Hoy en día todos tenemos en casa un botiquín con materiales y medicamentos destinados a atender las molestias que no requieren consulta médica: suero fisiológico, antisépticos, jarabes, pomadas para quemaduras o rozaduras… Pero a la vez, tenemos la tranquilidad de que si tenemos dolor o padecemos alguna enfermedad, el médico de cabecera o el especialista podrá recetarnos un medicamento que cure o alivie ese sufrimiento, tanto físico como psíquico.
Hemos interiorizado esta fórmula de una manera tan automática, que pocas veces nos paramos a pensar en el valor del medicamento, no sólo desde una perspectiva médica, sino también desde una visión social o incluso económica.
Lo cierto es que aunque parezca obvio, es importante recordar que los medicamentos salvan vidas, mejoran la calidad y la esperanza de vida de las personas y posibilitan el desarrollo humano en muchos aspectos. Representan un ejemplo destacado de los beneficios tangibles que trae consigo la innovación para el bienestar social.
Los medicamentos salvan vidas, mejoran la calidad y la esperanza de vida de las personas y posibilitan el desarrollo humano en muchos aspectos
En promedio, la esperanza de vida al nacer supera los 79 años, según datos de 2021 del Banco Mundial, e incluso supera los 80 años en los países miembros de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE), un aumento de más de 10 años desde 1960.
Los valores recogidos por el estudio Pharmaceutical Innovation and Longevity Growth in 30 Developing and High-income Countries, 2000-2009 demuestran que el impacto atribuible a los nuevos medicamentos sobre la mejora de la esperanza de vida en los países desarrollados pasó del 40% en 1986-2000 al 73% en el periodo 2000-2009, lo que refleja la creciente aportación de la innovación farmacéutica.
La educación sobre el uso adecuado de los medicamentos y la concienciación sobre su importancia en la prevención y tratamiento de enfermedades son elementos fundamentales para maximizar su valor tanto sanitario como social.
Gracias a los medicamentos, enfermedades que hace unos años eran devastadoras y tenían una alta tasa de mortalidad o discapacidad, como el VIH o la diabetes, se han podido cronificar, por no hablar de aquellas que han sido erradicadas de nuestro entorno como la viruela y se han podido prevenir de modo masivo. Y, por supuesto, los medicamentos tienen la enorme función de curar, mitigar los síntomas, agilizar los procesos de tratamiento y recuperación o contribuir, al menos, a reducir el sufrimiento y mejorar la calidad de vida tanto de los pacientes como de sus familias, permitiéndoles llevar una vida más saludable y autónoma.
Gracias a los medicamentos, enfermedades que hace unos años eran devastadoras y tenían una alta tasa de mortalidad o discapacidad, como el VIH o la diabetes, se han podido cronificar
Por otra parte, cabe resaltar que la accesibilidad y la equidad en la distribución de medicamentos es fundamental para garantizar que todas las personas tengan la oportunidad de recibir tratamientos efectivos independientemente de su situación económica, en consonancia con los Objetivos de Desarrollo Sostenible 2030.
Un proceso largo, intensivo y costoso
Sin embargo, el desarrollo de un nuevo medicamento implica un proceso prolongado, que suele llevar entre 10 y 12 años de investigación, es intensivo, requiriendo alrededor de siete millones de horas de trabajo, y es altamente costoso. Cada fármaco innovador que llega al paciente supone una inversión promedio cercana a los 2.500 millones de euros, y la industria farmacéutica elabora más del 95% de los medicamentos disponibles actualmente en el mundo tal como apunta Farmaindustria.
Optimización de los recursos sanitarios
Desde una óptica más amplia, las innovaciones terapéuticas ejercen influencia en la estructura, dinámica y sostenibilidad de los sistemas de salud. Los medicamentos se convierten en herramientas valiosas para optimizar los recursos sanitarios al prevenir o tratar de manera más eficaz diversas patologías, evitando gastos innecesarios. Al disminuir el uso de recursos sanitarios como hospitalizaciones, visitas médicas o pruebas diagnósticas, así como recursos no sanitarios como cuidados personales, se liberan recursos para otros fines y se pueden generar ahorros potenciales en el sistema.
Los medicamentos generan ahorro a los sistemas nacionales de salud. Los números se analizan de una manera objetiva: por cada año de esperanza de vida ganado el PIB registra un incremento del 4%. El uso general de los nuevos medicamentos, según distintos estudios, se asocia a unas ratios de coste-efectividad entre 230 y 16.200 dólares por año de vida ganado y producen valor en la sociedad porque aumentan la calidad de vida. Asimismo, la mejora clínica derivada de la innovación farmacéutica puede tener un impacto positivo en la productividad laboral de los pacientes, reduciendo el ausentismo y el bajo rendimiento laboral.
Los medicamentos generan ahorro a los sistemas nacionales de salud. Además, cabe señalar que la investigación, desarrollo y elaboración de medicamentos aportan riqueza a la sociedad.
Además, cabe señalar que la investigación, desarrollo y elaboración de medicamentos aportan riqueza a la sociedad. La industria farmacéutica es la locomotora de la investigación en España, ya que representa más del 19% de toda la I+D que se realiza en el Estado. Esta innovación no solo beneficia a los pacientes, sino que también impulsa la economía mediante la creación de empleo y el desarrollo de tecnologías.
De hecho, la cadena de valor que abarca el sector farmacéutico desde la investigación y desarrollo hasta la fabricación, distribución y venta de medicamentos contribuye significativamente al crecimiento económico. Por cada unidad de producción directa del sector se generan entre 1 y 2 unidades adicionales en otros sectores y por cada empleo directo se crean entre 2 y 4 empleos indirectos e inducidos adicionales.
La eficacia clínica, la accesibilidad, su contribución a la innovación y a la economía reflejan el valor del medicamento para las sociedades modernas, su impacto positivo en la salud pública y el bienestar de las personas.