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Editorial

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Reconducir la erupción

La incontinente curva de aprendizaje del presidente Donald Trump y su vocación rupturista da síntomas de haber pasado su punto álgido. Sin que esto garantice el final de las tensiones que ha provocado, ni que pasado un tiempo no dé más los motivos de preocupación, la fase más hiperactiva y errática de su irrupción puede llegar a una pausa. Trump ha escenificado ante sus votantes la imagen que quiere proyectar de sí mismo como un líder fuerte, que no se somete a consensos sino que impone su voluntad. No obstante, una vez satisfecho su ego y el del sector de opinión pública que esperaba esto de él, afloran límites que el propio presidente empieza a afrontar. El Poder Judicial estadounidense empieza a poner freno a muchas de sus iniciativas y la delgada línea entre el reformismo radical y la arbitrariedad unilateral empieza a ser notable. Ni siquiera Trump está en disposición de desmantelar un poder de la democracia estadounidense ni su influencia sobre él alcanza a toda su estructura. En cuanto a su estrategia de desmantelamiento del modelo de libre comercio, también el objetivo de los aranceles empieza a estar cumplido y, a partir de aquí, el efecto de golpear el comercio mundial con aranceles exorbitados empieza a afectar a los nudillos de la propia economía estadounidense. Su anuncio de una paulatina rebaja de tasas a China, de alcanzar un acuerdo con Europa y de congelar la fase más agresiva de sus aranceles durante varios meses, da margen para reconducir la situación antes de que los augurios de recorte del crecimiento alcancen a su país. Tampoco está en disposición de someter al silencio prolongadamente al sector financiero y el capital, cuyas pérdidas en bolsa son directamente atribuidas a él y los bolsillos de sus ciudadanos están a punto de experimentar una inflación impopular que prometió reducir. A esto se añade la experiencia de su mediación entre Rusia y Ucrania, que bordea el primer gran fracaso de su nuevo mandato y en la que ha experimentado el desgaste de haber presionado a los invadidos sin obtener un gesto agradecido de los invasores. En estos primeros cien días de su mandato, ha proyectado sus emblemas favoritos: inmigración, negacionismo climático y unilateralidad. Ahora hay margen para reconducirlo hacia un marco de mayor certidumbre. No ideal, pero sí más estable.