- A Tadej Pogacar, un prodigio del ciclismo, que ayer rebañó cuatro segundos en la meta de Sestao para seguir manteniendo el pulso con Primoz Roglic, le cuida el vizcaino Joseba Elgezabal, guardián de las piernas del esloveno, un ciclista hiperbólico al que el logro del Tour de la pasada campaña no se le ha subido la a la cabeza. “Sigue siendo el mismo. Tiene el carácter de siempre”, dice Elgezabal sobre un muchacho al que le encanta el rap.
Usted es el hombre de confianza de Tadej Pogacar. ¿Cómo es el campeón del Tour?
—Es una persona muy tranquila, segura de sí mismo. En todo momento sabe lo que quiere y no piensa en otra cosa que no sea él y su capacidad de mejora y disputar las carreras a tope. No se descentra ni cuando las cosas le salen peor, como el lunes. No hizo su mejor crono, los demás hicieron una gran crono. Pero no piensa ni pierde energía en los demás. Piensa en hacerlo bien en lo que resta de Itzulia.
Pogacar es el chico de las piernas de oro. ¿Cómo es muscularmente?
—Está claro que es uno de los mejores ciclistas del mundo y como tal tiene una musculatura privilegiada, diferente a los demás. Su mayor virtud física es la capacidad de recuperación. Es capaz de mejorar día a día a pesar de los esfuerzos físicos.
¿Cuál es la diferencia muscular entre un buen ciclista y un superclase como el esloveno?
—Hay que partir de la base de que todos los profesionales tienen una buena musculatura, pero en su caso hablamos de un corredor con una capacidad de recuperación enorme. La fatiga muscular que sufre es mucho menor que en otros ciclistas que he tratado. Es un ciclista del máximo nivel.
Pogacar es muy joven, ¿está aún sin hacer del todo en el aspecto muscular?
—Es una musculatura que cada vez está más hecha. Las carreras de tres semanas te dan eso. Pogacar se va esculpiendo. Se nota que va mejor, va limando poco a poco.
¿Cómo llegó usted al campeón del Tour?
—Estuve varios años en el Caja Rural como masajista. Con el tiempo me gané una reputación y Matxin (mánager del UAE) buscaba a alguien de mi perfil. Quería a alguien de confianza y ya me conocía. Todo coincidió para que pudiera fichar por ese equipo y entrar en el WorldTour.
¿Desde cuándo cuida a Pogacar?
—Los dos entramos a la vez en el equipo, pero nos conocimos poco a poco. Las primeras carreras no coincidimos mucho, pero en la Vuelta a España en la que hizo tercero (ganó tres etapas y fue el mejor joven de la carrera) empezamos a trabajar juntos. Salió todo muy bien. Todo fluyó muy bien y conectamos mucho. Eso es muy importante. Se dio un buen el resultado y seguimos adelante. A partir de ahí comenzamos a trabajar juntos.
Entiendo que esa conexión que tuvieron fue fundamental.
—Compartimos el modo de trabajar. Está claro que él es la estrella del equipo, pero no tienes que estar todo el día dorándole la píldora. Ni estar todo el día detrás de él.
¿Además de masajista hace de confesor y psicólogo?
—Lo de ser confesor ya está pasado de moda. Con el WhatsApp y la tecnología actual los ciclistas pueden hablar con todo el mundo. Su confesora es su novia. Yo soy el masajista, pero sí es verdad que hemos pasado de trabajar juntos a ser amigos. He estado varias veces en su casa. Fuera de las carreras hablamos mucho. Estamos en contacto casi a diario. En la camilla de masaje habla más por ser amigo que por el hecho de confesarse o por la necesidad de hacerlo.
¿Charla mucho con él o Pogacar prefiere el masaje en silencio?
—En el masaje hablamos, pero siempre está presente la música. Es algo importante en su vida. Al principio era más tímido, pero se ha soltado. Es un chico de los más alegres del equipo, que siempre está animando. Es parte de su evolución. Hace bromas con todo el mundo. Le gusta el rap. Le encanta la música. Es un tío muy alegre. Es un tío muy majo, un tío muy jatorra. Es un tío al que le encanta la música y la pone en el bus. A veces rap y otras rock clásico.
¿Ha cambiado desde que ganó el Tour de Francia?
—No. No le notó que haya cambiado. El Tour no se le ha subido a la cabeza. Sí le noto que tiene más seguridad en sí mismo. Con más capacidad para liderar y pedir. Sí que ha dado el paso al frente de decidir y poder hacerlo, pero en cuanto a carácter sigue siendo el mismo. Es amable con todo el mundo, jovial, simpático. Es más, el lunes, cuando acabó la crono, que no había sido su mejor actuación, e iba hacia el bus se acordó de la afición de aquí y colgó un mensaje de agradecimiento en las redes sociales. Estaba contento porque la gente le conoce y grita su nombre. Está encantado de correr aquí.
Es un campeón al que parece no afectarle la presión.
—Según en qué aspecto. A algunos la presión les afecta en el sentido de que se nota después en los vatios que mueven. Les entra el nerviosismo, el tembleque y no dan lo que tienen. Él, sin embargo, saca todo su potencia.
Demostró mucha personalidad y valentía en el Tour.
—Yo creo que lo del Tour fue la guinda, pero Tadej Pogacar ha demostrado personalidad desde el minuto uno, cuando llego al UAE. Esto viene de lejos, en la Itzulia de hace dos años fue segundo en varias etapas. Hubiera estado más arriba si hubieran apostado por él. En el Tour de California se convirtió en el ciclista más joven de la historia en ganar una carrera del WorldTour de una semana. A los que ha pillado por sorpresa que haya ganado el Tour, igual no son muy seguidores del ciclismo. Pensar que iba a ganar el Tour el último día igual era una bilbainada, pero en el equipo todos sabíamos que lo iba a hacer muy bien. A mí, por lo menos, no me pilló por sorpresa. Tenía muy claro que lo que podía pasar.
¿Por qué creía que eso podía pasar?
—Porque le tengo mucha fe. Estuvimos preparando el Tour muy bien y la evolución que le veía me hacia pensar que podía hacerlo. Quizás me dejo llevar por los colores, pero yo veía que cada vez estaba mejor. Tenía fe ciega en él. Es uno de esos ciclistas que mejora día a día.
¿Cuál es el límite de un ciclista como Pogacar?
—Eso no se sabe. Hablar de límites es difícil. Son cuerpos, personas, no máquinas, y nunca se sabe qué puede pasar en el futuro. Sí que veo que está a un gran nivel y que hay que trabajar para mantenerse ahí. Ahora todos esperan que gane de nuevo el Tour porque llevará el número 1. Pero hace dos años Egan Bernal ganó el Tour y el año pasado, por culpa de las lesiones, se le truncó un poco. Le ha costado volver al nivel del mejor Bernal. Te pueden pasar cosas, lesiones, caídas, que pueden limitar la progresión. Que no tenga límites es lo que queremos. Pero tampoco hay que pensar que va en ganar todas las carreras en las que vaya a participar.
“El Tour no se le ha subido a la cabeza. Sí le noto que tiene más seguridad en sí mismo. Con más capacidad para liderar y pedir”
“Lo de ser confesor ya está pasado de moda. Con el WhatsApp y la tecnología actual los ciclistas pueden hablar con todo el mundo”