- La reactivación de la economía mantiene su intensidad en Euskadi y supera todos los obstáculos que pone el coronavirus. El termómetro de la economía vasca se situó en diciembre en los 131,3 puntos, medio punto por encima del valor de noviembre (130,8) y dentro de la zona de crecimiento sólido, según informó ayer el Departamento de Economía y Hacienda del Gobierno Vasco.
Este valor, que elabora el Departamento de Economía y Hacienda sobre la base de más de 100 indicadores de la economía vasca, es también ligeramente superior al de octubre (130,0). La tendencia se consolida en un complejo contexto, marcado por la nueva variante del virus, ómicron y los problemas de suministros que arrastra gran parte de la empresas vascas.
En un comunicado, la consejería que dirige Pedro Azpiazu señaló que algunas de las razones que explican “la suave mejora” de este indicador en los últimos meses son “la buena marcha del empleo, como sugiere la evolución de la afiliación a la Seguridad Social”, así como el repunte de la producción industrial.
La actividad en las fábricas vascas ha crecido un 9,7% entre enero y noviembre. Se trata de un estímulo más intenso que el que registra el conjunto del Estado (7,4%), duplica el de una comunidad con gran exposición al sector manufacturero como es la de Madrid. Y si se compara con Europa, 2,3% en noviembre tras tres meses a la baja, solo cabe interpretar que Euskadi está un par de peldaños por encima del entorno.
El Departamento de Economía y Hacienda, indicó por otra parte que los servicios muestran “un tono de crecimiento estable”, con “incertidumbre” por los efectos que la sexta ola de la pandemia pueda tener en algunas de sus ramas de actividad, pero con recursos para aportar crecimiento al conjunto de la economía vasca. Lo mismo ocurre con la construcción y la agricultura, en menor medida en este último caso por peso residual en la economía de Euskadi.
El termómetro de la economía vasca arrancó en enero de 2021 con 42,1 puntos (decrecimiento) para ir remontando de forma sostenida en los meses siguientes. En marzo (67,2) entró en la zona de “crecimiento suave” para irrumpir al mes siguiente con 138,1 puntos en la zona de “crecimiento sólido”, plano en el que se ha mantenido desde entonces hasta el cierre del año pasado. Octubre, noviembre y diciembre han sido meses de estabilización después de un frenazo registrado a partir de mayo, cuando se alcanzó el pico máximo del año (145,8).
Es una evolución lógica, porque los indicativos analizados se comparaban hasta entonces con el periodo del confinamiento y el cierre de gran parte de la actividad económica.
De hecho, el termómetro está en estos momentos casi 30 puntos por encima de la temperatura media de 2019, el año en el que se puso en marcha el índice. La evolución tiene su lógica, porque la economía se ralentizó en el tramo final de aquel año y los datos recogidos en la encuesta -empleo, evolución de los sectores o venta de viviendas, entre otros- arrastraban síntomas de agotamiento.
El año pasado todos los índices se desplomaron a partir de marzo. De modo que el termómetro entró rápidamente en zona roja. Sin embargo, una vez superados los meses más críticos de la pandemia, el color pasó a verde a partir de abril del año pasado y la perspectiva de crecimiento se ha mantenido de forma constante mes a mes, superando con nota todos los test del covid.