Más de un protagonista, algún que otro tapado sin disimulo, mucha chica guapa, un argumento sencillo y un desenlace feliz. Así son estas ligas. Cine de serie B, directo al video club. “Padeleros choteros” mayormente, dicho a la franca y sin ánimo despreciativo, al contrario más bien, que son gentes cuya máxima es pasarlo bien y hacer “un poco de ejercicio”. Pero echándole “todo eso que tú sabes” a la cosa, pues ganar es “muy importante” y sumar cuantos más juegos, mejor. Tras los ratos de pádel, esta gente acostumbra a disfrutar el doble en el tercer tiempo, que se alarga lo que la sed tarde en apaciguarse en cada cual.
El asunto lo copió para Padeleku, siete años atrás, el maestro de ceremonias Yayo Pascual, siempre a la última. Una liga individual, jugada por parejas, en la que 40 inscritos buscaban proclamarse Rey de la Pista. Desde hace cinco años la idea se trasladó al Alto de Armentia y se hizo grande. Los chicos se reparten en tres grupos y las chicas en un cuarto. Niveles diferentes y dos objetivos: pasarlo bien el de la mayoría y ganar sí o también el de unos cuantos. En el génesis, un comienzo a medio gas en el que un grupo de amigos decidió probar el sistema. Angulo, Alvarito, Isasi, Iñaki González, Maule, Tito... entre otros, que ya no están.
En el grupo de élite, Liga A, Luzuriaga el Magnífico gobierna con mano de hierro. Kantxero, Gasofas, Caruflas, el Alkate Jauna, Vinagrillas y “posturitas” Raphaelo son algunos de los ilustres que lo completan. Todos contra todos, cada semana, y ¡a ver quién es el que hace más juegos! A lo largo del año, y a doble vuelta, se establece una clasificación en la que los que suman menos juegos están abocados al descenso de categoría. En la Liga B, a quienes mejor les va, y son capaces de ganar juegos con el resto, se ganan el derecho a subir de categoría; es el caso de Zambrano, un ganador de carácter fuerte, cabeza de ratón que entra con los de arriba. El diablo Otxoa, el pegador Lacuesta y Soto, el cetrero, han caminado con éxito dispar en el grupo intermedio. En la Liga C, la de los futboleros Sesma y Marina, Larrabide y DJ Blanco. Unos fenómenos todos. 75 jugadores de pádel cuyo objetivo prioritario es “pasarlo bien, hacer algo de ejercicio regularmente y no perderse de ninguna de las maneras el fin de fiesta”; el picoteo, las bebidas y el reparto de premios a los mejores y los regalos por sorteo a cada uno de los grupos. Las 32 mujeres que participan en la Liga Femenina demandan la formación de un segundo grupo “¡para ya mismo!”. Marta Fernández, Raquel Canaval, Arantxa Ramírez y Marta Rituerto van a la vanguardia y echan el resto cada 15 días. “Todas vigilan la clasificación, como tiene que ser, con interés y por si acaso...”, nos dice el organizador; “no veas lo que me cuesta sacar adelante todo esto: trabajo, tiempo y quebraderos de cabeza”, La verdad, entre unos y otras no se lo ponemos fácil. Guardar la etiqueta -cuidar los sponsors, vestir de manera apropiada y hacerse la foto cada día-, sumar bien, ocuparse del bote de bolas -al que le toque- y no faltar o avisar antes, esas son las obligaciones de quienes toman parte en las ligas. Ligas que justifican su formación por la categoría y rendimiento de cada uno/a de los participantes. Ligas en la que han tomado parte individuos de las élite: Monreal o Adrián, “para echar una mano y cubrir un hueco”.
Son gente implicada que necesita que alguien se ocupe de ellos. Tipos divertidos como Gómez de Segura, brutos como Lacuesta, todo corazón como Martínez de Ilarduya. Muchachos atractivos y chicas bien guapas que, en más de una ocasión, también han aprovechado para formar pareja. Que esa es otra, el pádel es un deporte muy social en el que los negocios y el amor surgen de manera espontánea.