la situación actual es producto de la confusión, pero sin ser conscientes de ello. La confusión es mala siempre y sin embargo se ha establecido la confusión como elemento central de las formas de vivir. Y de la confusión sale el dogmatismo y salen expresiones como 'yo con mi cuerpo puedo hacer lo que me dé la gana'. En democracia todo es opinable, sí, pero ayuda mucho escuchar y seguir al que sabe, teniendo todos la capacidad de comunicarse, si no, estamos perdiendo el tiempo". Esta afirmación corresponde a José Antonio Garrido, que fue vicepresidente de Iberdrola y presidente de Gamesa, y aparece en el libro que se ha presentado esta pasada semana en Bilbao: La visión de José Antonio Garrido.
Se trata de un interesante (y recomendable) documento en el que Garrido no solo repasa su amplia trayectoria profesional, sino que, como indica el subtítulo del libro: Reflexiones de un profesional comprometido. Dudar es vivir, analiza e interpreta lo que está ocurriendo en el escenario económico de la sociedad vasca tras más de cinco años inmersos en una crisis que no parece tener fin. Aconseja sin dogmatismos, pero defiende con entusiasmo y convicción los caminos para salir de la crisis porque "estamos en la Sociedad del Conocimiento, cuya característica principal es la complejidad (¡ojo, no la confusión!) y la complejidad es análisis de muchas variables".
Hago mías estas reflexiones y las traslado a estas líneas porque viviendo, como vivimos, momentos de incertidumbre sobre nuestro futuro, el de nuestros hijos y el de nuestros nietos, vemos un escenario plagado del sufrimiento del paro, los desahucios y la pobreza, al tiempo que escuchamos debates en los que se hacen reivindicaciones dogmáticas que prometen poner fin al drama de la sociedad. Todo contribuye a la confusión y por ello es necesario e imprescindible un análisis sereno y responsable sobre las variables (muchas o pocas) que pueden poner un poco de cordura.
Veamos, como ejemplo, la realidad socio-económica de la pasada semana. En Catalunya se ha suspendido la Cumbre anticrisis que había sido convocada por el Govern aceptando la propuesta del secretario del PSC, Pere Navarro. Artur Mas ha justificado la suspensión porque no aprecia voluntad entre los partidos de la oposición para alcanzar acuerdos al anteponer el interés partidista. Sin duda, la reivindicación del derecho a decidir ha tenido su influencia, al igual que puede ocurrir en Euskadi, donde Basagoiti amenaza con no apoyar los presupuestos 2013 porque "la única oportunidad que tiene de que el PP le ayude a aprobar las Cuentas es que abandone por completo cualquier tentación de seguir la estela de Artur Mas".
Se hace difícil y cansino comprender cómo el interés partidista puede prevalecer sobre el objetivo social de reactivar la economía, generar empleo y recuperar parte del bienestar perdido los últimos años. Claro que este ejercicio de la confusión no es exclusivo del País Vasco. Ahí tenemos, por ejemplo, en España el llamado efecto lunes de los carburantes, que consiste en subir los precios en el fin de semana y bajarlos el lunes que es cuando se miden los precios para publicarlos en el Boletín Petrolero de la Unión Europea. No importa que la Comisión Nacional de la Energía haya abierto expediente para determinar las causas de semejante estrategia, lo precios siguen subiendo y este pasado fin de semana se han registrado máximos.
Y, si hablamos de confusión, ¿qué puede decirse de las críticas vertidas por el presidente del Parlamento Europeo para atajar los problemas reales de la economía? Martin Schulz señalaba hace unos días ante los jefes de Estado y de Gobierno de la UE que "cuando miro la agenda de la cumbre de primavera de este año, veo pocas propuestas que planteen soluciones directas a los problemas reales a los que se está enfrentando la gente normal. En lugar de eso, veo una serie de aberraciones léxicas, como 'coordinación ex ante' y 'arreglos contractuales individuales' (...) seamos honestos, ¿cómo podemos esperar que alguien entienda lo que todos esos términos y abreviaturas realmente significan?".
Schulz lamentó la "incoherencia económica" de la UE y aseguró que "la austeridad unilateral sin inversiones claves no funciona. No puede llevar a más crecimiento". Pues bien, lejos de escuchar las críticas, Bruselas impone a los ahorradores chipriotas que paguen al menos la mitad del rescate acordado (10.000 millones de euros) mediante un impuesto extraordinario. Es la primera vez que el auxilio financiero a un país de la UE contempla gravar más los depósitos para hacer frente a los pagos, en lo que en la práctica, supone una quita de la deuda pública.
Pero, al margen de lo que puede acontecer los próximos días como consecuencia de la alarma y el enfado de los ciudadanos chipriotas, uno se pregunta: ¿podría reproducirse un modelo similar en países como Grecia, Italia o España? Gobiernos y responsables políticos repiten una y otra vez que es imposible que esto ocurra. Pero la confusión existente nos lleva a desconfiar de quienes no admitirán semejante posibilidad porque cundiría el pánico y finalmente se acabaría provocando justamente lo que se desea evitar. Por tanto, solo sabemos que los responsables políticos no nos dirán la verdad. Estamos, por tanto, en un escenario confuso: si tratamos de salvar nuestros ahorros ante el temor de un corralito puede ser que lo provoquemos, pero, si hacemos caso de nuestros políticos aunque desconfiemos de ellos, ¿quién garantiza nuestro futuro? Difícil disyuntiva. Quizás pueda despejarse algo si aparcamos intereses partidistas, poniendo nuestra responsabilidad al servicio del ejercicio de escuchar a los que saben y analizar las variables sin dogmatismos.