La ciudadanía de Venezuela acude hoy a las urnas en unas elecciones presidenciales en las que debe elegir entre la continuidad de Nicolás Maduro y su régimen chavista o un cambio de era liderado por la oposición, 25 años después de la revolución bolivariana. Los comicios se celebran en un ambiente tenso, máxime teniendo en cuenta que, por primera vez, el frente opositor tiene opciones muy reales de ganar. Las irregularidades detectadas durante todo el proceso electoral han condicionado el desarrollo de las votaciones. El hecho de que la Plataforma Unitaria –la principal fuerza de oposición– viera vulnerado su derecho a presentar como candidata tanto a su líder, María Corina Machado, quien había ganado las primarias, como a la designada como su sucesora Corina Yoris, y que tuviera que optar in extremis por disputar la carrera electoral con el exdiplomático Edmundo González Urrutia revela las sombras autoritarias y antidemocráticas del régimen de Maduro. Todo ello, junto al acoso, persecución y detenciones sufridas por opositores y disidentes, la ilegalización de plataformas opositoras, el control de los medios de comunicación públicos y el cierre de no pocos diarios y emisoras de línea editorial disidente, dibujan un escenario político convulso. Esta situación se une a la dura crisis económica que sufre la mayoría de la sociedad y que ha empujado a más de siete millones de venezolanos –más de un 25% de la población– a huir del país, lo que ha contribuido al auge de las fuerzas de oposición. La gran incógnita está en si el régimen de Nicolás Maduro aceptaría una victoria de González y le cedería el poder. Sus alarmantes y amenazantes vaticinios sobre un posible “baño de sangre” si esto sucede lo ponen en duda. Por contra, debe imponerse un proceso de transición pacífica y democrática, sea cual sea el resultado. No por la orientación ideológica de quien esté llamado a gobernar, sino por la restauración de una separación de poderes que no ha sido efectiva bajo las presidencias chavistas, por la institucionalización de la política con garantías y por la legitimación que en democracia solo aporta el ejercicio libre e igualitario del sufragio y el derecho a participar sin coacciones. Venezuela merece una senda de reconciliación nacional y rescate social y económico sin autoritarismos internos ni injerencias externas.