La guerra que tiene lugar en Ucrania tras la violenta invasión militar rusa del país cumple hoy tres años con un trágico balance de pérdidas humanas inasumible y en un escenario novedoso e inesperado en el que parece abrirse un periodo de negociaciones entre Moscú y Washington para lograr una “paz” que no encaja ni remotamente con los parámetros y valores internacionalmente aceptables. La agresión contra Ucrania en febrero de 2022 y su posterior continuación mediante ataques terrestres, bombardeos y combates fue y sigue siendo una flagrante violación del derecho internacional y de la carta de Naciones Unidas, tal y como recordó ayer mismo el secretario general de la ONU, António Guterres. Es, además de sus graves consecuencias –oficialmente, más de 46.000 soldados ucranianos muertos, más de 12.600 civiles asesinados, muchos de ellos niños, y casi 30.000 heridos, mientras en la parte rusa las bajas rozarían el millón–, una amenaza para la paz y la seguridad de toda Europa. La llegada de Donald Trump a la presidencia de EEUU ha dado un vuelco a la situación a nivel internacional. De manera unilateral y contraviniendo los acuerdos y normas establecidas, el magnate republicano ha decidido dialogar con Vladímir Putin en busca de un cese del conflicto que difícilmente podría denominarse paz, toda vez que excluye a la víctima agredida (Ucrania) de las conversaciones y negocia con el agresor –acusado, no hay que olvidarlo, por la Corte Penal Internacional (CPI), de crímenes de guerra y al que blanquea y rehabilita del aislamiento al que estaba sometido– un repugnante reparto territorial y económico en beneficio mutuo. De ahí que Rusia viva con euforia no contenida este tercer aniversario de la guerra. Un ataque que inició con el falso objetivo de “desnazificar” Ucrania, aunque en estos primeros pasos de la inmoral “negociación” se ha comprobado que su intención era y es otra muy distinta. La guerra debe terminar ya. Pero el fin de las hostilidades no es sinónimo de paz. La paz debe ser justa, fruto de un acuerdo entre todas las partes en pie de igualdad, que respete la soberanía, la independencia y la integridad territorial de Ucrania que le ha sido ilegítimamente usurpada por las armas y que sirva, también, para garantizar ahora y en el futuro la paz y la seguridad en toda Europa.