Egan Bernal me dijo que volver a entrenar por la carretera era una sensación extraña, rara”, describe Xabier Artetxe, preparador físico del Ineos, y guía del joven colombiano, campeón del Tour. A Bernal, las autoridades de su país le concedieron un permiso especial para que pudiera rodar por la carretera.
Apenas lleva unos días pedaleando sin ataduras, sin las esposas del rodillo, sin el soniquete monótono que atrona en la cabeza entre cuatro paredes, las del confinamiento provocado por la pandemia del coronavirus.
Amainado el impacto del covid-19, ese salvoconducto llega ahora para el pelotón estatal, que abre ya las compuertas para respirar y sentir el viento en la cara, mirar el paisaje y cimbrear la bicicleta. El regreso a los entrenamientos extramuros, la vuelta a la vida.
“La primera y la segunda semana de entrenamiento tras el confinamiento servirá para recuperar sensaciones después de siete semanas sobre el rodillo. La parte mental tiene que liberarse porque el aislamiento conllevaba cierta negatividad y pesimismo, no solo por no poder salir, sino por la situación dramática que hay”, reflexiona Aritz Arberas, preparador físico del Bahrain McLaren, donde compiten Mikel Landa y Pello Bilbao.
Recuperar la memoria, el sentido de ser ciclista, será el primer paso del regreso tras siete semanas de rodillo, la bici tachonada al suelo. Levar anclas y poner rumbo al horizonte requerirá un proceso de adaptación. “Los ciclistas, que llevan toda su vida en bici, son ahora como animales salvajes en una jaula. Ahora se les abrirán las puertas, así que hay que dejarles más libertad porque tendrán muchas ganas de recuperar sensaciones”, desliza Artetxe.
El programa de entrenamientos perderá rigidez en este tiempo de redescubrir la carretera. “Hay que gestionar el regreso con calma y con cierta flexibilidad para que disfruten de la bici, sientan el viento en la cara, observen el paisaje. Serán unas salidas sin mucha programación, más bien unas líneas maestras para acondicionar el cuerpo.
No se puede pasar de cargas de trabajo de 15 horas sobre rodillo a hacer 30 horas semanales en carretera”, sugiere Arberas sobre una situación inopinada con la que nadie había trabajado antes. “Vamos un tanto a ciegas porque nunca ha habido nada igual. Es una planificación inusual por el confinamiento y también por la aproximación a la competición.
Cambiarán muchas cosas. Tenemos menos certezas y habrá más sorpresas”, advierte Artetxe. “En una temporada normal existe un orden de competiciones que te sirven como referencia, sobre qué has hecho en una u otra carrera, que te ofrece unos datos sobre los que trabajar. Eso desaparece este año”, alumbra el preparador del Ineos.
El periodo de confinamiento, siete semanas donde la carrera quedó vetada, obligó a construir la preparación física sobre el rodillo, elemento central para el entrenamiento de los corredores y mesa de cálculos y rincón de aprendizaje para los preparadores.
“Nos ha tocado aprender a marchar forzadas”, subrayan ambos preparadores sobre una herramienta que “han explotado” y que con las plataformas virtuales, donde se recrean escenarios reales, ha servido para edulcorar el síndrome de abstinencia ante la imposibilidad de salir a la carretera. “Particularmente he aprendido mucho, tienen muchas posibilidades. He hecho un poco de conejillo de indias para luego planificar entrenamientos”, apunta Artetxe.
SIN OBJETIVOS competitivos El rodillo posibilita mantener las intensidades, pero no puede sostener el volumen de entrenamiento, que necesita de la sesiones de carretera, insustituibles.
“He calculado que como norma general se ha podido perder un 25% de la forma en este tiempo, si bien hay que matizar que cada corredor es un mundo. Pero estoy satisfecho con el trabajo que han hecho, era normal que perdieran parte de la forma. Como mucho puedes pedalear tres horas al día en distintas sesiones y en carretera se puede hacer un trabajo de seis de forma continua”, desgrana Arberas, convencido como Artetxe, de que tan importante como la tarea de mantener el físico era sostener el ánimo mental.
“Para un deportista de élite, trabajar sin objetivos es algo antinatural, así que se trataba de ir día a día tras una primera fase de incredulidad, una segunda de aceptación y una tercera de cierto hastío por el hecho de estar siempre en el rodillo y con la incertidumbre de no saber qué va a pasar”, argumenta Arberas. “Para mí, se trataba de que hicieran un trabajo de mantenimiento, de tener el cuerpo activo y estar preparados mentalmente.
El componente psicológico era muy alto en un periodo muy difícil para toda la sociedad. Ellos no son ajenos a todo lo que ocurre y la incertidumbre es muy alta. En una temporada tan rara, gestionar eso es complicado”, incide Artetxe.
Ante la inminente posibilidad de desempolvar las piernas sobre la carretera y con el mes de agosto como llamativo neón del WorldTour, -“es difícil saber quién está bien y quién no tras todo esto”, matiza Artetxe- el preparador del Ineos tiende al relativismo.
“Tras estas semanas, la pregunta es: ¿te interesa estar como el año pasado a estas alturas?”. Es pronto para saber la respuesta. Todo ha cambiado. Nada es lo que era. “Estamos en pretemporada. Como en febrero, pero es mayo”, analiza el preparador del Ineos. Su homólogo en el Bahrain McLaren también parte de la base de que es tiempo de precampaña. “Para alcanzar una condición óptima para competir en agosto se necesitarán de 10 a 12 semanas”. En esa distopía provocada por el coronavirus, lo cotidiano es ahora un hito extraordinario y recuperar la normalidad es una carretera a la libertad.