Al acostarme la víspera de la carrera ya notaba que algo no iba bien. Las piernas estaban fatigadas, eso de hacer el día antes de la prueba una marcha a ritmo de carrera con 35 kilómetros y 1.500 metros de desnivel, en poco más de cinco horas, no invitaba al optimismo a escasas diez horas del momento de salida en el Paseo de Cervantes en Vitoria-Gasteiz.

Si bien es cierto que no tardé en dormirme, al sonar el despertador, las sensaciones, aunque algo mejores, digo yo que algo había recuperado, no eran muy halagüeñas. Pero a pesar de eso me vestí, me calcé las zapatillas de monte, de nuevo, por segundo día consecutivo y a eso de las nueve y cuarto estaba aparcado junto con mis compañeros de carrera, que esta vez iban a ser David y Asier.

Colocado el dorsal y después de varias fotos con amigos y conocidos, entre los que se encontraban Gustavo, segundo en la línea de meta e Ibon, el sexto en terminar la carrera, me coloqué junto con mis acompañantes en esta nueva aventura en la línea de salida para comenzar el recorrido de 26 kilómetros y 1.250 metros de desnivel positivo que teníamos por delante. La cima del Zaldiaran, la de Eskibel y de nuevo el Zaldiaran, esta vez ascendido por una vertiente mucho más dura que la primera nos esperaban al igual que preciosos hayedos, estrechos senderos y bastante calor, sobre todo a partir de la tercera hora de carrera.

Comenzamos, como siempre, al final de todos los participantes. No sé por qué, pero nunca me pongo en la parte de delante, quizás de esa manera me lo tomo con más calma. Puede ser que, al ponerme delante, lo cual alguna vez lo he hecho, me contagio de ese ritmo rápido y al final lo acabo pagando. Por eso prefiero salir más atrás y de paso estorbo menos al resto de participantes, que uno es mas de resistencia que de velocidad. Las sensaciones no eran del todo buenas, por no decir que eran malas, pero como al principio el recorrido era bastante favorable, esos primeros kilómetros me vinieron bien para calentar las piernas. Además de eso en los primeros 4 o 5 kilómetros afrontamos en algún paso estrecho varios tapones debido a los casi 700 participantes que nos concentramos para disfrutar de un bonito día de Trail, entre las dos distancias. Dichos tapones también me ayudaron a llevar un ritmo más lento y poder guardar algo de fuerzas.

de trío a dúo Sobre el kilómetro cinco decidimos David y yo decirle a Asier que tirara para delante. Su ritmo era muy superior y se le veía con ganas. Asier es un chico que tuve la suerte de conocer hace unos cuatro meses. Trabaja de monitor en un gimnasio del centro de Vitoria. Gracias a coincidir en varias clases de spinning, él como maestro y yo como alumno, hicimos amistad y, en lo que a mí me concierne, le engañé para que se animara a correr por el monte. Después de varias salidas se apuntó a esta Vitoria-Trail, como debut en las carreras de montaña. Y menudo debut llegando el 68 a meta en 3:14 horas. Teniendo en cuenta que íbamos en ese kilometro cinco ocupando las últimas posiciones de la prueba, adelantó a más de 60 personas en 21 kilómetros. ZORIONAK Asier. Desearle por supuesto mucha suerte con ese club de running que ha creado en el gimnasio con el objetivo de iniciar a gente en esto del correr, aunque sea por asfalto, y que tiene como objetivo, uno muy bonito, que es la San Silvestre vitoriana.

Quedando ya solo David y yo cerrando la carrera de 26 kilómetros, aun así, no éramos los últimos ya que estábamos en medio de un enorme grupo que competía la distancia de 16, empezamos a subir dirección Zaldiaran. Aquí coincidimos un par de kilómetros con Mario, un vizcaíno y con Javier un chico de Denia, el cual se había apuntado hace bastante tiempo a la carrera. Además de disfrutar de un precioso fin de semana de turismo por el Norte, esto da para un reportaje aparte, el del turismo asociado a las carreras, iba alucinado con el paisaje tan verde y tan cercano al núcleo urbano del cual podemos disfrutar aquí. Competían en la carrera de 16 kilómetros y terminaron muy bien bajando ambos de las dos horas. Enhorabuena por ello a los dos.

Coronado el Zaldiaran y con un terreno favorable por delante para nosotros, tanto el que era cuesta abajo y ligeramente técnico, por las raíces de los árboles, bastante prominentes, como el que era un poco menos estrecho, enfilamos dicha bajada con velocidad adelantando a mucha gente eso si la mayor parte de la carrera corta. Este terreno favorable termino en la base de un temible cortafuegos que teníamos que ascender, 400 metros de largo con casi 100 de desnivel, es decir unas rampas del 40%, casi nada. Poco a poco fuimos subiendo, David más rápido que yo, pasando a otra tacada de gente a las que el calor y esas rampas parece ser que les afectaban más que a nosotros.

separación Finalizado el cortafuegos bajamos al pueblo de Eskibel, lugar donde se bifurcaban las dos distancias, mientras los de la corta iban ya dirección mete, a nosotros nos aguardaba otra vuelta más con un par de ascensiones hasta volver a llegar a este punto de nuevo. Por delante la subida al castillo de Eskibel, ya solos, con muy poca compañía. Hasta aquí el tiempo era el esperado para poder llegar a meta sobre las tres horas y media. Pero a mitad de subida ya me di cuenta que no iba a ser así. Intentaba forzar mis piernas a subir rápido, con buen paso, pero estas no me respondían, a duras penas era capaz de subir a ritmo suave. No iban. Estaba pagando el esfuerzo del día anterior.

En estos momentos hay dos opciones, rendirse y retirarse de la prueba, o usar el otro elemento que se necesita no solo en este deporte sino en todos, la cabeza. Yo no soy de ganar carreras, ni nunca lo seré, pero si soy bueno, creo que muy bueno, en dureza mental, vamos que soy muy cabezón. La opción que tomé, por supuesto, fue la segunda, si las piernas no van, la cabeza las tiene que suplir y de esa forma fui poniéndome pequeños objetivos, como un kilómetro de bajada trotando suave, una subida tirando de bastones sin pensar en lo que hay después, o 500 metros de esfuerzo hasta el próximo avituallamiento. Todo eso más el apoyo de David, que me conoce muy bien y sabe cómo pincharme, nos llevó a la base de la segunda subida del Zaldiaran. Por el camino hasta pasamos a cinco o seis participantes. Íbamos justos, pero había gente que iba incluso peor. El terreno rompe piernas y el calor que empezaba a hacer acto de presencia estaban empezando a endurecer la carrera.

de vuelta a zaldiaran Tras parar en un avituallamiento comenzamos la subida a este monte tan querido por todos los vitorian@s. Se trata de una subida menos frecuentada y más abrupta, un kilómetro con hasta 200 metros de desnivel, los cuales unidos a todo lo que llevábamos en las piernas, hicieron de dicha ascensión quizás la más dura de la carrera. Otras cuatro personas adelantamos en este tramo, entre ellas a una de las doce valientes chicas que se atrevieron con la distancia larga. Se trataba de Aintzine. Estuvimos juntos un par de kilómetros, en el final de la subida y el comienzo de la bajada, y los dos coincidimos que la dureza de la carrera. Al final es todo el rato un sube baja continuo en el que cuando tienes terreno favorable no aprovechas para recuperar sino para darle un poco más de gas todavía. Finalmente llegó en 11ª posición. Zorionak a ella también. El terminarla tiene mucho mérito.

Pues bien, mi cabeza me había llevado hasta el Zaldiaran por segunda vez. Eso sí, ahora quedaba la bajada y ya la cabeza no estaba tan fresca. Aquí viene otra de las partes importantes de esto, que es el conocer el terreno. Tengo la suerte de entrenar y correr habitualmente por esta zona, con lo que lo que quedaba del recorrido era muy conocido. Eso y de nuevo los inagotables ánimos de David, gracias amigo por estar siempre ahí, me llevaron al último avituallamiento, donde cogíamos el camino final dirección a la meta. Por delante cinco kilómetros y medio de terreno muy favorable, pero sin fuerza de ningún tipo en el cuerpo.

A pesar de eso en ese terreno, donde ya no iba disfrutando para nada, una pena ya que es una zona precisamente para eso, para disfrutar por todo el entorno del bosque de Armentia, incluso adelantamos otras tres posiciones más. Si bien es cierto que las sensaciones ya eran hasta malas, el ver a los voluntarios en cada curva animando y tener la referencia de David, además de entrar en el último kilómetro, ayudo más de lo que pensaba y pude completar la carrera por debajo del tiempo límite de cuatro horas. Hacía tiempo que no sufría tanto en una carrera. Eso sí, la sensación una vez cruzada la línea de meta fue de felicidad, por conseguir lo que me había propuesto catorce kilómetros atrás.

análisis Ya con todo terminado toca el tiempo de reflexionar. En cuanto a la carrera y la gente con la que he corrido esta vez, Asier, David, Aintzine, Javier, Mario y muchos anónimos que formamos parte del núcleo grande de este tipo de pruebas, ha sido una autentica gozada, escuchar lo bonito del recorrido, lo bien marcado que estaba, los generosos avituallamientos y hasta la sorpresiva medalla de finisher en la meta. Por esa parte todo fue de diez. Como siempre, y más en esta ocasión, tengo que dar las gracias a la organización por el trato recibido y las facilidades dadas. Estoy a vuestra entera disposición para la siguiente edición. En cuanto a mí, a pesar de mi dura cabeza, tengo que controlar los esfuerzos porque se pagan y en este caso han estado a punto de truncar una maravillosa mañana de monte.

Eso sí, ya tengo la próxima carrera en la mente, esta vez nos iremos para la zona de Legutiano para disfrutar de otros dos montes muy conocidos como son el Jarindo y el Albertia el 20 de octubre sobre un recorrido de 16 kilómetros y 600 metros positivos. Intentaré estar un poco más a la altura que en esta ocasión. Nos vemos por el monte.