El imprescindible diseño de una política energética que aporte estabilidad a la actividad, bienestar a la ciudadanía y sostenibilidad al sistema eléctrico peninsular se vio ayer lamentablemente relegado a un segundo plano en otro ejercicio de escenificación instrumental en el Congreso. La polarización política contamina hasta tal punto todo lo que toca que acaba por sustituir la búsqueda de mecanismos fiables por el mero choque de intereses. En el caso de la energía, se crea opinión pública desde relatos polarizados. Es significativo que en la ciudadanía haya calado la percepción de que, en un apagón de entre 1 y 24 horas, según la parte del territorio, ha faltado información del Gobierno sobre una materia que, nivel usuario, carecemos de criterio para interpretarla. Pero muchos prescriptores de opinión, desconocedores del procedimiento y el sistema eléctrico pero políticamente alineados, han optado por agitar y crear ansiedad. El choque de relatos también colabora en esa desinformación. Hay un componente ideológico en el ataque a las energías renovables, como lo hay en el reproche a la nuclear. En el choque, se pierden los elementos del diagnóstico energético que deberían sentar las bases de las decisiones. El mix generador imprescindible que pasa por ampliar la presencia de energías verdes y compensar su irregularidad con una base de producción estable no permite cerrar puertas con eslóganes sino que exige definir fórmulas que aporten estabilidad al sistema. La información que debería estar sobre la mesa de la opinión pública es el conocimiento de que la dependencia externa del hidrocarburo y su impacto ambiental no son sostenibles, pero tampoco 100% sustituibles en este momento; que las energías renovables no son culpables de problemas del sistema de distribución sino que éste debe adaptarse a los nuevos medios de generación; que los costes reales de la nuclear, con la importación de combustible y el tratamiento de residuos, hace que nadie se plantee construir nuevas centrales con financiación propia. Con todo ello, es preciso definir un modelo que equilibre y contenga el daño, pero que no pierda de vista la necesidad de generar energía para seguir en marcha. Ni el ataque de Sánchez al lobby nuclear –cuya existencia es una realidad– ni el de Feijóo a las renovables aportan soluciones.