a anfitriona Inglaterra, apoyada por el fortín de Wembley, retará mañana a Italia en la final de la Eurocopa. Un desafío enorme para la selección azzurra, que en su pasado demostró saber dar la talla en casa del rival.
La noche más dulce se remonta al 4 de julio de 2006. Italia jugaba las semifinales del Mundial de Alemania contra la selección germana en el West Falhen Stadion de Dortmund y triunfó en una prórroga de infarto para clasificarse para la final, ganada en la tanda de penaltis a Francia.
Pese a que una final de Eurocopa contra Dinamarca sería, a priori, más accesible para Italia, algo hizo que muchos italianos esperaran que Inglaterra saliera ganadora del duelo de semifinales del pasado miércoles. Entre ellos, también estaba el centrocampista azzurro Marco Verratti.
“Estoy feliz por poderme medir con un gran equipo como Inglaterra en un estadio tan prestigioso como Wembley. Será un partido que marcará la historia”, afirmó Verratti en una rueda de prensa organizada en el centro técnico de Coverciano, en el corazón de Florencia.
La Italia de Mancini se verá las caras con una Inglaterra rocosa, sólida, que solo recibió un gol en todo el torneo y que cuenta con un Harry Kane en tremendo estado de forma.
Los hombres de Gareth Southgate contarán con el apoyo de casi la totalidad de Wembley, aunque se espera que unos quince mil italianos, casi todos residentes en Inglaterra, se hagan hueco en la grada.
Los azzurri buscarán una nueva hazaña deportiva, seguir el camino mostrado por la selección de Marcello Lippi en 2006, en una de las noches más intensas de la historia futbolística del país.
Ante 80.000 espectadores y el icónico muro del entonces West Falhen Stadion, ahora conocido como Signal Iduna Park, Italia ganó 2-0 a Alemania en la prórroga, con un gol de Fabio Grosso a tres minutos del 120 y otro de Alessandro Del Piero al contragolpe en el último suspiro.
El grupo azzurro, que contaba con jugadores de carisma como Gianluigi Buffon, Fabio Cannavaro, Andrea Pirlo, Francesco Totti o Del Piero, tumbó al anfitrión y tomó impulso para viajar a Berlín y doblegar a Francia en la final del Olympiastadion, poniendo las manos en la cuarta Copa del Mundo de su historia.
Si en 2006 fue el momento de la gloria, en 1998 fue el de la frustración. En el Mundial francés, la Italia de Roberto Baggio o Christian Vieri, Maldini, Costacurta o Bergomi, se estrelló contra Francia en cuartos de final, rindiéndose en la tanda de penaltis.
“En ese Mundial contábamos con un equipo fortísimo, lo teníamos todo. Lo único que no queríamos era medirnos con Francia antes de la eventual final. Ellos jugaban en casa y tenían un equipazo. Se te queda el remordimiento por haber perdido un Mundial sin sufrir ninguna derrota. Te preguntas qué podría pasar”, contaba recientemente Dino Baggio, que formaba parte de ese grupo.
Wembley se prepara para un partido histórico, entre una Inglaterra que alcanzó su primera final en una Eurocopa, tras las semifinales de 1996, también jugadas en casa y perdidas ante Alemania, y una Italia que se plantó por cuarta vez en el último acto del torneo continental.
La selección azzurra pensará en la hazaña del West Falhen Stadion en el camino hacia Wembley, o también en el primer gran ejemplo de un anfitrión tumbado, el Maracanazo de 1950, cuando Uruguay hizo historia al doblegar a Brasil.
Inglaterra, por su parte, pensará en su Mundial, el que conquistó en 1966 a costa de Alemania Oeste. Tras 55 años, está a un partido de la gloria continental.
En el Mundial 2006 Italia jugó las semifinales ante Alemania en el West Falhen Stadion de Dortmund y triunfó en una prórroga de infarto