“Yo he empezado mi vida de cero. Y cuando digo desde cero es desde cero”. Karan Parbhakar lo recalca y habla con el orgullo de una persona que ha salido adelante tras descender a los infiernos y resurgir para reinsertarse en la sociedad a base de “esfuerzo, ganas y trabajo”. Sus palabras rezuman calma, fruto de su formación como médico naturalista, profesor de yoga y de meditación, pero esa placidez no oculta el fulgor que emana alguien que ha sobrevivido a una situación límite. Este indio de 43 años, natural de Nueva Delhi, pasó “cinco duros meses” en las calles de Gasteiz, durmiendo a la intemperie y bajo las gélidas temperaturas invernales.

“Cuando vine a Vitoria nevaba y hacía mucho frío”, rememora aquel enero de 2020, cuando llegó desde Barcelona “por amor”, tras conocer a su actual pareja. Lo hizo con 5.000 euros en el bolsillo, que había ganado laborando en multitud de empleos en la Ciudad Condal, su pasaporte y un móvil. Un efímero tesoro, ya que nada más aterrizar en la capital alavesa le robaron su mochila en el parque de La Florida. A pesar de denunciarlo, nunca lo recuperó y, junto con una situación personal inesperada, se vio abocado a iniciar “sin nada” una nueva vida en la calle. “Me ubiqué a la entrada del gimnasio Olympia de Cercas Bajas. Solo tenía una chaqueta y mucho frío. Busqué un colchón y allí tuve mi casa durante los meses que estuve en la calle”. Al evocarlo, agacha la cabeza avergonzado y el resplandor de sus ojos se apaga para denotar tristeza.

“Tocar fondo”

En el túnel que da a la embocadura del largo pasillo que conduce al gimnasio, contó con la confianza y comprensión de su propietario, quien se preocupó por él. En unos días conoció a Joseba Etxebarria, de Cruz Roja, que le ayudó “muchísimo”. Con su intermediación pasó una noche en el Centro Municipal de Acogida Social (CMAS), pero no le convenció la idea al no poder llevar sus objetos encima. “Pasas la noche, pero a las 8.00 vuelves a la calle. Cuando vives sin techo las pocas cosas que tienes son fundamentales y al volver fuera del gimnasio ya no tenía mi colchón. Me lo habían quitado”. “Hay que vigilar bien lo poco que tienes”, manifiesta, tras sufrir tres robos en el periodo que estuvo en la calle, lo que le hizo estar siempre alerta “con un ojo abierto”

“Para mí lo peor fue el frío y el pasar hambre. Estuve seis días sin comer nada, adelgacé mucho y me puse enfermo con mucha tos. No tenía papeles ni acceso a conseguir medicinas. Es muy duro tocar fondo”, expone con gesto apesadumbrado y frotándose la frente. A pesar de la dura situación, recuerda con mucho cariño a “gente buena” que le ayudó en esos momentos, sobre todo “personas mayores”. “En un bar de al lado me daban un café por la mañana y por la noche los pintxos que no habían vendido. Hay una familia del barrio que me trató como si fuera su hijo. Me compraban comida, calcetines, chaquetas... Están en mi corazón para toda la vida”, indica agradecido.

También recibió el amparo de Cruz Roja, que le asistió con material de primera necesidad, asesoramiento jurídico y, posteriormente, una habitación en alquiler. “A Joseba se lo agradezco mil veces, pero no por las cosas que me dio, sino por sus buenas palabras que me animaron a buscar trabajo y a cambiar mi vida”, declara para manifestar la importancia de recibir mensajes de aliento cuando estás hundido.

Más oscura fue su convivencia con sus compañeros de calle. “Con ellos mal. No me quería mezclar. Había muchos problemas de drogas, alcohol y robos. Yo nunca he hecho nada malo para buscarme la vida e intenté estar lejos de ellos”, comenta.

Mafias

Gracias a Cruz Roja adquirió los “papeles” imprescindibles para obtener alguna ayuda social. Un asunto “difícil” y lleno de burocracia que instiga la existencia de mafias que se aprovechan de las situaciones de vulnerabilidad social. “Todo el mundo sabe que hay personas que te consiguen un padrón a cambio de dinero. Yo no tenía dinero, así que no pude pagar nada”. Situaciones de chantaje que también se producen a las puertas de los supermercados. “No digo todos, pero detrás de muchas personas que piden en las tiendas hay mafias que lo controlan y se aprovechan”, denuncia.

Un camino de espinas que sufrió en la búsqueda de un empleo donde padeció la explotación de un empresario desalmado que se aprovechó de su situación. “Le ayudé a montar un nuevo salón de masajes donde trabajé más de tres meses y no me pagó nada. Cuando le pedí mi dinero me amenazó y se rió de mi, diciéndome que a ver dónde iba a ir a reclamar sin papeles”, cuenta visiblemente enfadado por sufrir en sus carnes a personas sin escrúpulos que se aprovechan de la desprotección de los más débiles.

Un hilo salvador

Pero, ¿cómo logró Karan su primer sueldo? Pues, por situaciones insospechadas de la vida que supo aprovechar. “Estaba en un bar para tomar un café y había dos señoras que se quejaban por lo mal que les habían hecho las cejas. Ni me lo pensé. Cogí el euro del café y salí corriendo a comprar un hilo en el bazar de al lado. Les dije que se las podía arreglar y aceptaron. Les hice las cejas. Mi primer negocio fue en medio de un bar y gané mis primeros 15 euros”, explica entre risas. De ahí, le empezó a funcionar el boca a boca. “Quedaron contentas y se lo dijeron a más amigas y conocidas y tuve más trabajo”.

Parbhakar está licenciado en medicina natural y realiza masajes. “Otro día oí a otra señora que tenía problemas de espalda y le hice un masaje que le funcionó”, lo que le abrió otra puerta laboral. “Hay que escuchar para ver las oportunidades. Hice bien mis primeros trabajos y las mujeres se lo comentaron entre unas y otras”. Durante estos primeros empleos seguía viviendo en la calle, así que conocedor de la importancia de ofrecer una buena imagen, se aseaba “como podía” en las fuentes de la ciudad, la ducha del Aterpe o baños de bares y lucía sus mejores ropas, facilitadas por Joseba y personas solidarias. “Mi vida es de película. Algún día tengo que escribir mi historia”, señala risueño.

Ahora trabaja como profesor de yoga y meditación e imparte masajes basados en la técnica de medicina tradicional Ayurveda. “Me busco la vida. Sigo siendo pobre, pero mi corazón es muy rico”, dice satisfecho. Gracias a ello vive en un piso de Araia porque “es más barato” que en Vitoria, adonde acude diariamente en autobús para realizar su trabajo. Karan ha trasladado el viva voce que le funcionó en la calle a las redes sociales. Es muy activo en Facebook, en la página web www.guruayurved.com donde ofrece sus servicios y Tik Tok, plataforma en la que tiene más de 400 vídeos, entre ellos, muchos de cuando vivió en la calle. Un recorrido por su historia de superación que ahora exhibe presumido para mostrar su alegría con bandas sonoras de su India natal.

Salir de la calle

Parbhakar no tiene recetas mágicas que conduzcan al camino de la reinserción social. Para el, “salir de la calle depende de la voluntad que tenga cada persona”. “Yo soy trabajador, pero conozco mucha gente que sigue en la calle y no ha adelantado nada”, señala. Se requiere “iniciativa” y “mucha fuerza personal”. “En la calle coincidí también con un artista que ahora se dedica a pintar cuadros”, expone a modo de ejemplo de lucha y superación. También, desde su experiencia, cree que el dinero de las ayudas sociales debería ir destinado a que cada persona pueda “iniciar un trabajo”. De religión hinduista, da muchas veces las gracias a Dios. “La gente me dice que cómo le puedo dar las gracias con todo lo que he pasado, pero gracias a Dios y a las pruebas que me ha puesto por delante ahora soy más fuerte”.