Aspace, Prestaturik, Apdema, Cáritas, Afro, Down, Médicos del Mundo... necesitan personas voluntarias para sus filas. En general, todas las asociaciones, más las sociosanitarias, buscan quién les eche una mano de manera desinteresada. “El voluntariado nunca va sobrado, la necesidad siempre existe”, reconoce Ainara Pérez, de Batekin, la agencia para el voluntariado de Álava.

El voluntariado ha caído en los últimos años y esta situación pone en riesgo a las entidades que de forma altruista ayudan a sus personas usuarias y familias. Esta situación, sumada a la mala racha que atraviesan las organizaciones por la falta de recursos económicos que les dificulta sacar adelante sus proyectos con cierta estabilidad, hace que varias entidades hayan lanzado ya un SOS.

Pero, ¿por qué pierde fuelle el voluntariado? El problema viene de atrás, aunque se agudizó con la pandemia.

Prestaturik es una asociación sin ánimo de lucro que busca favorecer la integración de las personas migrantes en la sociedad vitoriana. Totalmente asentada en la ciudad, sus más de veinte años de experiencia hacen que atienda a 250 personas. “Aquí viene mucha gente a clase”, apunta Consuelo Parra. Clases que imparten 25 personas voluntarias. “Hemos tenido muchísimo voluntariado, pero cuando vino la pandemia, perdimos a doce personas”, constata. “Sobre todo, a mayores por miedo a contagiarse de covid, pero también a estudiantes, que se desmotivaron tras el confinamiento; los que perdimos ya no han vuelto”, explica. Pasado lo más grave del covid “cogimos nuevos voluntarios, pero sin llegar al potencial humano de antes”, certifica.

Tampoco ahora es buen momento, por la crisis. “Con los precios de la gasolina y del transporte por las nubes se ha complicado, ya que hay voluntarios y voluntarias que son de fuera de Vitoria y los desplazamientos les suponen mayor gasto que antes”, apunta Consuelo Parra.

Refuerzo escolar

Prestaturik necesita profesores para impartir castellano a adultos extranjeros y personal para dar clases de refuerzo escolar. En sus filas también cuentan con jubilados, sobre todo de entidades financieras que les ayudan con las tareas administrativas, pero “está complicado el voluntariado ahora”, reitera.

Jóvenes y jubilados son los dos grupos que principalmente forman el perfil del voluntariado. Según Batekin, de los 30 a los 60 años hay muy poca gente que se presta porque está en esa etapa vital de su vida en la que menos tiempo libre tiene, ya sea por trabajo o familia.

Desde Aspace Álava explica Ainhoa Gamarra que antes de la pandemia ya detectaron un descenso del interés de la población por las tareas de voluntariado; bajada que se agravó con la pandemia. “El covid ha roto las relaciones interpersonales y uno de los efectos secundarios ha sido que el voluntariado todavía ha mermado más”, asegura. En su opinión, también tiene mucho que ver con los valores sociales. “Cada uno tenemos nuestras prioridades, más enfocadas a lo individual y el voluntariado se queda al margen; por qué voy a apoyar sin recibir retribución, es una idea que se ha ido asentando los últimos años por la propia individualización de la sociedad, atrás han quedado los valores de altruismo, colaboración, fidelidad a una asociación o a una causa, y no veo visos de que cambie”, augura.

Situación crítica

A día de hoy, la situación es “bastante crítica” en Aspace, hasta el punto de que once de las actividades que tenían que haber empezado en octubre no se realizan de momento. Su programa de actividades es muy potente y abarca todo el curso escolar, de octubre a junio, con actividades semanales de lunes a sábado. Tienen monitores para dirigir los programas, pero por el perfil de afectación de las personas con parálisis cerebral, que son grandes dependientes con grandes necesidades de apoyo, necesitan un voluntario por persona participante; 40 en total para poder sacar adelante la programación prevista.

“Aquí hemos tenido de todo, personas jóvenes y también jubiladas, así que cualquier ciudadano mayor de 16 años que tenga ganas, disponibilidad de tiempo e implicación, es decir, que se comprometa y mantenga su compromiso en el tiempo es válido, no pedimos ninguna formación específica”, invita Ainhoa Gamarra. Trece son las actividades para las que precisa voluntarios para acompañar a las personas con parálisis cerebral en actividades lúdico-deportivas y talleres. Aspace atiende a 137 afectados con sus familias y no llegan a diez las personas voluntarias.

En la asociación a favor de personas con discapacidad intelectual de Álava, Apdema, han llegado a superar el centenar de personas voluntarias, ahora tienen 50 o 60, menos de la mitad entre el Valle de Ayala, Gasteiz y Rioja Alavesa. “No está mal en comparación con otras asociaciones, pero sí muy por debajo de lo que hemos llegado a movilizar”, compara Estibaliz López. “Se veía venir desde antes de la pandemia, pero el covid supuso el punto crítico para acabar con la implicación de muchas personas; algo se ha recuperado, pero no creo que vaya a ser como antes”, lamenta.

La sociedad ha cambiado

Asimismo, piensa que la sociedad no es la misma y no hay tanto sentido asociativo. “Somos más clientes de servicios, nos acercamos a las asociaciones por cuestiones más puntuales y personales, pero el espíritu asociativo está cambiando y las asociaciones también nos tenemos que ir adecuando; en ese dilema estamos”, reconoce. “Hacemos muchos esfuerzos para captar voluntarios y voluntarias en el ámbito universitario y no sé si es el mejor espacio, quizá tenemos que variar de estrategia”, sopesa.

“Antes, el voluntariado lo formaba gente más joven, ahora no existe esa implicación, los jóvenes están más mentalizados para implicarse en eventos puntuales, como una marcha o una carrera contra el cáncer, pero no de forma continuada, ahí les falta compromiso”, aprecia. De ahí que Apdema busca ahora un perfil de voluntariado con la vida más asentada, jubilados o trabajadores con tiempo libre y mayores de 40 años. “Nos está dando mejores resultados”, suscribe Estibaliz López.

La entidad cuenta con mil socios, aunque no todos participan en las actividades de ocio para las que la entidad necesita personal de acompañamiento. “A veces no salen adelante las actividades por falta de voluntariado y, si eso ocurre, aumentan las desigualdades, ya que no todas las personas van a tener las mismas oportunidades; en épocas de incertidumbre y crisis como la actual se nota más”, considera.

En el otro lado de la balanza, hay entidades como Ascudean que de momento cubre sus necesidades. Cuenta Raúl Espada que son las propias familias cuidadoras de personas dependientes quienes, por ejemplo, cuando fallece la persona a la que han estado cuidando siguen vinculadas a la asociación. Ascudean atiende a unas 350 familias con 25 o 30 voluntarios, la mayoría mujeres y de sesenta y pico años.