Llegó con su madre, Lesia, a Vitoria hace un año huyendo de la invasión rusa de Ucrania. Allí dejó a su padre y a su hermana mayor, Anastasiia, con la que se ha reencontrado después en Gasteiz. Sin hablar ni entender castellano y euskera, el ajedrez se ha convertido en su tablero de salvación, en la vía para comunicarse y en el trampolín que le ha devuelto parte de la felicidad que le arrebató la guerra.

Khrystyna mueve ficha como le enseñaron sus abuelos, a los que ahora gana muchas partidas, hace jaque mate a sus contrincantes y se convierte en campeona de ajedrez de Álava en categoría benjamín sin perder ni una partida. “Es especial, juega muy bien para su edad”, subraya Eider Velasco, presidenta del club de ajedrez Martintxo de Gasteiz. “No me lo creía”, confiesa la niña, emocionada al recordar el momento.

Lesia y Anastasiia, madre y hermana de Khrystyna; a su lado, su prima Sofiia, el miércoles en el club de ajedrez Martintxo donde entrena. Josu Chavarri Erralde

Sentada ante el tablero, ensaya jugadas en el club Martintxo de la calle El Torno del Casco Viejo. Le gustan las blancas y la dama (reina), aunque hoy elige negras por alternar, adelanta un peón y se concentra en la jugada, rodeada de trofeos y medallas que premian su buen juego. “En un año ha ganado tres trofeos, y en Ucrania tiene muchos más”, puntualiza emocionada su madre, mientras enseña también siete victoriosas medallas.

A Eider Velasco le sorprende que la niña pueda concentrarse al nivel que lo hace con todo lo que ha vivido, con una guerra en su mochila que le ha obligado a abandonar su vida en Leopolis. “Allí es muy habitual jugar al ajedrez, no como aquí; por eso, cuando se asentaron en Gasteiz, su madre lo primero que hizo fue informarse para que Khrystyna no tuviera que dejar este deporte”, explica Eider Velasco. “El ajedrez no tiene idioma, su lenguaje es universal, para cualquier otro deporte; por ejemplo, para jugar a baloncesto necesitaría hablar con otros compañeros; frente al tablero, no; por eso Lesia no quería alejarla del tablero de ajedrez, qué iba a hacer si no la niña en una ciudad desconocida...”, comenta.

Una fuera de serie

Así que, desde su llegada a Vitoria no se ha perdido un torneo, ha competido en Euskadi y fuera, “ayudada siempre por Eider Velasco”, subraya agradecida la madre de Khrystyna. Y promete. “A su edad todavía no se le permite competir de forma oficial, estamos esperando a que pasen los años y pueda hacerlo porque es una fuera de serie”, resalta la presidenta del club de ajedrez Martintxo en el que la niña entrena una vez a la semana. “También practica online con un profesor de Ucrania y, además, juega todos los días en casa”, cuenta su orgullosa madre.

“Se apunta a todos los torneos en los que le ofrecemos jugar. En el campeonato de Álava para menores de 10 años ha ganado todas las partidas, no ha perdido ni un punto y eso no es habitual; también es raro que gane una chica, teniendo en cuenta que más del 80% de los participantes son chicos, a nivel mundial ni el 10% son mujeres”, detalla Eider Velasco. Pero, sobre todo, destaca lo contenta y feliz que ve a Khrystyna cuando juega. “Es muy competitiva y perder lo lleva fatal”, apunta.

Khrystyna acude a clase cada día en el colegio Ángel Ganivet, ha aprendido algo de castellano y lleva al día tanto el curso escolar vasco como el ucraniano, vía online, para no perder materia y estar al día en sus estudios por si un día regresa a su país. Además, practica esgrima y le gustan las matemáticas. Su sueño es seguir la estela de sus admiradas jugadoras, las hermanas Musichuk y ser algún día “campeona del mundo de ajedrez”, traduce su prima Sofiia con la que comparte equipo de esgrima.