Vivimos rodeados de tecnología. Ordenadores, aplicaciones y algoritmos forman parte de nuestro día a día y han cambiado la manera de comunicarnos, trabajar o relacionarnos. También la manera en que las administraciones públicas prestamos servicio a la ciudadanía. Pero hay algo que ninguna máquina puede sustituir: las personas, la confianza y el trato humano.
La transformación digital no puede ser solo un fin. Cuando hablamos de modernizar la administración, no hablamos únicamente de digitalizar procesos o de introducir nuevas herramientas: hablamos de hacerlo con alma, con un compromiso con la empatía, la dignidad y la inclusión. La tecnología puede facilitar las gestiones, pero el alma la ponen las personas que atienden, escuchan y acompañan.
Desde el Ayuntamiento de Vitoria-Gasteiz llevamos tiempo impulsando una transformación digital con rostro humano. Hemos implantado sistemas que agilizan la gestión y simplifican los trámites: nuevos procedimientos que reducen los tiempos de resolución, el pago mediante Bizum o la inscripción digital en algunos servicios. Son ejemplos que hacen que la relación con el Ayuntamiento sea más fácil y accesible.
Pero la modernización no puede convertir la administración en un espacio impersonal. La confianza no se gana solo con tecnología; se gana con transparencia, claridad y responsabilidad. Porque si no somos transparentes, si no informamos con claridad, crece la desconfianza y la incredulidad. Y ese terreno de confusión y desafección es el caldo de cultivo perfecto para los populismos, que se alimentan precisamente de la falta de confianza en las instituciones. La falta de transparencia no solo debilita la gestión, sino que erosiona la democracia.
Por eso defendemos una eficiencia con humanidad. Porque la eficiencia sin alma puede convertirse en una forma silenciosa de exclusión. Debemos diseñar políticas digitales con una visión ética y humana, que garanticen la accesibilidad universal, refuercen la protección de datos y la ciberseguridad ante los nuevos riesgos, contribuyan a reducir la brecha digital apoyando a quienes más lo necesitan y mantengan siempre una mirada humana que preserve la cercanía en cada paso del proceso.
En esta línea, hemos reforzado la ciberseguridad municipal y creado un comité de crisis ante incidentes informáticos, además de realizar un simulacro real de ataque. Proteger los datos personales y la información pública es también proteger la confianza ciudadana.
La digitalización es una oportunidad, una palanca de progreso, pero no debemos confundir el progreso con la desconexión humana. Modernizar con alma no consiste en eliminar ventanillas, sino en abrir más puertas. No se trata solo de hacer las cosas más rápido, sino de hacerlas más justas, más accesibles y con más sentido humano.
El verdadero avance no está en los sistemas que automatizan, sino en los que humanizan. El gran desafío de nuestro tiempo es seguir siendo profundamente humanos en un mundo cada vez más digital. La confianza en la era digital no se programa ni se descarga: se construye con cercanía, claridad y responsabilidad. Porque al otro lado de cada pantalla hay una persona que espera ser comprendida, no solo atendida.
Modernizar la administración con alma significa poner a las personas en el centro, garantizar su seguridad y mantener la calidez del trato humano en un entorno cada vez más tecnológico. La tecnología puede mejorar procesos, pero solo las personas dan sentido al servicio público. Y esa es, en el fondo, la esencia de nuestra labor: modernizar sin deshumanizar, avanzar sin perder el alma y fortalecer la confianza que sostiene nuestra democracia.