Hay una parte del trabajo de cualquier entrenador a la que creo que no damos el suficiente valor. Es su lidia con algunos futbolistas, esos jugadores importantes o con potencial para serlo que se empeñan en demostrar su poca inteligencia en privado y además en redes sociales. El técnico está ahí con su táctica, su estudio del rival o lo que sea y mientras hay un niñato de estos incapaz de pensar en más que en ellos mismos que da like a un manguta que critica a su jefe en Twitter o sube una foto viendo a su exequipo dándole ánimos mientras obvia el empate conseguido por su actual conjunto de visita casi a la misma hora. La posición del entrenador para tratar con estos futbolistas siempre es compleja y de absoluta soledad porque parte de la premisa de que tiene que dejar completamente de lado su reacción humana, que seguramente sería mandarlo a la mierda públicamente, y medir otro tipo de variables mientras el público pide sangre. El técnico generalmente valora cómo de grave es la indisciplina del empleado y la mira desde cualquier ángulo posible para acabar ‘perdonando’ al jugador si cree que todavía le puede dar cosas al equipo. Eso sin olvidar además tener presente que está tomando decisiones sobre un activo del club. Una vez Ancelotti cambió a Di María y el Fideo salió del campo colocándose las pelotas. La turba pedía su salida inmediata y Carletto diseñó un plan en el que, durante varias semanas, solo hizo jugar al futbolista fuera de casa para que no le pitaran y para que el equipo se abstrayera de esa distracción. Las buenas actuaciones de Di María y el paso del tiempo dejaron atrás la tormenta y fue el mejor jugador del equipo hasta el final de temporada. Uno de los momentos de más tensión en la carrera de entrenador de Abelardo se produjo en los vestuarios de Mareo después de un entrenamiento del Sporting de Gijón. Algunos de los mismos jugadores que había sacado de la nada y con los que había conseguido un improbable ascenso que salvó al club estaban dejando tirado al Pitu. La cosa fue subiendo de tono, especialmente con uno de los futbolistas. Se echaron unas cuantas cosas en cara y al final Abelardo le terminó recordando, a ese y a varios más, que gracias a él habían ganado mucho dinero. Lo de Wakaso en este Alavés europeo, mejor de su historia en una primera vuelta y que ya puntúa hasta cuando no hace su mejor partido, no pasa de anécdota negativa a la que intuyo poco recorrido. Solo quería mostrar mi solidaridad con Abelardo y todos los entrenadores del mundo que tienen que tratar con futbolistas idiotas incluso cuando están haciendo historia. En Getafe y en esta segunda vuelta vuelta el Glorioso tendrá que escribir su destino sin Ibai Gómez, cuyo último servicio al club y a la ciudad fue su vídeo de despedida, visto ya por 1,25 millones de personas y con 42k interacciones. Probablemente es la acción de marketing digital de mayor alcance en la historia del Deportivo Alavés y puede que incluso de Vitoria. Tiene mucho valor económico ese post. Así que en la ristra de agradecimientos a Ibai hay que añadir también esto.
Hay también en este traspaso una metáfora del sorpasso del Alavés al Athletic. Ibai llegó aquí como un descarte del club bilbaíno y vuelve como un no imprescindible del Glorioso, mucho más decidido y ágil para renovar hasta en dos ocasiones a Fernando Pacheco y Víctor Laguardia desde que Ibai está en el equipo. Para el Athletic, por su parte, esto ha sido al fútbol lo del “no rechaces a las dos de la mañana por lo que te vas a arrastrar a las seis”. El cruce de caminos de los dos clubes vascos es más que evidente. Uno mira hacia arriba y es moderno y eficiente mientras el otro es donde los jugadores vascos van a dar el palo mientras se recuerdan los orgullosos que están de haberse conocido. ¡Venga, para vosotros esa Champions particular!