- ¿A qué aspira el Athletic? ¿Qué está en condiciones de ofrecer y por qué objetivos puede y debe pelear? Los mensajes internos no pueden ser más contradictorios entre sí y cuando eso ocurre, peligro. De poco o nada sirve que los jugadores, lejos de su mejor nivel la mayoría, por cierto, mantengan el discurso de que el reto vuelve a ser buscar un billete continental si el entrenador, con sus declaraciones, evidencia una absoluta falta de confianza en lo que tiene dentro del vestuario. “Lo que nos preocupa ahora es darle la vuelta, porque la Primera División no está fácil para nosotros”, soltó Gaizka Garitano tras el ridículo ante el Cádiz, al que le bastó con acumular hombres por detrás del balón y juntar las líneas al máximo para sumar los tres puntos en San Mamés con nueve jugadores.

La controvertida y preocupante afirmación del técnico, motivo suficiente para que en más de un club el presidente le llamara a capítulo exigiéndole una explicación para saber si realmente se ve capacitado para llevar a buen puerto la nave, se argumenta en una doble razón: la ausencia de fichajes hasta ayer por la tarde y la cuestionable necesidad como director de orquesta de desligarse del problema escudándose en las carencias “difíciles de corregir” del grupo. Lo realmente preocupante, no obstante, es que el Athletic, en la práctica, carece de un reconocible patrón de juego, así como de una elaborada propuesta ofensiva capaz de echar abajo entramados defensivos bien trabajados. Mientras, proyecta números alarmantes en el plano colectivo e individual. La derrota contra el Cádiz, dolorosa en fondo y forma, tiene carácter histórico al ser la primera vez que el conjunto bilbaino encadena cuatro tropiezos consecutivos en liga en San Mamés, pues ya mordió el polvo en sus tres últimas apariciones como local la pasada temporada frente al Real Madrid (0-1), Sevilla (1-2) y Leganés (0-2). 360 minutos en total, sin contabilizar los añadidos, con un solo gol a la vista, de Capa para más inri, fiel reflejo del tormento en el que se ha convertido perforar las redes rivales sin Aritz Aduriz.

Iñaki Williams, “jugador franquicia”, como le definió el propio Garitano, no marca desde el pasado 8 de marzo en el último choque liguero disputado antes del parón provocado por la pandemia y acumula ya catorce partidos seguidos sin ver portería. Incluso Raúl García, tras salvar los muebles en el ejercicio 2019-20 con quince tantos en liga, se ha contagiado del desfavorable contexto general en el arranque de un curso en el que todavía no ha marcado y, lo más inquietante, apenas ha tenido opciones de hacerlo en tres encuentros resueltos con dos derrotas y una victoria, con un balance de cuatro goles en contra y solo dos a favor.

Siendo evidente la falta de goleadores contrastados en la plantilla, no todo pasa por señalar con el dedo a una serie de futbolistas que no hallan la manera de desarbolar a las defensas rivales. “Nos cuesta mucho cuando jugamos contra rivales que se meten atrás, nos falta claridad”, apuntó tras perder contra el Cádiz Garitano, sin profundizar en el porqué y sin explicar el trabajo que se realiza en el día a día de Lezama para contrarrestar dicho déficit, para resaltar acto seguido que “la carencia de un delantero centro es clara a la hora de rematar, cuando no tienes un delantero centro referencia”.

Lo cierto, sin embargo, es que Asier Villalibre, llamado a tener un papel cada vez más relevante tras la retirada de Aduriz, no ha sido titular en ninguna de las tres jornadas de liga de esta temporada y solo presenta una titularidad en los trece últimos compromisos oficiales de un equipo en el que los indiscutibles son tan indiscutibles como secundarios son los cachorros que, como Oihan Sancet, Iñigo Vicente, Unai Vencedor o el propio Villalibre, aspiran a tener un mayor protagonismo sobre el verde. Corresponde a Garitano, a falta de una pegada de peso pesado, potenciar virtudes en el plano ofensivo y recuperar, de paso, una fiabilidad defensiva que ha pasado a mejor vida, pues son ya ocho citas ligueras consecutivas sin dejar a cero la portería y, por ende, sin poner el candado en defensa, ni aliviar problemas ofensivos mientras se extiende el mensaje del miedo.