El Deportivo Alavés ha demostrado durante la mayor parte de esta temporada unas señas de identidad muy claras que le ha permitido codearse con los mejores en los puestos altos de la clasificación. Intensidad, sacrificio, solidaridad, trabajo, seriedad, humildad, esfuerzo, sufrimiento, compañerismo, compromiso, tenacidad, son algunas de las que podríamos enumerar. Pero cuando algunas, muchas o todas no se cumplen por algunos, muchos o todos, el trabajo realizado no sirve de gran cosa. Y el talento de poco vale si no va acompañado de una gran capacidad de trabajo.
Viene esto a cuento porque el equipo ha sufrido cambios sustanciales desde la victoria en Huesca, coincidiendo con el parón de la liga. Le faltó ante el Atlético la solidez atrás de la que ha estado bien provista durante todo el curso (la que le ha facultado para estar en puestos europeos tantas jornadas) y la eficacia en ataque, que con pocas ocasiones siempre sacaba algo de provecho. Vamos, lo mismo que a los madrileños les faltó contra la Juventus y el Athletic. Era el momento ideal para enfrentarse al segundo clasificado, pero pagaron las penas del rival que había visto cómo todas las posibilidades de Champions y de Liga se le habían ido por el sumidero. Lo peor es que con once minutos bastaron. Muy raro para alguien que si algo tiene de bueno es la consistencia defensiva. Después, todo fue un querer y no poder. Sus buenas intenciones y su voluntad se pusieron de manifiesto cuando llegó el segundo; tampoco le faltó esfuerzo y tesón pero para entonces el encuentro ya se había decidido y la escuadra vitoriana, desvirtuada, al final terminó goleada.
El Sevilla, de nuevo con el controvertido y visceral Caparrós al rescate, llegaba al partido con la exigencia de ganar después de caer en casa contra el Valencia. Y se encontraron con un equipo alavesista apocado, demasiado defensivo que no puso en peligro la portería rival ya que su presencia en ataque apenas llegó a ser testimonial. Por algo es el que menos tira a puerta de la Liga.
En resumen, fueron dos encuentros en los que se vio a un conjunto albiazul desconocido, sin chispa y sin fuerza ni recursos para neutralizar al contrario. Bailó al son que le tocó el rival sin ofrecer la más mínima réplica por su parte. Advertí también, en casos concretos, que algunos hicieron lo que no tenían que hacer o no hicieron lo que tenían que hacer. Tampoco la capacidad física de algunos futbolistas ayudó a mejorar. Mentiría si dijera que estas derrotas no me dejaron preocupado. Ahora bien, ¿quién no tiene de vez en cuando un mal día? O varios. Casi habría que preguntarse si existe alguien que no lo haya sufrido. Es algo inherente en el mundo del deporte.
Si bien es cierto que contra Atlético y Sevilla (mejores tanto en presupuesto como en plantilla) cabe la posibilidad de que se pierda, no se pueden dar tantas facilidades. Así que después del partido en el Sánchez Pizjuán había dos opciones: entregarse (el objetivo primordial ya estaba asegurado) o seguir peleando por mantener un puesto entre los mejores (nunca debería ser una presión añadida). Por eso, el compromiso ante el Leganés, un adversario de nuestra liga, lo esperaba con interés y cierta expectación por ver qué Alavés nos íbamos a encontrar. No así el público, que no parece que mostrara mucho interés pues muchos brillaron por su ausencia. Para los aficionados asistentes, la decepción, en esta ocasión debido al cómo y cuándo se produjo el resultado final, fue mayúscula de nuevo. Los de Abelardo fueron poco ambiciosos, debieron buscar y conseguir otro gol para no pasar por el trance final, pero hubo cierto conformismo en defender el resultado y eso les pasó factura.
Con el empate en el último instante ante el Leganés, que ha dejado muy tocado a un grupo sin consuelo tras una semana aciaga, el Alavés ha perdido uno de los puestos de privilegio que ha ostentado durante muchas semanas, pero no significa que lo haya abandonado para siempre. Quedan encuentros suficientes por delante para recuperar el lugar perdido, nadie dijo que mantenerse en esas posiciones iba a ser fácil. Otra cosa es que muchos lo pensaran. Estoy convencido de que los jugadores van a dar todo para quedar lo más arriba posible, puesto que El Glorioso nunca se rinde. Si al comienzo de temporada nos dicen que a estas alturas íbamos a estar donde estamos lo habríamos firmado y rubricado todos.