09.00 h. de la mañana, primera ojeada a las redes sociales y hay una noticia que llama mi atención: “El basket alavés necesita árbitros para cubrir sus partidos”.

Que mejor oportunidad para dar mi punto de vista, tanto de entrenador como de árbitro de baloncesto, frente a una situación que se repite año tras año y cuyas consecuencias se empiezan a notar (suspensión y aplazamiento de partidos, quejas de los equipos por falta de árbitros?). Y es que al ponerme a pensar, me vienen miles de preguntas a la cabeza:

? ¿Cómo animar a la gente al arbitraje?

? ¿Cómo hacer entender al jugador/entrenador que el árbitro es parte indispensable del juego?

? ¿Cuál es la solución?

Empecemos por la base. Todo sería más sencillo si integrásemos el concepto de que el árbitro es parte del juego, que NO es el enemigo, sino un jugador más, el cual a veces acierta y otras veces falla. Como jugador sé que es frustrante que te den un golpe y no haya castigo, pero hay veces que también fallas debajo del aro y aceptas el error como parte del juego. ¿Por qué no aceptar que los árbitros también tenemos derecho a equivocarnos? Integrar esta idea ayudaría a que más gente se animara al arbitraje.

Mucha gente me pregunta el porqué del arbitraje. Qué le lleva a una persona a coger un silbato e ir a un campo a intentar repartir justicia. Podría enumeraros una lista muy extensa de beneficios (haces deporte, ves partidos de baloncesto, conoces gente?), pero hay una que destaco por encima de todas. Arbitrar es un Master/Doctorado en inteligencia emocional. No hay mejores prácticas que un campo de baloncesto o de fútbol y además te pagan por ello. ¿Estás cursando estudios de psicología, coaching, sociología?? ¿Quieres mejorar tus relaciones personales? No lo dudes ni un segundo. Pon en práctica todo lo aprendido. Y es que yo siempre contesto lo mismo cuando me preguntan cómo llevar los enfados y rabietas de los jugadores: “Yo no puedo controlar las reacciones de los jugadores, lo que sí puedo controlar es cómo me sienta a mí eso”. Un bonito entrenamiento para las tensas situaciones que se nos dan en nuestro día a día.

Observemos la relación jugador-árbitro desde otro punto de vista, en este caso desde el punto de vista de jugador. Sábado por la tarde, un bonito partido por delante, tras una semana dura en el trabajo, lo único que te apetece es echar unos tiros con los amigos. Empieza el partido y la primera jugada recibes un hachazo. El árbitro no pita nada y además, te solicita que no protestes. El siguiente contraataque, lanzas al aro y te dan en la mano. El árbitro estaba mal situado, no ve la jugada y por lo tanto no pita nada. Tú te pones como un energúmeno y acabas descalificado por mal comportamiento. Golpeas la puerta al salir del campo y lo que iba a ser una bonita tarde de baloncesto se convierte en un enfado monumental. El árbitro piensa: “¿Por 40€ me merece la pena a mi aguantar esto? El año que viene no sigo” y el jugador se va a casa enfadado y convencido de que ese arbitro le tiene cogida la matricula. La pregunta que se repite el jugador es “¿Por qué me ha descalificado?”. Quizás la pregunta inteligente podría ser “¿Para qué me ha descalificado?”. En cuanto al árbitro, deberíamos de preguntarnos más de una vez “¿Para qué se enfada este jugador conmigo?”. Estoy convencido nos ayudaría a entender mucho más el juego y quizás tendríamos que utilizar menos las herramientas de castigo (descalificantes, técnicas, informes?).

No quiero engañaros. Ser árbitro es todo un reto. Habrá días que lo quieras dejar, días que saldrás frustrado por no haber sido capaz de hacer entender al jugador que no tienes nada en contra de él. Lo que sí os prometo es que será un trabajo que no os dejará indiferente y que el aprendizaje será muy enriquecedor para vuestro día a día. Es por ello que aprovecho para preguntarte: ¿te atreves a arbitrar? ¿Te atreves a jugar?

* Jokin Fernández es coach y socio de Sport&Play