En la peli, Alejandro González Iñarritu nos muestra al bello DiCaprio atacado por un oso. Es la historia de un explorador, Hugh Glass, al que un enorme plantígrado casi mata después de una encarnizada pelea cuerpo a cuerpo. Milagrosamente se recupera y la historia puede continuar hasta su final. En ésta, el oso vive dentro de su víctima, cual parásito, como consecuencia de una frustración. “Yo era un bulto”, reconoce, “y no tuve la suerte de debutar como muchos de mis compañeros”. Eso le mató. Era el sueño de todo puntista y no poder cumplirlo “me rasgó las entrañas”. Por aquel tiempo, la rodilla derecha no le respondía en condiciones y los médicos no le veían excepto un molesto esguince que luego Juan Gandía descubrió que era algo más serio y le recuperó. El oso le ha acompañado hasta el día de hoy, en su mejor momento anímico, desde que Maricarmen se ha recuperado tras dos años peleando con un bicho más pequeño pero mucho más dañino. La ama, ojo avizor, es una jabata empedernida que ha mostrado y dado valor a las pequeñas cosas que el hijo ha aprendido a considerar. Conoció a Bea, contraerán matrimonio el 15 de septiembre, y es feliz, más que nunca, compartiendo con su pareja al tercer morador de su nueva casa, Max, un labrador de dos años al que educan juntos en lo posible. Y ha vuelto al sitio donde es feliz, al frontón, después de unos años alejado. Ha descolgado la cesta y ha vuelto a sacarse la licencia de pelotari.