El cambio climático que sufre la Tierra está causando mayores impactos de los previstos. El calentamiento global no solo se nota en el derretimiento de los polos, en la subida del nivel del mar o en las cada vez más largas e intensas sequías, también en la transformación radical de extensos paisajes forestales.

La subida de las temperaturas a nivel global, que desde finales del siglo XIX data de un aumento de 1,2 grados centígrados, ha sido más que suficiente para empezar a derretir el permafrost, con sus consiguientes efectos catastróficos. Se conoce como permafrost a la mole de tierra subterránea congelada que ha permanecido en ese estado ininterrumpidamente durante, al menos, dos años consecutivos y en la mayoría de los casos durante cientos o miles de años.

Ahora, esa capa de la tierra se está derritiendo, con la consecuente liberación de gases de efecto invernadero como carbono y metano, que hasta ahora habían permanecido sin vida y sin capacidad de movimiento a una temperatura bajo cero. Pero el derretimiento del permafrost, además de colaborar aún más al calentamiento global por la liberación de estos dos gases, también genera graves transformaciones en el terreno.

Una imagen desde arriba del cráter de Batagaika o "boca del infierno". NASA

Esto es lo que sucede en Batagaika, en Siberia oriental, Rusia. Allí está formándose un gigantesco cráter, conocido como el cráter de Batagaika o "Boca del infierno", que ya tiene un kilómetro de largo y 86 metros de profundidad, y cuyo proceso de crecimiento se mantiene activo, aumentando su tamaño entre 20 y 30 metros por año.

En esta zona de Siberia, la tierra está permanentemente congelada desde hace unos 2,58 millones de años, pero las altas temperaturas provocadas por el calentamiento global están derritiendo esa kilométrica capa de permafrost, haciendo que el suelo pase de sólido a líquido y esté expuesto a múltiples deformaciones. De esta manera, el calor hace que las tierras cedan, se derrumben y aparezcan todo tipo de accidentes geológicos: grutas, montículos, pendientes y otras deformaciones, a causa del líquido que empieza a circular por estos lugares.

Vista desde dentro de “La boca del infierno” o el cráter de Batagaika.

El origen del cráter de Batagaika se remonta a la década de los años 60, cuando se llevaron a cabo talas masivas en los bosques de la zona, lo que hizo favorecer el hundimiento de la tierra. Conocida como "Boca del infierno", es medida desde la década de 1980 y actualmente tiene un kilómetro de largo y 86 metros de profundidad.

Este cráter abierto, que continuará creciendo durante varias décadas, ha dejado al descubierto capas del suelo de una antigüedad entre 120.000 y 200.000 años, aunque los científicos calculan que la capa más baja del suelo, que aún se encuentra cubierta, podría alcanzar los 650.000 años de antigüedad, lo que supone una auténtica fuente de datos para los geólogos y paleontólogos que ya se desplazan hasta la zona para descubrir más del mundo en el que vivimos.