La manifestación celebrada ayer en Barcelona convocada por la oscura organización Societat Civil Catalana bajo el lema No en mi nombre: ni amnistía ni autodeterminación sirvió ayer de termómetro y radiografía de la estrategia política de las derechas españolas. En primer lugar, la movilización puso en evidencia, una vez más, la apuesta de PP y Vox por incendiar la calle en su labor de oposición –ya plenamente asumida–, sin importarles el coste de confrontación social y deterioro de la convivencia que supone. Esta vez la excusa ha sido el rechazo a una aún supuesta amnistía que negocia el Gobierno de Pedro Sánchez para los condenados por el procés, como antes lo fueron el referéndum del 1-O, la negociación con el independentismo que propició la ahora evitada foto de Colón o el catalán en las aulas. Asimismo, la manifestación ha permitido comprobar el indisoluble lazo que une al PP de Alberto Núñez Feijóo y la extrema derecha radical de los de Santiago Abascal, una unidad de destino forjada en el fuego avivado por el nacionalismo español más rancio. Basta escuchar los gritos más coreados ayer (“¡Puigdemont, a prisión!” y “¡Sánchez traidor!”) para entender el sentido real de una movilización mediante la que la derecha pretende llevar a las calles el clima de crispación y enfrentamiento que caracteriza su habitual quehacer político, incluidas las instituciones, para evitar un eventual gobierno de Pedro Sánchez. El evidente declive en el número de personas que participaron en la marcha –50.000 asistentes, según la Guardia Urbana de Barcelona; 300.000 en virtud del cálculo de los organizadores–, asimilable al descenso que experimentan también las últimas movilizaciones independentistas, muestra que la inmensa mayoría de la ciudadanía desea diálogo y acuerdo. En cualquier caso, el fracaso del objetivo de esta vía es obvio porque ni logra implicar a una sociedad que muestra elección tras elección y día a día que quiere una solución democrática para el histórico conflicto político existente en Catalunya. Esa es la labor y debe ser el empeño de la política. La amnistía contra la que se manifestó ayer la derecha tendría, precisamente, la virtud de revertir una condena manifiestamente injusta, destensar a la sociedad catalana propiciando la reconciliación y la convivencia y favorecer la posibilidad de una salida democrática al conflicto.