban haciendo una hora antes de verle por la tirolina al ritmo del Yo quiero bailar de Sonia y Selena, el pegadizo Ave María de David Bisbal.

Hasta coreografiaron sin pudor alguno el YMCA de los Village People. La plaza era un reventón y su alegría fue más contagiosa, si cabe, cuando a las seis y cinco el muñeco llegó al edificio de Postas y le sustituyó su versión humana.

Un eufórico Gorka Ortiz de Urbina empezó a dar saltos empuñando su paraguas gigante en cuanto se asomó por una enorme bandera de Vitoria que tapaba el piso por el que debía asomarse. Eran las seis y seis de la tarde y el pasillo que le hicieron sus escoltas, sus compañeros de la cuadrilla Bereziak, ya era más que visible.

Consejo en práctica

A buen seguro, Ortiz de Urbina tuvo presente en ese momento las palabras que su predecesor en el cargo, Iñaki Landa, le aconsejó para cumplir con su misión en ese gran momento. Que pensara que estaba a punto de entrar en un bar atestado de clientes y quisiera llegar a la otra punta.

Y así lo hizo. En cinco minutos y diez segundos puso un pie en las escalinatas que conducen a la balconada de San Miguel. Y aunque a sus compañeros de cuadrilla se les veía cómo se esforzaban por abrirse camino, él lo hacía más feliz que nunca, disfrutando del momento.

Y eso que a mitad de camino ya su camiseta blanca estaba de color vino entre todas esas botellas de kalimotxo que volaban, esta vez sin tapón, por normativa municipal. Pero era su último “paseíllo”, tras 21 años encarnando al aldeano de Zalduondo y lo aprovechó.

Breve receso

Y tras reponerse, en ese mirador, con todas las autoridades e invitados presentes, a las seis y veinte se desgañitó para cantar la melodía de Celedón.

Y hasta con el himno del Alavés, porque hasta en eso tuvo suerte. Un año antes pedía que el Glorioso subiera a Primera y esta tarde celebraba el ascenso con Víctor Laguardia, Josean Querejeta y Alfonso Fernández de Trocóniz, quienes no se perdieron la oportunidad de retratarse junto a él.

Y lo mismo hicieron miembros de la Corporación municipal tras ponerse el pañuelo rojo de fiestas, empezando por la alcaldesa de Vitoria, Maider Etxebarria.

"Decimos adiós a Gorka y además Vitoria vuelve a abrirse al mundo y a mostrarse como es: plural y acogedora"

“Es un día señalado. Decimos adiós a Gorka y además Vitoria vuelve a abrirse al mundo y a mostrarse como es: plural y acogedora con las miles de personas que vienen a disfrutar de La Blanca. A todas las vitorianas y vitorianos, felices fiestas. Y a quienes nos visiten, espero que se lo pasen muy bien con los más de 400 actos programados y la recomendación de que vivan la fiesta en la calle porque si algo caracteriza esta celebración, eso es el ambiente que se respira en cada rincón y plaza de la ciudad”, explicaba Etxebarria.

Tras un “nos vemos en los bares”, los congregados despidieron a Ortiz de Urbina con el Txoria txori de Mikel Laboa, a quienes, pese a lo mucho que le quieren, no les queda otra que, como dice la canción, de dejarle libre 21 años después, tal y como se prometió el mismo cuando empezó al ser elegido en 2001.

La bienvenida a las 127 horas de fiestas de este 2023 sonaba a despedida, pero por delante quedan actividades para todas las edades, así que sin tiempo que perder, a las 18.37 horas, empezó a desfilar por la Cuesta de San Francisco una veintena de vehículos y 74 operarios del equipo de limpieza municipal, para dejar la ciudad impoluta.

Operarios de limpieza tras la bajada. Alex Larretxi

Baldes de agua

Hubo vecinos que también pusieron de su parte lanzando agua desde los miradores. Y ciudadanos que retaban a quienes les regaban arrojándoles sus camisetas mojadas de cualquier bebida espirituosa.

En el mismo banco del monumento de la Batalla de Vitoria se podía haber puesto una tienda de camisetas, con todas las que allí se habían abandonado a su suerte por los que lucían tórax, pese a estar a 20 grados y un cielo plomizo que amenazaba lluvia.

“Nosotras hemos venido con chubasqueros, preparadas por si llueve y para lo que caiga”

“Nosotras hemos venido con chubasqueros, preparadas por si llueve y para lo que caiga”, decía una previsora Sara, que es de Asturias y lleva cuatro años viviendo en Gasteiz, acompañada por dos amigas de Bilbao y otra de Soria.

Y al final, la bajada se saldó sin incidentes mayores, gracias a la decena de controles policiales. Y prueba de ello es que hubo txikis que también pudieron disfrutar de esta inauguración de las fiestas, como Valentina, de 6 años, y su madre Erlinda, que la vieron desde la Correría, a la altura del número 2.

“Al principio se ha asustado un poco, pero ver el muñeco es lo que más le gusta y hasta puede tomar un helado de frambuesa”

“Al principio se ha asustado un poco, pero ver el muñeco es lo que más le gusta y hasta puede tomar un helado de frambuesa”, contaba su amatxu.