a ver, para que nadie se nos moleste y empiece a soltar por esa boquita cualquier tipo de lindeza. Lo de marqués no le viene de título. Ni lo pretende. Ni, vayan a creer siquiera, tiene a menos a sus vecinos o se crea un punto y aparte. No. Consta que es de Lanciego, sí, pero el título se lo sacó mientras estudió en Vitoria y vivió como tal en palacio. Ocho años en Escoriaza Esquivel, residencia de estudiantes para chavales de la provincia. "Como un marqués, Ramón". Entró a bachiller y salió hecho, con el "don" y el título de perito bajo el brazo. Ni que decir tiene que aprovechó el tiempo. "No le quitaba horas al estudio pero tampoco dejaba de jugar a pelota cada día", me dice. Los estudios eran lo primero pues de ello dependía todo lo demás. "Tenía que estudiar fuerte porque dependía de las becas", suelta orgulloso, "pero siempre quedaba tiempo para el frontón". Era salir de Diocesanas y correr a la residencia para encontrarse con Miguel Ángel Monje, Emilio García, José Luis Oribe, Rafa Fernández, Alberto Bernedo y Máximo Arana, chavales como él, de Rioja Alavesa, de la montaña o del Valle de Valdegovia. Debieron ser buenos años, aquellos. "Tuve mucha suerte porque pude jugar a pelota en el frontón de la residencia. Metí muchas horas".
José María Aguirre Compañón nació en Lanciego en marzo del 43. Cumplirá 77 en quince días. Y sigue haciendo deporte, "todo el que puedo", aunque la pelota la abandonó a los 60, cuando las rodillas le dijeron basta. Toda una vida de pelotari que culminó en el frontón del Estadio junto a Puras, Talo, Mikel de Bernedo, Mikel Marañón, Tomás Lecea, Javi Errasti y Fernando Pagoaga. Aquel era un grupo bien majo de "edad parecida" y que vivía las horas en el mítico frontón del paseo de la senda "como si fuera en nuestra casa". Jugaban a cuero. Fue "un perfecto fin de carrera de pelotari". Pasaron juntos casi 30 años desde 1970. El deporte era salud, juventud y vida, mientras que el frontón el escenario perfecto donde poner todo eso en práctica.
Esti, una de sus hijas, me puso sobre la pista. "Mi padre fue pelotari" me dijo, sentada en una mesa frente a mí, justo antes de meterse en una pista de pádel. Mientras el padre jugaba a pala con aquel grupo de amigos ella se dedicaba a la gimnasia. Beatriz le pegaba un poco a todo y Silvia, la otra, "se dedicaba a tomar el sol", recuerda el padre. Luego estaba el chaval, Iñigo, "que hizo pelota", remarca el padre, "pero el médico se lo desaconsejó si pretendía rendir con los mejores". La madre de los cuatro, Blanca Caravaca, prefería el agua, donde pasaba el tiempo de la mano de Salva Crespo, mítico monitor en el club del Estadio.
Aguirre empezó en el pórtico de la iglesia. Todavía hoy, muchas noches "sueño que estoy jugando, salvando columnas, escaleras y un piso imposible". En el 51, cuando Cirilo Compañón -tío carnal- era alcalde del pueblo, mandó levantar el frontón viejo. Construcciones Núñez se encargó de hacerlo y los chavales del pueblo lo invadieron. José Mari Palacios, "Ogueta", un mocetón de 16 años, jugó en su inauguración. José María tenía ocho años. Le acompañaban Miguel Crespo, Emeri Aguirre, Luis Compañón y Félix, El Sofio. Por entonces, el pelotari de referencia en el pueblo era Manolo Ugarte, "bonito de ver". A los 14 empezó en serio. Cuando ya estaba en Vitoria. Le tocó jugar la previa de zona del Interpueblos contra Elciego, Laguardia, Lapuebla, Labastida y Oyón con "un ambiente increíble". "Los frontones se llenaban y la gente se desplazaba de un pueblo al otro para vernos jugar". Panaderito y Barrugo levantaban pasiones al frente de Oyón y Laguardia, donde jugar "era una pasada; por su muralla y por la cantidad de gente que se citaba en los alrededores".
Me muestra un programa de principio de los 60 en el Vitoriano. Beba Kas luce en la publicidad de la época. Las entradas costaban cinco pesetas en butaca y tres en la general. Era domingo 11 de noviembre y se jugaban seis partidos desde las 9.30 horas, dos de herramienta y cuatro de mano. El segundo partido entre los de segunda enfrentaba a los hermanos Eguía contra Pedro Mari Ochoa y José María Aguirre, para quien, aquellos festivales resultaban "momentos especiales". De aquellas citas destaca los partidos de corta, con Beraza y Arrizabalaga de competidores, y los partidos de mano en los que Alegría y Zerain sobresalían en primera. Pocos años después, cuando tenía 23, conoció a Blanca, "una chavalica que iba al frontón acompañando a una amiga, Ana Mari, hija de quien fuera presidente de la alavesa, Luis Azua". Entre pelotazo y pelotazo surgió el amor. Las matinales del Vitoriano se paraban a las doce en punto para que Don EnriqueSaracho, asesor y religioso de la residencia donde Aguirre vivió tantos años, rezara el Ángelus. Don Enrique les casó el 29 de noviembre de 1969 en Lanciego según anunció en Ecos de Sociedad un periódico de la época: "Boda Pelotazale". Un día de fiesta grande, que protagonistas e invitados acabaron en el restaurante Iradier de Vitoria.
No recuerda cuando debutó ni tampoco el partido de su despedida. Recuerda, eso sí, un Campeonato de España que jugó en Zaragoza junto a RodolfoMadrid -"palabras mayores"-. Tenía 18 años.
En 1966, todavía soltero, va y viene a Alsasua, en un 850 matrícula VI-21442, donde había conseguido su primer trabajo en la empresa Sunsundegui. "A los de fuera", me cuenta, "la federación nos invitaba a comer en el Poliki y el ambiente era increíble". Luego tocaba el paseo de los domingos con la chica, y vuelta a Alsasua, "que al día siguiente había que trabajar". En el 68 se desplaza a Pamplona donde vivirá los próximos cuatro años junto a su esposa. En 1974 vuelve a casa. Consigue un puesto en AAF-SA, una empresa que se encarga de fabricar filtros para contaminación acústica y humos y da comienzo a "la muy buena época de paleta cuero con los amigos del Zidorra". La pelota seguía siendo el deporte "de mi vida".
En el 2000 cambia de hábitos. Empieza con la gimnasia y las máquinas. Continúa con la natación, cada martes y jueves desde hace 14 años, "con Lourdes y Santi -hoy jubilado- de monitores". Se programa las sesiones. Deportista total de los 8 a los 76. Luego, al fino y elegante zaguero "de buena zurda", le queda tiempo para volver al pueblo, al txoko-bodega y a la cueva de Lanciego donde Aguirre ya está en casa. ¡Como un marqués!