Schachmann luce el mejor reloj de la Itzulia
La crono de Gasteiz, que conquista por centésimas el alemán, concentra a Almeida, Lipowitz, Vlasov y Skjelmose en menos de doce segundos, fija en 27 segundos a Pello Bilbao, en 41 a Izagirre y penaliza a Mas, que pierde un minuto
De la oquedad del Buesa Arena, de la pista de basket del Baskonia, desde sus tripas, de la luz artificial y los gigantes que son canastas, partió la Itzulia de las ausencias, la del después del trauma de Olaeta y las dramáticas caídas, para airearse y tomar vuelo.
Del parqué al asfalto a través de las cuentas del reloj, juez insobornable, en un crono de 16,5 kilómetros por las afueras de Gasteiz, tal vez demasiado larga, con un pellizco en modo de subida, para ordenar la carrera que dedicará los próximos días a coser clásicas.
El reloj, perista formidable, capaz de descifrarlo todo hasta el tuétano tasaba el material del que estaban hechos los candidatos a la victoria final de la Itzulia sobre una mesa de autopsias.
Expuestos, sin cobijo ni cómplices, a la luz del día, Maximilian Schachmann madrugó para fijar un registro formidable. El mejor. Imbatible. Mantiene un idilio con la carrera el alemán.
En 2019 Schachmann conquistó tres etapas y se destapó. El primero de aquellos logros fue en la crono de Zumarraga. La memoria se lo recordó cuando pedaleaba enérgico, concentrado y pletórico. Le volvió a dar cuerda para refrescar aquella victoria.
El pasado siempre vuelve a lomos de los recuerdos, ensillados en la nostalgia. En lo que fue. En aquella Itzulia, el alemán fue líder durante cuatro días de abril. El amarillo de Euskal Herria le sienta bien. El triunfo le sacó de un periodo ajeno a los festejos. Su anterior victoria lucía en 2023.
Estableció un tiempo de 18:37 en una crono que se endureció al final. El primer hito de la Itzulia. Disciplina germana. Se reconcilió con la dicha tras un desierto sin laurel. Lo lució con la dicha en Gasteiz. El primer líder de la Itzulia. Su reloj fue el más exacto. Por centésimas. Un suspiro le elevó a hombros a lo más alto del podio. Suyas fueron las mejores vistas.
Joao Almeida, sobresaliente
La marca del alemán, que sorprendió, sirvió para situar a los favoritos, para enlazarles en una carrera que se perfila en escasos segundos. La brújula de la crono señala el norte de la Itzulia, por dónde transitará en los próximos días.
Joao Almeida, uno de los opositores a la corona de lana en Eibar, clavó el mismo segundo que el vencedor en un ejercicio expansivo, de menos a más. Sobresaliente su actuación. El luso salió reforzado. Alegría, sin rastro de saudade. Nada de fados.
Unas centésimas le dejaron sin victoria. Un instante. Empate técnico en un pestañeo. 54 centésimas más lento que Schachmann. Florian Lipowitz, plata en la París-Niza, se dejó apenas un parpadeo con su compatriota. Ingeniería alemana. Eficacia. 76 centésimas peor. Los tres primeros compartieron el mismo segundo. Trillizos en el reloj.
Vlasov, el ruso de bandera blanca, borrada su nacionalidad con lejía desde la invasión de Ucrania, completó una crono notable y concedió una decena de segundos. Skjelmose, se movió en registros similares.
El noruego perdió una docena de segundos en un terreno que no era el suyo. Se empuñaron los favoritos, concentrados en la misma baldosa de la Itzulia.
Pello Bilbao, mejor vasco
Algo más lejos, pero aún palpitando en el juego de la general, Pablo Castrillo empujó en una buena actuación y entregó 21 segundos. Daniel Martínez, vencedor en 2022, se fue a los 23 segundos de distancia. Pello Bilbao, el mejor vasco de la jornada inaugural, se dejó 27 segundos en la pelea contra el crono.
Ion Izagirre, campeón en el año del despegue del alemán, no encontró su mejor versión. La necesaria para merodear el podio. El de Ormaiztegi apiló un retraso de de 41 segundos. Demasiado. Un nubarrón sobre sus opciones. Estará obligado a arriesgar para rebelarse.
El reloj señaló con una mueca de disgusto a Brandon McNulty, nublado el norteamericano, campeón de la especialidad en su parí. Concedió 34 segundos. Almeida es la bala de plata del UAE.
Mala crono de Mas
Enric Mas, desajustado en Gasteiz, penalizó más que nadie entre quienes miran con deseo la zona noble. Se dejó 1:10, un mundo para un carrera diseñada para el baile de escasos segundos. Deshilachado.
El sol fastuoso, el cielo azul, saludó a la carrera con el canto de la primavera, con un abril en camiseta, anticipando el verano, dándole la mano. La temperatura suave era una caricia sobre las bicis de geometría exagerada de las cronos.
Cabras de carbono, cálculos de potencia y aerodinámica, textiles especiales y cascos diseñados para que el viento resbale y ganarle tiempo al tiempo.
Un arsenal para la tortura, para retorcer el cuerpo al extremo y exprimir al máximo cada vatio en un pelea imposible contra el paso del tiempo, inexorable. El ciclismo mantiene el espíritu de sufrimiento intacto. Nacidos para el calvario. Espartanos incluso en la tecnología.
Un cuadrilátero con la única compañía de la soledad y la sombra recortada en la carretera para amortiguar el padecimiento incómodo que suponen las cronos, un territorio donde solo se felicitan algunos especialistas que mantienen una relación estupenda con esas exigencias. En ese hábitat, la sonrisa se posó sobre Schachmann, que luce el mejor reloj de la Itzulia.