LEGAZPI ? “La máquina del demonio”, que bautizó Ismael Esteban, a punto estuvo de dejar al cántabro en una silla de ruedas. Entrenaba el ciclista en el gimnasio preparando el curso de ciclocross meses atrás, cuando algún mecanismo de la máquina de gimnasio para hacer sentadillas falló y el ciclista, atrapado por el peso de 150 kilos que soportaba el mecanismo, se dobló sobre sí mismo, “como un papel”. De aquel accidente tremendo que le dejó dos vértebras enrevesadas y del calvario posterior de una larga recuperación tras una delicada operación en el Hospital de Valdecilla, se reconstruyó Esteban, puro tesón y voluntad, paso a paso. Tuvo que aprenderlo todo el ciclista. Se tuvo que recomponer Ismael, que no pensaba en competir, solo en salir adelante. Los héroes de lo cotidiano no llevan capa ni poseen superpoderes. La carrera más difícil de su vida era volver a ser él. Una lucha contra las secuelas y las limitaciones. No existe competición más dura. Por eso, cuando amaneció en Laudio, donde se sintió ciclista al fin, supo que aquel puesto honroso era un el mayor de sus triunfos. La lesión se le fue olvidando, aunque la herida de la memoria continuaba recordándole el sufrimiento, la incertidumbre y las dudas de un camino penoso. A partir de entonces, Ismael Esteban (Ginestar- Delikia), convencido, continuó creciendo. Dejó migas de su talento a medida que el calendario engordaba días de competición. En ese tiempo de rearme físico y moral lanzó salvas de aviso. Primer fue una chispa, después algo de lumbre, apenas una llama. Esteban se intuía en lo que fue y se reconocía en lo quería volver a ser. La senda del retorno la completó con el festejo emocionado de Legazpi, donde se resolvió el Campeonato de España de ciclocross en un barrizal, en un circuito realmente duro, de máxima exigencia. Ismael Esteban, en su mejor versión, tiró fuegos artificiales: estruendo, luz y fuego. Alma de campeón. Lágrimas de emoción.
El respingo de Ismael Esteban, que revalidó el título, fue el triunfo de lo inesperado, de lo imposible, hace no tantas lunas. El cántabro alcanzó el monte del gozo después de una travesía por el desierto, una prueba vital que le enfrentó al dolor y a la lucha por la supervivencia. En Legazpi, Esteban se subió a la gloria tras completar una carrera extraordinaria. El cántabro, en un crescendo formidable, en una escalada espectacular, pudo con todos, también con Felipe Orts (Ginestar-Delikia), del que colgaba el luminoso de favorito y al que apagó el interruptor cuando le alcanzó una vez entró en calor bajo la lluvia que convirtió el trazado guipuzcoano en un fangal. El alicantino, compañero de equipo de Esteban, fue segundo. Ambos se fundieron en un abrazo. Una escena con mucha piel. Esteban, emocionadísimo, con el corazón en la boca y los recuerdos cayéndole en cascada tras agarrar el estatal, supo que había retornado tras su bajada a los infiernos. En Legazpi encontró el cielo. La más hermosa de las victorias. Su alegría la compartió en el podio con Orts y Aitor Hernández (Specialized-Ermua), tercero.
Por detrás, Ruiz de Larrinaga (MMR-Spiuk), que rodaba cuarto, alcanzó a Aitor Hernández. El alavés soltó a sus rivales, pero sufrió una avería que le obligaba a cambiar de bicicleta, perdiendo definitivamente su posición en favor de Aitor Hernández. ?C. Ortuzar