BILBAO- En San Mamés, el busto de Pichichi, leyenda del Athletic, el guardián de las esencias de La Catedral, observa atónito el paso del pelotón de la Vuelta por el césped. Omar Fraile, Jonathan Lastra y Mikel Bizkarra abren la comitiva vestidos con la zamarra rojiblanca. Es el homenaje del ciclismo al fútbol o del Athletic a la carrera. Fútbol y ciclismo unidos, compartiendo vivencias. Tanto que Pierre Roger Latour se disfraza de futbolista. Posa un casco a modo de pelota sobre el punto de penalti y Shane Archbold se pone bajo los palos simulando a Iribar. Latour cree que ha marcado. Archbold que lo ha parado. El eterno dilema entre el lanzador y el portero. La anécdota, el guiño al fútbol, enmarcó la salida desde San Mamés, mudo en su interior, un hervidero en sus costillas y aledaños. Día de feria. ¡Que no falte la música! Los altavoces del Bora escupen rock&roll para espabilar a la muchedumbre. De sus báfles vociferantes arrecía el torrente de los Guns N’ Roses. Suena Welcome to the jungle. Bienvenidos a la jungla. A uno metros, el coche del Deceuninck, -Gilbert logró el triunfo en Bilbao- brama una versión de Paquito el chocolatero, el hit de toda fiesta que se precie. En ese maremágnum, feliz, Josean Fernández Matxin, director del Emirates, saluda apresurado a unos y otros. Tiene prisa. “¿Si Tadej va a atacar? Que ataquen otros y luego ya veremos”, dice la media sonrisa de Matxin.

El “ya veremos” de Matxin, su media sonrisa, fue una certeza y una carcajada horas después. Fue Tadej Pogacar reinando sobre la cumbre de Los Machuchos, donde ondeó la bandera eslovena con el doblete de Pogacar y Roglic, el líder de acero inoxidable. Eslovenia, capital de la Vuelta. Con Pogacar, -el imberbe que deja boquiabierto a la carrera, que es tercero en la general, el que pudo con la tremenda tormenta desatada en Cortals d’Encamp- arribó Primoz Roglic, el líder que dejó claro a quién pertenece el gobierno de la Vuelta. Dictadura. “No esperaba sacar tantas diferencias. Esperaba algo más de lucha en un puerto tan duro como este”, expuso el esloveno. Roglic maneja el joystick de la carrera con el pulso firme y el verbo frío. Hombre hielo. Exsaltador de esquí, Roglic no tuvo vértigo frente al paredón de Los Machucos. “Cuando estás bien me gustan todas las subidas”, apuntó. Roglic está muy bien. Es el mejor. Si en la crono de Pau atrapó el liderato, en la cumbre cántabra, esa que deja tieso el organismo, que apolilla los pulmones y convierte las piernas en patas de palo, lo subrayó. El esloveno es el jerarca. “Se está viendo que es el corredor que está más en forma y Pogacar también. Nairo y yo hemos hecho lo que hemos podido y hemos subido a nuestro ritmo”, describió resignado Valverde.

El líder y Pogacar, que saltó al podio para desplazar a López, raída la capa de Supermán entre rampas que le envenenaron, se fundieron en un abrazo tras hollar la cumbre. Dichosos. Roglic fue un muro en una subida que era una pared y en la que algunos esperaban que se estampara. “Tanto el tiempo como el golpe moral a mis rivales en su terreno, son importantes, pero el tiempo es lo que cuenta en el ciclismo”, reflejó el líder. El esloveno atravesó Los Machucos con determinación. Valverde y Quintana perdieron medio minuto respecto a Roglic y López, el valiente e inconformista, se descascarilló para entregar un minuto al esloveno. Pogacar, el burbujeante joven que está en la Vuelta para descubrir la grandeza de las grandes, demostró que el futuro es hoy. “Al principio no me sentí bien, pero a medida que subíamos me encontraba cada vez mejor”, expuso el vencedor en las dos jornadas con más carga. Pogacar y Roglic se destacaron en una subida asfixiante, tortuosa, desmoralizante, puro desplome. Ambos subieron a hombros un país entero. Forzudos.

camino al infierno Los Machucos exigen pies de gato y, cuando no, crampones y piolets. Latour daba cabezazos y chepazos en una ascensión espasmódica. Bilbao estaba de fiesta pero en Los Machucos aguardaba el infierno. Incluso en lugares que garantizan el calvario, el costumbrismo siempre encuentra un hueco para colarse en el drama. En Los Machucos manda la escultura de una vaca pasiega, de carne, que no de leche. Es el Puppy del Guggenhemin en su versión agro. La vaca es la estrella y allí posa todo el mundo cuando Miguel Ángel Revilla, el presidente que regala anchoas, aparece con el jamón de casa. Nada como camuflarse con el lenguaje de la plebe para parecer un semejante en la montaña. El primero en abrir las fauces de la bestia fue Héctor Sáez, procedente de la fuga del día. El ciclista del Euskadi-Murias, el equipo que roba planos constantemente por el protagonismo de los suyos, recibió una tunda de realidad en el portal de Los Machucos. Por detrás, el Astana dispuso el mecanismo para el asalto de Miguel Ángel López. Los kazajos, con Omar Fraile y los Izagirre, enarbolaron la bandera pirata. Roglic, Pogacar, Valverde, Quintana y Supermán iban en cadeneta.

A Sáez lo deglutió la montaña. Surgió entonces Armirail, que zigzagueaba para no ser una estatua de sal. Entre los ilustres se reivindicó Quintana. En una subida que partía hasta el alma, con alucinantes desniveles que sacan los ojos, el colombiano optó por rebelarse. Insurrección. Quintana adquirió un racimo de segundos. Roglic, Valverde, López, Pogacar y Majka no se alteraron más de la cuenta. En el límite, solo se trata de sobrevivir.

A Armirail la montaña le cayó encima. Latour, el que pensaba que había marcado un penalti en San Mamés, se encrespó. El galo reptó por la empalizada mientras los favoritos cruzaban miradas desconfiadas. Majka aceleró el ritmo. Sacó las tijeras y recortó a Quintana, gaseoso. Pogacar se puso en pie y se arrodilló López. Roglic, cemento armado, se alistó al empuje de la juventud. Valverde enganchó el mosquetón a la cordada hasta que se le abrió ante el poder de los eslovenos. “Me di cuenta de que podría ganar cuando oí en la radio que nadie podía seguirnos”, apuntó el ganador. Pogacar y Roglic hablan el mismo idioma, pero solo necesitaron una mirada para colaborar y arrollar a Latour, cuyo remate se estrelló en el palo ante la presión incesante de Roglic y Pogacar, que hicieron palanca para abrir hueco. Lo que fue una pequeña grieta, no tardó en convertirse en una falla en una montaña a cámara lenta. Pogacar y Roglic, arremangados en la misma tarea, se destacaron. Alzaron la voz en la cima, donde Pogacar se quedó con la etapa y Roglic enfatizó el liderato. Dueños de la cumbre. Eslovenia toma Los Machucos.