l final del otoño marca el inicio de la pretemporada arraunlari. Las grandes regatas de septiembre empiezan a trabajarse en el noviembre del año anterior y esa búsqueda del mejor estado de forma está marcada por el frío y las condiciones climatológicas adversas durante los primeros meses. La larga preparación es una de las señas del remo. Seis meses de pretemporada para competir de la mejor manera posible en una competición de tres meses. Ese sacrificio este año tiene un componente de dureza añadido. Las restricciones del covid-19 vuelven a golpear al remo. Esta vez la imagen de los remeros entrenando en su casa con los ergómetros no es una tónica habitual pero las traineras siguen sin salir de los clubes, a la espera de un permiso que ya tuvieron en verano pero ahora al no haber un calendario de competición establecido, sigue sin llegar.
Todos los clubes tratan de adaptarse a este contexto. Los entrenamientos individuales están permitidos pero al club solo se pueden acercar los remeros de la localidad y el resto deben buscar la manera de completar los entrenamientos de tierra por su cuenta. Pero el verdadero lastre para la preparación es la imposibilidad de salir al agua debido a que las restricciones sanitarias no permiten a las tripulaciones entrenar en grupo. Algo que sí que ocurrió en junio, cuando la sociedad se encontraba en plena desescalada y durante el verano tanto las competiciones de la ACT, como de la ARC y la ETE se disputaron en su totalidad. "En verano fuimos unos privilegiados y pudimos acabar la temporada con cierta normalidad. Ahora, otros deportes están en una seminormalidad porque están en periodo de competición y nosotros no podemos estar así. No sé si es algo lógico porque se demostró en verano que hubo muy pocos positivos y cero contagios dentro de los clubes. Se demostró que haciendo las cosas bien, como las hicimos, no se dieron contagios en el remo", apunta Jon Elortegi. No hubo que suspender ni una regata y los protocolos llevados por los clubes hicieron que los positivos aislados vividos en las tripulaciones llegaran desde fuera del ámbito deportivo y fueron casos aislados que no se propagaron dentro de los propios clubes.
Estas restricciones no impiden que los remeros hagan parte de su trabajo en tierra, aunque hasta en el aspecto individual las limitaciones dificultan el entrenamiento del remero. "Hay que limpiar las máquinas cada vez que se utilizan y hay que utilizar mascarilla hasta cuando se hace ejercicio aeróbico. Esto dificulta un poco los trabajos. Ahora en invierno es habitual hacer circuitos de 18 o 20 ejercicios y dar dos o tres vueltas. Actualmente en los gimnasios es imposible hacer algo así", afirma el entrenador de Urdaibai. Sin embargo, la adaptación sí que está siendo posible en cierta manera en los entrenamientos de tierra, no así en los de agua. El fin de semana pasado los equipos iban a salir por primera vez al agua y se quedaron sin hacerlo. Varados en plena época de hacer bloque. "Ahora es cuando mecanizamos todos los movimientos. Se dan pocas paladas, va todo muy lento y es el mejor momento para trabajar la parte técnica y los movimientos. Ahora mismo esto está en pause y hasta que nos dejen salir al agua todo queda en la mochila pendiente de hacer", añade Elortegi.
Cada club vive esta fase de una manera diferente y en el caso de Urdaibai las diferencias entre el confinamiento y ahora son evidentes. Las dificultades de arrancar el proyecto ya quedaron atrás y en el segundo año de Elortegi parte de los deberes quedaron hechos el curso pasado. "El bloque sigue siendo el mismo y tras un año de rodaje, todo debería ser más fácil. Pero con este entorno que tenemos nada es fácil", comenta el técnico de Barrika. La tripulación bermeotarra mantiene "el noventa por ciento de la plantilla" y cuenta con las incorporaciones de Niko Yurramendi, proveniente de Donostiarra, y Mikel Bereciartua, canterano de Mundaka.
No es la primera vez que los remeros viven una situación similar a la de estos días. Los recuerdos vividos en marzo, con las casas convertidas en gimnasios improvisados, vuelven ahora a la mente de los bogadores. "Tenemos mucho miedo a que se vuelva a repetir y ahora mismo no sería capaz de mandar a los remeros a casa con los ergómetros otra vez. Sé que muchos de ellos echarían la toalla", apunta Elortegi. La incertidumbre vuelve a convivir con el remo y la dureza de los entrenamientos se vive sin poder saltar al agua. Algo fundamental de cara a la preparación y también una motivación para los deportistas, que con la vuelta a su hábitat favorito dejan de lado las agujetas y desconectan por unas horas de la dureza de la pretemporada.