La bondad se aprecia en los ojos y Xabier Añua Crespo posee una mirada serena. Los gestos resumen una vida y en su trayectoria de vida hay, sobre manera, horizontes de templanza. Es historia y presente del baloncesto, pero también de otras cosas. La sabiduría nunca puede ser reduccionista.

A sus 84 años contempla el mundo desde la generosidad y el entendimiento. Dicen que llegó a ser un entrenador competitivo y muy ambicioso, pero su corazón hace tiempo que se transformó en oro. Siempre solícito a colaborar y ayudar a cualquiera que se lo proponga. Lo ha hecho con mucha gente. Ejerce de sabio. La moderación es su tono mayor. Comprende el olvido. Es memoria. Los más jóvenes deben profundizar en lo que su figura representa si aspiran a entender el aquí, el ahora y el más adelante del deporte de la canasta.

Mi recuerdo más intenso lo tengo puesto en la Copa Asociación que ganó con el Caja de Álava en 1984, su última aparición en la banda para dar forma al primer título del baskonismo en Villanueva de la Serena. Hacía tres años que José Manuel Calderón daba sus primeros pasos en la localidad pacense. Nosotros, con 13, celebramos el título como si fuera el de la Copa de Europa.

Motivador donde los haya. De confección optimista. Transmite luz y energía. Precursor sin pretenderlo del envejecimiento activo. Siempre atento a los cambios por anticipado. Inteligente y visionario. Como diría mi Madre, un hombre de los pies a la cabeza. Representante fiel del alavés, noble y cortés. Se parece a un hombre bueno. “Posee muchos valores y cualidades. Es una suerte tenerle”. Lo repiten hasta la saciedad quienes frecuentan su cariño y le estiman.

Qué difícil es ser profeta en la tierra que ve nacer a sus hijos, aunque por Xabier somos muchos los que profesamos genuina devoción. Es emotivo ver cómo fue homenajeado en el Palau Blaugrana el pasado mes de mayo, 50 años después de haber sido nombrado entrenador azulgrana y, de paso, estrenar una de los parquets más laureados. Dirigió al Barça del 68 al 74. Un vitoriano al frente de uno de los mejores clubes del mundo en tiempos en los que la patata alavesa no tenía Eusko Label y el vino era una bebida con valor relativo. Las imágenes de aquella celebración hipnotizan. Se encoge el corazón al contemplar la verdad de lo auténtico. Lo sabe bien Maite. Compañera y testigo vital. Mujer elegante y brillante profesora.

Sí. Esta es una declaración de afecto sincero por alguien que lo merece. Un hombre de corazón en quien se puede ver reflejada la parte más noble que llevamos dentro. El espejo te devuelve lo que eres y hay personas que sirven de soporte.

No somos suficientemente conscientes de quienes nos han precedido hasta que faltan. Ni del valor de aquellos que han hecho posible lo que somos teniendo el privilegio de recibir su herencia.

Ni siquiera tengo la suerte de conocerle en lo profundo ni de formar parte de su séquito. Hubiera sido una suerte millonaria ser su Amigo del alma. Pero cuando sus palabras susurran versos como ‘ya sabes que te quiero mucho’, aún sin merecerlo, te sientes en la gloria. Es como tocar el cielo y pensar que ha merecido la pena haber entregado otra vida de niño ilusionado al baloncesto.

Una calle se le queda corta. Un polideportivo, escaso.

Las palabras se quedan huecas para mostrar la admiración por una persona que te hace sentir el orgullo de lo andado. En el que pretendes reflejarte y sentir que otro modo de hacer las cosas es posible. Que se puede ir por ahí sin dar la tabarra, con valores, generosidad y sentido común. Gracias por existir, Xabier. Gracias por ser un maestro de tantos sin pretenderlo. Con todo el reconocimiento.