La trascendencia del proceso abierto para el nombramiento del nuevo vicario de Cristo en la Tierra está fuera de cualquier duda razonable. Y no solamente por razones meramente eclesiásticas, que también, si se tiene en cuenta que hay alrededor de 1.400 millones de fieles católicos huérfanos de referencia en el trono de San Pedro. El quid de la cuestión se ciñe a la batalla abierta (también) en el seno de la Iglesia entre las posiciones progresistas y las ultraconservadoras. Se da la circunstancia de que estas últimas han actuado durante los últimos años como una verdadera oposición a las ideas y a las doctrinas más aperturistas propugnadas por el papa Francisco. Lo han hecho desde atalayas sonoras, muy ligadas a élites empresariales y políticas, organizadas y con inversiones estratégicas en medios de comunicación y en sectores como la educación escolar y la universitaria y con gran presencia, al menos, estratégica, en plazas fuertes del catolicismo como EEUU, México o el Estado español. Su fortaleza no ha hecho más que crecer desde que fueran elegidos como muleta por el papado de Juan Pablo II para revertir la inopinada pérdida de adeptos que sufría el rebaño de Roma. Desde entonces, el catolicismo más reaccionario, y las organizaciones, congregaciones y prelaturas que lo amparan, no ha dejado de crecer, en cantidad y en calidad. Opus Dei, que controla la Universidad de Navarra y la IESE Business School; Legionarios de Cristo, que está detrás de la Universidad Francisco de Vitoria a través de su movimiento Regnum Christi; o Camino Neocatecumenal, y su Universidad Católica San Antonio, entre otras, son solo ejemplos de esta corriente, que reedita en la Iglesia la reacción a la liberación (figurada, y siempre, en pequeñas dosis) de quienes han vivido subyugados al poder tradicional –pobres, mujeres, colectivos LGTBI+, activistas pro Derechos Humanos, ambientalistas...). Bien es cierto que el Sacro Colegio Cardenalicio, con 252 integrantes, 135 de ellos con derecho a elegir al sucesor del recientemente fallecido Jorge Mario Bergoglio, está copado en un 80% por purpurados designados por el Papa argentino, de lo que se infiere que su sucesor comulgará, al menos, en teoría, con la senda marcada por Francisco, con una Iglesia más humana. Sin embargo, los caminos del Señor son inescrutables.
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