En el ciclismo desmedido que solo algunos elegidos pueden defender como modus vivendi, el resto continúa exprimiéndose entre los márgenes, donde quedan las migas. Sin los grandes glotones del ciclismo en escena, aún suceden finales agonísticos como el de la jornada inaugural del Tour de los Alpes.
La carrera siempre fue el Giro del Trentino, pero alguien entendió que cambiándole el nombre, la prueba resultaría más atractiva y novedosa. Cosas de los gurús, como cuando el director general, –el gerente de toda la vida– pasó a denominarse CEO.
Las madalenas se convirtieron en muffins y los anglicismos y tics modernos se abrieron paso como un nuevo dios. La nueva religión es hablar con conceptos que se conocen pero parecen distintos cuando se exponen en inglés. El trile del lenguaje.
El valor del cálculo
Sin embargo continúan respirando grandes certezas aunque no sean cool. El saber calcular siempre resultó un gran tesoro para los ciclistas. Antaño, con las sensaciones, y ahora, con los potenciómetros y mil variables. En el fondo, hay que saber llegar en el momento exacto. Ni antes ni después.
A Jack Haig, que llegó al último kilómetro laminado tras su asalto en Kerschbaumer Sattel junto a Cepeda, le molió a palos el final, un repecho duro en Alpbach, en el que Mikel Bizkarra (Euskaltel-Euskadi) compartió escenario con los mejores.
Al australiano, que había tenido medio minuto de renta pero su esperanza fue menguando, lo consumió Hugh Carthy, que arrancó torcido, descoyuntado, un gesto tras otro entre rampas duras.
De mueca en mueca, el inglés avanzaba frenado. La fuerza desvanecida. Gesticulante, quebrado. Una marioneta. Su cálculo resultó erróneo. Atacó demasiado lejos.
Tao, en el momento exacto
Tao Geoghegan, al que resguardaron desde el Ineos, con Geraint Thomas guiando la caza hacia el repecho, observó el desvanecimiento de Carthy, vacío. Geoghegan, campeón del extraño Giro de la pandemia, se impulsó lo necesario y venció para liderar el Tour de los Alpes por delante de Felix Gall y Carthy, en plena agonía.
Victorioso, sonriente tras su segundo triunfo del curso, Geoghegan se señaló el nombre de su equipo, el Ineos, el que acuñó los marginal gains, las ganancias marginales, como método para ganar. En la escuela de David Brailsford, en la academia Sky/Ineos, aprendió a calcular Geoghegan. Eso le bendijo.