- Heterodoxo, iconoclasta e inconformista, Mikel Landa lució su media sonrisa en los Campos Elíseos de París. El escalador de Murgia, cuarto finalmente tras verse abocado a una remontada, un clásico para el escalador, tiene la intención de retornar a la zona más erógena del ciclismo el próximo año para seguir mejorando y enroscarse al podio que tanto anhela. “Hemos progresado con la bici de contrarreloj, mirando siempre al futuro, para volver de nuevo aquí y hacerlo incluso mejor”, estableció Landa, cuando concluyó su concurso en La Planche des Belles Filles. Eso supondría acceder al podio de la carrera francesa, un deseo inalterable para el alavés desde que conociera el Tour, en 2016. Aquel fue su bautismo en una carrera que le ha atrapado. Entonces estaba en el Sky, al servicio de Froome. Concluyó la carrera con el cuerpo baqueteada, taladrado por el dolor en el psoax, pero con la convicción de que amaría Francia para siempre. El Tour no se olvida. Es el más carnal de los amores de verano. Desde ese momento, la espuma de Landa ha bañado la orografía francesa. En 2017, aún en el Sky como sherpa de Froome, el escalador de Murgia a punto estuvo de acceder al podio. Un maldito segundo le dejó fuera de foco en París tras presionar al máximo a Romain Bardet, que se quedó con ese asiento de las mejores vistas del ciclismo.
Aquella actuación convenció del todo a Landa, que se enroló en el Movistar buscando la jefatura de equipo, para asaltar el podio. Sus dos campañas revelaron la solidez de Landa y también su propensión a trepar por las zonas más escarpadas del Tour, en las que se acumulan las aristas, tras acumular episodios en modo de caída o retrasos varios. Aún así, anudado a su modus vivendi, supo calibrarse y conectarse con una carrera que no hace prisioneros y que penaliza los errores como ninguna otra. Landa concluyó en séptimo lugar la edición de 2018 y avanzó un puesto el pasado año, cuando el Movistar, en una decisión controvertida, apostó por la tricefalia, que se resolvió con el sexto puesto del alavés. Aquel experimento fallido convenció a Landa de que se imponía el cambio de aires y encontrar una formación que le abriera el despacho de la capitanía en solitario.
Landa fichó por el Bahrain y como líder inequívoco del equipo acudió al Tour. Un acierto. El alavés se ha apoyado en su muchachada durante la última semana de la carrera francesa para reivindicar su figura. Caído en Niza, salió tocado en su orgullo por los abanicos de Lavaur. A partir de ese instante, con un lastre de 1:20 en el petate, Landa acudió a sus orígenes, esos que le obligan a rehacerse tras ser noqueado en la lona. Es su sino. Combativo, valiente y ambicioso, calibró su recuperación. El escalador de Murgia tamborileó los dedos a la espera de la última semana, donde mostró su punto álgido, cuando conquistó la cuarta plaza tras superar a López, Yates y Urán entre los Alpes y la crono final a pesar del padecimiento del Col de Loze, donde se desinfló. A pesar de ello fue capaz de revertir la situación. “Ha sido un buen final para este Tour. Empezamos bastante mal, con numerosas caídas, perdimos a un compañero (Valls), y otros teníamos mucho dolor. Hemos trabajado juntos, haciendo un buen grupo, cada día mejor. Y hemos acabado fuertes, cuartos y décimos con Damiamo (Caruso) también”, expuso Landa, enraizado definitivamente entre la nobleza del Tour.
Mikel Landa y Pello Bilbao serán de la partida en el Mundial de ciclismo que se disputará la próxima semana en Imola (Italia). Alejandro Valverde, Enric Mas, Marc Soler, del Movistar, Luis León Sánchez, del Astana, David de la Cruz (Emirates) y Jesús Herrada (Cofidis) completarán el combinado estatal. La prueba en línea, que constará de 259,2 kilómetros de recorrido y casi 5.000 metros de desnivel acumulado, se disputará el próximo domingo. Pello Bilbao, campeón estatal de contrarreloj, se enfrentará el viernes a un recorrido eminentemente llano de un total de 32 kilómetros para después competir.