- El Gobierno español parece que, por fin, se ha dado por enterado de que la industria de automoción es la primera del Estado -España es el segundo mayor productor de coches de Europa y el octavo del mundo- y para asegurar su futuro que pasa, sí o sí, por la electrificación, ya sea mediante baterías o por hidrógeno, va a inyectar 4.295 millones de euros para impulsar la transición del vehículo de combustión al de motor eléctrico. Y lo va a hacer con la ayuda de fondos europeos dentro del mecanismo del Proyecto Estratégico para la Recuperación y Transformación Económica (PERTE).
El proyecto es clave también para Euskal Herria porque no hay que olvidar que el sector de automoción es la primera industria, tanto en la CAV como en Nafarroa, con plantas de automóviles como Mercedes Benz en Vitoria y Volkswagen en Navarra; de neumáticos, como Michelin y Bridgestone-Firestone; de componentes, como Gestamp, CIE y un largo etcétera; de tecnología de electrolineras, como Ingeteam; y, de cara al futuro, hay un proyecto para instalar Basquevolt, una nueva planta de baterías para los vehículos eléctricos de la próxima generación pues será de celdas de estado sólido, cuya ubicación estaría en el Parque Tecnológico de Araba (Miñano).
En todo caso, el PERTE de automoción presentado ayer por el presidente del Gobierno español, Pedro Sánchez, al sector de automoción y al energético, supondrá la citada inyección pública de 4.295 millones de euros, financiados principalmente con dinero de los fondos europeos Next Generation EU.
Los recursos financieros se destinarán a actuaciones en toda la cadena de valor de la automoción, desde la investigación y el desarrollo, en ensamblaje o la fabricación de baterías, además de la extracción de las materias primas necesarias, con el objetivo de convertir al Estado español en un hub europeo de electromovilidad.
Y esta decisión es fundamental porque pese a que el Estado es un gran constructor mundial de automóviles, los fabricantes son franceses, alemanes, italianos o estadounidenses... y los mismos estaban preocupados por el lento avance de las ventas de vehículos eléctricos, -en el primer semestre de este año sus ventas en Euskal Herria apenas representan un 6% del total-, como por la ausencia de infraestructuras de recarga y, sobre todo, de plantas de componentes claves como las de baterías.
El presidente del Ejecutivo español destacó ayer que esta inversión pública tendrá un “efecto multiplicador” en el sector privado, que se calcula cercano a los 19.000 millones de euros para 2023. Unas cifras, “gigantescas y formidables” porque “el reto lo merece”, afirmó Sánchez.
Según las previsiones que maneja el Ministerio de Industria, liderado por Reyes Maroto, la suma de los apoyos públicos y de la inversión privada supondrá en torno a unos 24.000 millones de euros para el principal proyecto de transformación industrial en el Estado español, que permitirá que el sector se sitúe en “primera línea mundial”.
“En los próximos 10 años, la industria de la automoción se enfrenta a la mayor transformación de toda su historia”, destacó Pedro Sánchez, antes de resaltar, según Europa Press, que ahora es el momento de “planificar y anticiparse” para ejecutar una hoja de ruta de modernización del sector.
El máximo responsable del Ejecutivo español explicó que unos 1.000 millones de euros irán a parar al estímulo para la adquisición de coches eléctricos, y otros 1.000 millones de euros, en una segunda fase, se destinarán al despliegue de puntos de carga para modelos electrificados.
El objetivo del PERTE, que será aprobado hoy en el Consejo de Ministros, es consolidar la industria del automóvil en el Estado de manera que en el 2030 alcance el 15% del Producto Interior Bruto (PIB) español frente al 11% de la actualidad. Eso sí, primero tendrá que animar al consumidor a renovar el parque móvil porque las ventas están un 34% por debajo, y los mensajes que limitan el uso de coche a nivel urbano no ayudan en nada a recuperar la demanda.
No hay que olvidar que el Estado español fabricó, con datos de 2019, un total de 2,8 millones de automóviles, vehículos que contaban con gran parte de componentes fabricados por empresas vascas.
A la industria vasca de automoción le interesa que se consolide la producción en el Estado, en riesgo por la caída de ventas y por las decisiones geoestratégicas, de un sector que se está concentrando a pasos agigantados, con cierres de plantas como las de Nissan, en Barcelona, y temor en otras, como la de Ford, en Valencia, si el coche eléctrico no despega.
Con este apoyo gubernamental, proyectos industriales vascos como el de Basquevolt, estaría más cerca de poder materializarse.