- Novak Djokovic sigue en su misión de pasar a la posteridad como el más grande tenista de todos los tiempos y ayer conquistó su segundo Roland Garros y su decimonoveno Grand Slam, lo que le deja a uno de Roger Federer y Rafa Nadal. Entre los tres han ganado el 83% de los grandes disputados en los últimos 18 años y aún siguen esperando el relevo. Lo pudo tomar Stefanos Tsitsipas, que se adelantó por dos sets a cero con un tenis brillante, de exquisito gusto, que pareció dejar sin respuestas al número 1 del mundo. En la grada lo veía un tipo llamado Bjorn Borg que hace 40 años se llevó su sexto triunfo seguido en París también con melena corta, una barba de días y una cinta en el pelo. El pasado y el futuro coincidían en la Philippe Chatrier, pero el presente sigue sin dejar su hueco y Borg entregó la Copa de los Mosqueteros a Djokovic. Una final de Grand Slam es muy larga, hay que ganar tres sets y Djokovic tuvo tiempo de encontrar las soluciones para cambiar la dinámica del partido. Él empezó a subir su nivel, su rival empezó a bajar su intensidad y en el quinto set toda la iniciativa mental era ya del de Belgrado. Dos horas de verse muy cerca de la gloria en su primera final grande, Tsitsipas había perdido el partido. Esa lección se llevará aprendida para la siguiente. Desde 2004, antes de que empezara el histórico dominio de Nadal, no se remontaban dos sets en la final de Roland Garros. Además, Djokovic es el primer jugador en la Era Open que gana cada Grand Slam al menos dos veces y el 21, como poco, se ha convertido en un objetivo muy a su alcance. De momento, los dos que se han jugado en este año pandémico han caído de su lado. La final no defraudó ya que el desenlace del primer set, muy disputado y con puntos brillantes, puso en cuestión los pronósticos. Tsitsipas tiraba con todo, mientras Djokovic trataba de enredar al ateniense, que salvó una bola de set en contra y se lo anotó en el tie-break. Esto hizo daño al serbio, que en el segundo se mostró fallón y estático y cedió toda la iniciativa al joven aspirante, que parecía volar sobre la pista. En ese momento, Djokovic abandonó la pista “y al volver parecía otro. No sé qué pasó ahí dentro”, dijo Tsitsipas para alimentar la polémica.

Sin embargo, la realidad es que Djokovic supo dosificar sus esfuerzos y empezó a dominar con su saque y su resto. El de Belgrado no volvió a ceder ni una bola de rotura en todo el partido y eso presionó a Tsitsipas, cuyos golpes empezaron a perder pujanza desde el mismo servicio. Molestias lumbares le llevaron a ser atendido tras ceder el tercer set y fueron la señal que necesitaba Djokovic para redoblar su puesta por la paciencia, por poner cada bola al otro lado de la red. Ahora era el heleno quien trataba de acortar los puntos porque veía que la apisonadora se le venía encima. “Tras el segundo set, perdí mi ritmo y el control. Empecé a jugar más corto”, admitió. El cuarto set igualó la final y con una temprana rotura en el quinto Djokovic encontró la iniciativa definitiva. Tsitsipas era ahora el que buscaba escapatorias, respuestas por todas partes, pero el serbio tenía el partido firmemente agarrado y sus tiros a las líneas impidieron al subcampeón meterse en pista para presionar. El de Atenas, desordenado mentalmente, aún tuvo algunos tiros aislados cargados de talento, pero la final ya estaba encaminada hacia el lado del número 1 del mundo.

Duración: 4 horas y 11 minutos.